El glotón 23-09-03

Palimpsesto

El glotón

El cortejo salió lentamente por las calles santiaguinas, pocos, muy pocos acompañaban el féretro; en esa caravana integrada por amigos, camaradas silenciosos y lectores valientes, también se mezclaban los carabineros ostentando sus fusiles y seguramente varios del servicio secreto del flamante régimen.

Pero al interior de las casas, de los departamentos, miles espiaban por las mirillas, las celosías, disimulados tras las cortinas el paso del poeta hacia el cementerio. La temeridad no era una actitud para ejercitar en esos momentos de la historia chilena, salvo para unos pocos.

En el cementerio y ya en el mausoleo prestado por unos amigos de Matilde, algunos jóvenes cantaron «La Internacional» ante el estupor de los militares que no sabían qué hacer.

«Escribo para el pueblo/ aunque el pueblo no pueda/leer mi poesía con sus ojos rurales». Ese es Neruda, un compromiso estético, un compromiso ético, un compromiso político. Y si bien esta columna no tiene la pretensión de convertirse en una efeméride semanal, no puedo soslayar que un día como hoy, hace treinta años se iba el poeta más famoso del continente sudamericano.

Hablar de «don Pablo», como miles de chilenos lo llaman, es destacar una poesía que se recrea a sí misma con cada nuevo libro. Desde «Crepusculario», pasando por el ya mítico libro «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», siguiendo por «Residencia en la tierra» y finalmente «Canto general», resumen, creo, el itinerario poético más destacado de Neruda.

Es cierto que después de «Canto general» hubo muchos libros, pero agregan poca originalidad a su obra poética. Y ésta tiene una particularidad, me parece, que es la de ser muy irregular. En su afán de vivirlo todo, de poetizarlo todo, de ser siempre original, los versos de Neruda tienen momentos sublimes, pero también versos lamentables.

Si hay una palabra que caracteriza a Neruda es la de glotón. Glotonería que se refleja en su vientre prominente, glotonería con las mujeres, glotonería con las porciones de la realidad que le interesaban, la botánica, por ejemplo; glotonería en su afán coleccionista, glotonería con las palabras. Neruda es el gran glotón de las palabras, el insaciable que quiere nombrarlo todo por primera vez.

Pero vayamos a otro aspecto del poeta. Pocos escritores como Neruda han tenido un peso tan grande en la vida institucional de una nación, creo recordar al dramaturgo V. Havel, presidente de la República Checa, como otro de los casos singulares. Diplomático en varios períodos de diferentes gobiernos, exiliado por otros gobiernos, senador, candidato a presidente de Chile, aunque luego resignó su candidatura en favor de su amigo, Salvador Allende; su presencia en la política nacional fue inevitable durante décadas.

Sus últimos días coinciden con el derrocamiento y muerte de Allende; con los allanamientos a su casa, en su propio lecho de enfermo debe soportar la injerencia de los militares, sin embargo y pese a la situación no perdió su humor; hay una anécdota contada por un amigo en la que Neruda le dice al capitán que requisa su habitación que «aquí hay una sola cosa peligrosa para ustedes». «¿Qué cosa?», preguntó el oficial. «La poesía!», le respondió Neruda.

Néstor Tkaczek

ntkaczek@hotmail.com


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