El genocida Mladic y los “fantasmas holandeses”

FERNANDO HELLER Y THOMAS BURMEISTER DPA

Por qué no impidieron los “cascos azules” holandeses destacados en julio de 1995 en el enclave musulmán de Srebrenica, en el este de Bosnia, la mayor masacre por motivos étnicos en Europa desde el Holocausto de los judíos? La pregunta sigue planeando todavía en los Países Bajos, más con la detención del ex general serbio Ratko Mladic, responsable principal de la masacre de cerca de 8.000 hombres bosniomusulmanes de ese ex enclave protegido. Se trata de unas heridas que, 16 años después de los hechos, parecen seguir supurando. Y es que basta pronunciar el nombre de Srebrenica para retrotraer a los holandeses a una de sus peores pesadillas colectivas: ¿por qué sus soldados no frenaron el ímpetu de Mladic y de sus tropas cuando éstas entraron a sangre y fuego en ese enclave musulmán de Bosnia, entonces teóricamente protegido por Naciones Unidas? Aunque una comisión parlamentaria independiente determinó hace más de una década que los efectivos holandeses no contaron con el armamento suficiente para contrarrestar a los serbios, todavía son muchos quienes juzgan esa explicación excesivamente simplista. “Vuelve a invadirnos el fantasma de Srebrenica”. El comentario de la radiotelevisión pública holandesa (NOS) es muy gráfico y sirve para poner de manifiesto que los Países Bajos siguen todavía lamiéndose las heridas aún abiertas. Todo ocurrió en un tórrido julio de 1995: en concreto el 12 de ese mes, justo un día después de que Srebrenica cayera en manos de las tropas del orondo y –en aquellos años– fanfarrón general Mladic. Él era la mano ejecutora de la “limpieza étnica” en pos de una Serbia “étnicamente pura” diseñada por el ex presidente de ese país Slobodan Milosevic, fallecido en el 2006 en su celda del Tribunal de La Haya. Un nombre permanece grabado a fuego en la memoria de los holandeses: el general Ton Karremans, comandante de los “cascos azules” en el momento de la masacre. Una foto de aquella época sigue provocando escalofríos en el país de los tulipanes: Karremans y Mladic toman, como dos amigos del bar de la esquina, una copita de alcohol juntos. La foto de ese brindis, publicada un día después de la conquista de Srebrenica por el periódico “De Volkskrant”, se convirtió en el “símbolo traumático de la ‘cobardía holandesa’”, según afirmó el rotativo de Amsterdam. Ahora que Mladic está a punto de ser extraditado a La Haya, vuelven los recuerdos amargos para los ex miembros de aquel “Dutchbat” (el batallón holandés), integrado en muchos casos por reclutas poco experimentados y jóvenes soldados que jamás habían salido fuera de las fronteras de su país natal. Muchos de ellos siguen necesitando, todavía hoy, apoyo psicológico. ¿Qué pasó en esa ‘zona de seguridad’ establecida en torno de Srebrenica? Los detalles exactos de por qué los holandeses no pudieron –o no se atrevieron– a frenar aquel genocidio no se conocen, pero gracias a testimonios como el del intérprete bosnio Hasan Nuhanovic, quien trabajaba en 1995 para los militares del “Dutchbat”, salen a la luz más detalles. Nuhanovic se salvó, pues logró unirse a los soldados holandeses cuando éstos se retiraban de una Srebrenica inerme, en manos de Mladic. Sus padres y su hermano no lo contaron. Desde hace años, Nuhanovic, al igual que otros miembros de grupos de familiares de víctimas de aquella tragedia, intenta –en vano– que el Estado holandés los indemnice de alguna manera, pero la Justicia holandesa se ha declarado incompetente en el caso. ¿Ayudará la detención de Mladic para defender su causa? “No necesitamos que Mladic venga al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY). No hace falta que venga a La Haya para demostrar la culpabilidad de Holanda”, afirma Nuhanovic. “Sigue siendo una vergüenza que el gobierno holandés, 16 años después de Srebrenica, siga rechazando reconocer su responsabilidad por el asesinato de mi familia”, agrega. “Escapamos de Srebrenica como unos cobardes”, asegura el historiador Herman von der Dunk. Joris Voorhoeve, de 65 años, ministro de Defensa de Holanda en 1995, ve las cosas de un modo muy diferente. “Es un grave error”, afirma, “pensar que Holanda tenga que asumir alguna culpa –ni individual ni colectiva– por lo sucedido”. Voorhoeve se remite a las investigaciones de las Naciones Unidas, a los resultados de una comisión del Parlamento de La Haya y a las investigaciones del Instituto Holandés para la Documentación de Guerra (NIOD, por sus siglas en neerlandés). Todos llegaron en su momento a la conclusión de que los soldados del “Dutchbat” no tenían “ninguna posibilidad” de frenar a las tropas de Mladic: no disponían ni del armamento apropiado ni contaban con un mandato claro de Naciones Unidas para ello. La petición de Karremans a la cúpula de las tropas de la ONU en Bosnia para que les brindaran apoyo logístico y a la OTAN para que prestara “apoyo aéreo” fue ignorada, subrayó el ex ministro de Defensa.


FERNANDO HELLER Y THOMAS BURMEISTER DPA

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