El gran piquete

Redacción

Por Redacción

Piqueteros, como fenómeno de atracción turística y semilla de un futuro programa social productivo, sí. Piqueteros, en su versión violenta, espanta inversores y ahuyentadores de extranjeros con dinero y cámaras digitales, no. Esa lectura, que se hace en un despacho próximo al presidente Néstor Kirchner, refleja una parte sustancial del pensamiento del gobierno que en la última semana se las vio negras por los desbordes de los grupos más incontrolables, mientras otros frentes están peligrosamente abiertos: la hoy áspera relación con las empresas privatizadas de servicios y la renegociación con los acreedores externos, entre los que pululan los dueños de esas firmas, en su mayoría europeas, demandantes de unos 16 mil millones de dólares al tesoro nacional. El presupuesto de los tres poderes para un año.

Dicen que contar en cada instante con el fracaso ya es una llave hacia el éxito. «El presidente Kirchner está jugando al límite y cosecha aciertos tras aciertos, basado en un respaldo popular de cerca del 80%, pero no debe olvidarse que un crecimiento genuino necesita de capitales. Tiene oxígeno para unos 9 meses más». El análisis lo hizo un vocero de Jacques Chirac, que si bien admitió la habilidad del patagónico a la hora de azuzar con quitar las concesiones y dárselas a competidores norteamericanos, no dejó de hacerle notar al ministro de Planificación Julio de Vido, que Francia no está dispuesta a irse del país sin dar pelea.

La rebeldía callejera con bastones y capuchas tuvo ya un doble efecto: por un lado maltrató la administración polar (ya provocó una mini crisis de gabinete en la que fueron golpeándose Gustavo Beliz con los dos Fernández, Aníbal y Alberto, y con Carlos Tomada, hasta que Kirchner los retó a todos y advirtió que no reprimirá las marchas de las organizaciones de desocupados); y por el otro, sirvió para moderar los insistentes reclamos tarifarios de las privatizadas.

Con fallas inocultables en materia de comunicación – área a cargo de Miguel Núñez -, Kirchner volvió sobre sus pasos cuando luego del sofocón que vivió Tomada en la cartera laboral (virtualmente sitiada por unas pocas personas), ordenó desarticular la creación de una «brigada antipiquetera».

La mayoría de los sectores piqueteros – nacidos al calor de la crisis que culminó con la caída de Fernando De la Rúa, en 2001 -, están bajo el control del peronismo. Es que el caos se ordena en el caos. Con los sectores «progresistas», Kirchner asumió una postura garantista que no criminaliza la protesta, como se lo hizo saber a Carlos Alderete, de la Corriente Clasista y Combativa y a Hebe de Bonafini, la tozuda dirigente del ala más guerrera de Madres de Plaza de Mayo.

«Los extremistas, funcionales a la izquierda y derecha no democrática, son apenas 300 tipos que seguramente seguirán jodiendo, pero nuestra misión será aislarlos», confesó a «Río Negro» un funcionario que reclama «patriotismo» y niega «aprietes» a la prensa. «Nosotros sugerimos y cambiamos opiniones con los periodistas, no vulneramos su libertad», acotó.

Como el trasfondo del piqueterismo fuera del control se esconde también la intención oficial de «ir cortando el chorro» que va a los planes de jefes y jefas de hogar y alentar, en contrapartida, procesos para pequeñas y medianas empresas, manteniendo a raya a las grandes compañías foráneas. La discusión con éstas bajo de tono. Ya no se habla del colapso del sistema eléctrico o de extorsión, por ejemplo, aunque se conjetura que podrían producirse cortes en el verano en algunos lugares por un aumento del consumo y falta de un adecuado mantenimiento.

En el gobierno sospechan de algunos medios que reciben profusa publicidad de las empresas energéticas para influir negativamente en la población. «No habrá quiebre», especulan empero. Se pondrá al resguardo al usuario minorista y habrá un aumento del orden del 10 por ciento para los grandes consumidores.

Figura preponderante del acontecer político, Kirchner no encuentra oposición en Lilita Carrió y en Ricardo López Murphy y sus cáscaras partidarias vacías. Y menos en el radicalismo, a pesar de que el partido de Alem, que se adueñó de los festejos del vigésimo aniversario del retorno a la democracia, retendrá por lo menos el manejo de seis provincias.

En la Rosada aseguran que Kirchner «jamás» consulta una decisión con Eduardo Duhalde. ¿Exageran? Sí, porque pragmático al fin, el justicialista de la Patagonia considera que «objetiva y naturalmente» no puede sobrevivir sin conciliar con el líder bonaerense que acaba de calificar como sobresaliente a su gestión.

Hay algunos problemas con el ministro Roberto Lavagna, quien estaba acostumbrado a hacer y deshacer con Duhalde, y ahora debe someterse a la rigurosa regla económica que aplica Kirchner.

El propio Presidente le ordenó a Lavagna incentivar a la población para enfrentar «los duros tiempos que se avecinan».

«Si no aceptan arreglar con nuestras condiciones, no pagaremos», recita K y se ufana de que Lavagna está a su derecha.

En la Argentina de la inseguridad, hay una necesidad imperiosa de modificaciones totales y urgentes de conductas. Le fue de regular para abajo a Kirchner en las elecciones del domingo pasado en Mendoza, Tucumán y La Pampa, donde ganaron respectivamente el radicalismo, el bussismo y el menemismo. Pero, bueno, como dijo el historiador Tulio Halperín Donghi, en este idilio que vive el pingüino con la ciudadanía, los triunfadores se las ingenian para concluir que acordarán con el Presidente.

No hay que entusiasmarse con los cambios. Volverán, entre otros, al «aguantadero» como en el pasado se calificaba al Senado, el tucumano Julio Miranda, los catamarqueños Ramón Saadi y Oscar Castillo y el pampeano Rubén Marín.

Para contrarrestar tantos contratiempos, el secretario general de la Presidencia difundió la denuncia por corrupción en el manejo del Tango 01 y se redoblaron los esfuerzos para desnudar a los policías que colaboran con bandas de secuestradores.

Convivir en un mundo enfrentado por civilizaciones requiere de un pulso firme y una dirección precisa. Sin embargo, las contradicciones hacen bambolear la mano como un viento huracanado juguetea con la veleta.

 

Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


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