El hombre de las eternas vacaciones

Facundo Cabral tuvo una vida de novela. Mudo hasta los 9, analfabeto hasta los 14, enviudó trágicamente a los 40 y conoció a su padre recién a los 46. Fue un símbolo y un artista que amaba viajar y transcurrir.

BUENOS AIRES (DPA).- El cantautor argentino Facundo Cabral, como afirman sus amigos, “seguirá presente en todos para siempre”.

“Teníamos una relación maravillosa, era una gran persona, con la que daba un gusto enorme trabajar y conversar. Era un ser increíble, un sabio… Fue un caminante y un trovador excepcional, la verdad que no lo puedo creer. Pero Facundo no se muere nunca, porque es muy difícil que se olviden de él. Y muertos sólo están los olvidados”, expresó Cacho Castaña, amigo y popular cantautor, consternado por la sorpresiva noticia.

“Rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita”, solía decir Cabral durante sus shows. Cuando prácticamente ya era invidente, escribió en una nota: “Fue mudo hasta los 9 años, analfabeto hasta los 14, enviudó trágicamente a los 40 y conoció a su padre a los 46. El más pagano de los predicadores cumple 70 años y repasa su vida desde la habitación de hotel que eligió como última morada”.

Cabral y sus seis hermanos fueron criados por su madre, ya que su padre abandonó el hogar a los pocos años de que él hubiera nacido. Se mudaron a Tierra del Fuego. Y un tiempo después, cuando el cantante ya tenía 8 años, se fueron a vivir a Tandil. “La gente nos miraba con lástima. Un día le pregunté a mi mamá si estábamos abandonados y me dijo que no, que estábamos de vacaciones. Y que nos acostumbremos porque íbamos a ser turistas para siempre. Si mi madre hubiera caminado la mitad de lo que caminé yo, hubiera sido Marguerite Yourcenar”, contó Cabral en una entrevista.

Su infancia fue dura, luchada y marginal. Estuvo encerrado en un reformatorio del que logró escapar y su vida cambió para siempre. Dijo que fue ahí cuando encontró a Dios en las palabras de Simeón, un viejo vagabundo.

“Más que criado por mi madre, yo visitaba a mi madre. Ella llegó a decir que yo no era artista, que era un prófugo. Decía que me había inventado un oficio para escapar del pueblo, y algo de razón tenía”, decía Cabral, que comenzó tocando la guitarra y cantando folclore.

Admirador de Atahualpa Yupanqui y José Larralde, en 1959 viajó a la ciudad balnearia de Mar del Plata. Allí consiguió trabajo en un hotel, gracias a que el dueño del lugar lo vio con su guitarra y le dio la oportunidad de cantar.

Su primer nombre artístico fue “El Indio Gasparino”, con el que grabó discos “comerciales” que no lograron mayor repercusión.

Pero, ya con su verdadero apellido, grabó “No soy de aquí, ni soy de allá” y comenzó a trascender las fronteras, cantando en nueve idiomas con artistas como Alberto Cortez, Julio Iglesias, Pedro Vargas o Neil Diamond, entre otros. Años después, esa canción la cantaría incluso Homero Simpson.

Fue considerado un hombre de gran profundidad. Influenciado en lo espiritual por Jesús, Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta. “Su secreto era poner la fuerza donde tenía que ponerla. Por él entendés que se puede ser feliz viendo el sol y caminando”, dijo hoy el periodista Oscar Gómez Castañón, que lo entrevistó en algunas oportunidades y lo definió como un “caminante y un juglar”.

En literatura admiraba a Jorge Luis Borges y Walt Whitman, quienes imprimieron a su vida un rumbo espiritual de observación constante a todo lo que sucedía.

En 1976, Argentina sufrió el golpe de Estado. Reconocido como cantautor de protesta, decidió irse del país por la situación interna y se radicó en México, desde donde siguió con su vida de nómade incansable que llegó a recorrer más de 150 países.

Instalada la democracia, en 1984 retornó a Argentina como un artista consagrado. En 1996 la ONU lo declarara “Mensajero Mundial de la Paz”.

el violento final del trovador


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