El Holocausto y la resistencia judía
HERNANDO NOEL GROSBAUM (*)
El siglo XX nació con las expectativas más auspiciosas. La humanidad se regocijó ante la perspectiva de que la ciencia habría de contribuir a su bienestar y que llegaba una era de paz. No duraron mucho esas ilusiones. A poco de comenzar la segunda década las esperanzas se esfumaron. El mundo entró en guerra. Aún no se había disipado el dolor y la consternación, el siglo XX no había transitado todavía la mitad de su vida, cuando sucedió la mayor tragedia de la historia. Mas de 50 millones de personas murieron en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ésta tuvo características especiales. El nacionalsocialismo alemán, el Tercer Reich, no sólo se propuso conquistar Europa sino también, haciendo gala de una crueldad inédita, se fijó como meta hacer desaparecer a un pueblo en su totalidad. Asesinó a seis millones de judíos, sólo por eso, porque eran judíos. La asimilación o la conversión tampoco pudieron salvarlos. Tanto se ha escrito y dicho sobre el Holocausto… Desde todos los ángulos y desde todas las ópticas, hasta la científica, se trató de explicar, de entender cómo pudo suceder, cómo y por qué se montó una inmensa fábrica de muerte; sí, a nivel industrial. Fue ejecutado en forma metódica, sistemática, eficiente. Cuando hablamos de seis millones de personas enfermas, torturadas, humilladas, denigradas… asesinadas, la magnitud de la cifra hace que nuestra compresión no abarque la dimensión del sufrimiento padecido por cada una de ellas. Seis millones de seres humanos eran cada una de esas personas, eran seis millones de personas cada una, como cada uno de nosotros. De eso hablamos cuando nos referimos a la Shoá, al Holocausto. Reitero, ¿por qué los mataron? Por ser judíos. Al respecto, Jaim Weismann en 1936 declaró : “Hay seis millones de personas condenadas a permanecer acorraladas, donde no se las desea, y para las que todo el mundo está dividido. En lugares donde no pueden vivir y en lugares en los que no pueden entrar. ¡Seis millones!”. En el espacio de ocho años, el problema presentado por esos seis millones de judíos habría de solucionarse: en 1945 los seis millones estaban muertos. Martín Borman explicó la relación entre el antimarxismo y el antisemitismo con meridiana claridad cuando dijo: “La doctrina nacional socialista es terminantemente antijudía, es decir anticomunista y anticristiana”. El esfuerzo por la autoconservación espiritual estuvo presente con actos de ayuda mutua en los ghettos, con periódicos que aparecían en campos y ghettos, redactados a la sombra de la muerte, el rescate de rollos de la Torah de sinagogas destruidas… todas expresiones de resistencia al enemigo. El más conocido de todos los hechos de resistencia tuvo lugar en el ghetto de Varsovia. Desde un comienzo sus miembros trataron de mantenerse unidos y conservar su identidad. Los jóvenes se las ingeniaron para conseguir armas y entrenarse para la lucha. Sin embargo, el de Varsovia no fue el único valeroso ejemplo de rebelión; fue un símbolo de una resistencia, que también tuvo lugar en Bialystok y Vilna y en campos de concentración como Auschwitz, Treblinka y Sobibor. La liquidación del ghetto de Varsovia se inició en julio de 1942. En un solo mes 100.000 judíos fueron sacados de allí y llevados a Treblinka y asesinados. En pocos meses, del medio millón de judíos que habitaban el ghetto, quedaron solamente 60.000. De repente, los alemanes que entraron al ghetto se toparon con la violenta resistencia de un pequeño grupo de combate. Dos veces debieron replegarse. Usaron la artillería y lanzallamas para vencer a los luchadores judíos. Finalmente los defensores se introdujeron en las cloacas y alcantarillas, desde donde continuaron ofreciendo salvaje resistencia. Sin embargo, lentamente la resistencia judía organizada se fue extinguiendo. La acción cesó, temporariamente. Cada minuto era utilizado para conseguir armas. Ninguno de los líderes judíos se hacía ilusiones sobre el resultado final. Sólo les animaba la firme resolución de preservar la dignidad de morir luchando, de salvar el honor judío. Los nazis se desconcertaron. Himmler había impartido la orden de destruir el ghetto. La víspera de Pesaj, el 19 de abril de 1943, comenzó la embestida final. El ghetto fue cercado y comenzó un feroz cañoneo. Las tropas eran respaldadas por tanques, muchos de los cuales fueron rechazados con bombas de fabricación casera. La lucha se libró calle por calle y casa por casa. Los edificios fueron incendiados; para obligar a salir a quienes estaban en ellos, introdujeron gas en los búnkeres y finalmente, las cloacas y alcantarillas fueron voladas. El comandante de las fuerzas alemanas informó a su cuartel general: “La resistencia opuesta por los judíos y bandidos pudo ser abatida, sólo por el infatigable uso de todo nuestro vigor y energía, de día y de noche…”. 28 días después la lucha cesó con la explosión de la sinagoga del ghetto. El comandante alemán informó: “Logramos apoderarnos de 56.065 judíos, cuyo exterminio puede ser probado. A esto cabe añadir el número de judíos que perdió la vida en explosiones e incendios… Lo que el general Stroop no sabía era que cerca de un centenar de luchadores de la resistencia se habían abierto paso hacia la libertad, para continuar la lucha y para que el mundo se enterara de este heroico capítulo de la historia judía. Desde el principio, el movimiento de resistencia judía no fue simplemente una empresa de grupos o individuos valerosos sino un movimiento de masas, una parte integral de la batalla librada por el pueblo judío contra los nazis. Aun cuando esa lucha estaba condenada al fracaso, contenía una visión de liberación popular y renacimiento nacional. Así es como las unidades de guerrilleros judíos se llamaron Bar Kojba y Yehudá Macabeo. Los movimientos de resistencia judía fueron activos en los ghettos, en los campos de concentración y en los bosques. Algunos grupos llevaron a cabo sabotajes en los mismos centros de dominio nazi. Judíos alemanes estuvieron combatiendo en Berlín en 1944, otros lucharon junto a guerrilleros franceses en París, y participaron en todos los movimientos clandestinos en los países donde se les permitió incorporarse. 90.000 judíos combatieron en el ejército británico, 500.000 en el ejército Rojo, 550.000 hombres y mujeres en el ejército de Estados Unidos. Israel Fisanovich, capitán de submarinos, atacó y hundió barcos alemanes en el Ártico. El general cosaco Lev Dovator contribuyó a detener la ofensiva germana en el sur de Ucrania. La Brigada Judía del ejercito británico entró en acción en 1944 en Italia. El Talmud dice: “El que salva una vida es como si hubiera salvado a la humanidad”. En Yad Vashem, el Memorial del Holocausto en Israel, hay una avenida bordeada de árboles en homenaje a las personas no judías que arriesgaron sus propias vidas para salvar a judíos. Es la Avenida de los Justos entre las Naciones del Mundo. 15.670 justos entre las naciones de 24 países, hablando 20 idiomas diferentes fueron honrados en Yad Vashem. Sin duda fueron muchos más los héroes anónimos. Al inaugurar el Museo de la Historia del Holocausto en Yad Vashem en marzo del 2005, el entonces secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, recordó que “la repulsa al genocidio, al asesinato sistemático de seis millones de judíos y millones de otras personas, fue también uno de los factores que promovieron la Declaración Universal de Derechos Humanos”. Y agregó: “Las Naciones Unidas tienen la responsabilidad sagrada de combatir el odio y la intolerancia. Si las Naciones Unidas no están a la vanguardia de la lucha contra el antisemitismo y otras formas de racismo, niegan su historia y socavan su futuro”. (*) Cónsul H. de Israel en la Patagonia
HERNANDO NOEL GROSBAUM (*)
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