El futuro espera
La semana en Viedma
«Vivir el presente». Esta frase ha servido de justificación a muchos para eludir compromisos o proyectos futuros. Pero nadie sabe cómo amanecerá mañana y si podrá apretar con el puño de la mano, lo poco o mucho que tiene para no perderlo.
Aunque mirándolo con optimismo, es bueno cerrar la mano para resguardar algo con forma de proyecto, de objetivo. Lo triste es tener las manos vacías. Y esta situación afecta cada día más a miles de jóvenes viedmenses.
Resulta difícil para muchos encontrar una oportunidad que les abra la puerta de un proyecto. Con asiduidad, la única opción es el ocio con el riesgo que esto significa, sabiendo que a la vuelta de la esquina está el delito, la violencia y la drogadicción. Los jóvenes desbordan la energía natural propia de la edad, pero no todos tienen la posibilidad de descargarla en el lugar adecuado.
Por razones sobre todo económicas, la mayoría no puede estudiar. Muchos lo intentaron pero debieron regresar de otras ciudades. «Mis viejos no me podían bancar», argumentan.
Otros no los pudieron asistir ni siquiera para moverse fuera de la ciudad, porque la necesidad es aportar para el sustento lo que se pueda.
Tampoco consiguen trabajo en la reducida oferta viedmense que selecciona la capacitación y experiencia. Son hijos de hogares donde los problemas son parte de la convivencia. Son jóvenes que tienen deseos, que buscan permanentemente satisfacción, frente a una realidad que no contiene y que bombardea modelos que no hacen más que acentuar frustraciones.
La figura del adulto como modelo que conduce, que educa, que pone el límite está desdibujada. Abundan los padres ausentes por opción o por necesidad de horas de trabajo para que rinda lo que se pone en la cacerola. Mientras tanto el adolescente quiere las zapatillas, el pantalón o el buzo que lucen los jóvenes que triunfan en las realidades que muestra la televisión, o el mismo que tiene el vecino al que le prestan el auto el fin de semana.
¿Quién se resigna a la desigualdad y a la carencia? Algunos jóvenes consiguen lo que quieren, pero a un costo muy alto que no tiene retorno. Y allí el límite lo pone la Policía o el hospital. Este es el riesgo donde la realidad deja también desdibujada la figura de ese otro gran adulto responsable de reemplazar las figuras paternas cuando ya no tienen capacidad de respuesta: el Estado.
El municipio viedmense mantiene en plena actividad 13 centros deportivos en la mayoría de los barrios dirigido a todas las edades desde los seis en adelante e incluyendo a chicos con capacidades diferentes. Para los adolescentes la programación está centrada en deportes de contacto, que además de ser atractivos para la edad, generan desgaste físico. También se los refuerza con un refrigerio.
Unos 3.000 viedmenses entre niños, jóvenes y adultos concurren diariamente a esos centros deportivos. Pero no es suficiente lo del municipio, ni el aporte de entidades intermedias y religiosas, frente a una ausencia cada vez más acentuada de organismos creados para prevenir estas situaciones del Estado provincial. La realidad no da más que para parches que siempre quedan cortos para tapar el agujero de la necesidad, y los jóvenes quedan en el medio esperando una oportunidad.
Estela Jorquera
"Vivir el presente". Esta frase ha servido de justificación a muchos para eludir compromisos o proyectos futuros. Pero nadie sabe cómo amanecerá mañana y si podrá apretar con el puño de la mano, lo poco o mucho que tiene para no perderlo.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios