El horror económico o la economía del diablo

Por Francisco Tropeano

Dos libros, «El Horror Económico», de la novelista francesa Viviane Forrester, y «La Economía del Diablo», del profesor honorario francés Alfred Sauvy, me sugieren el tema. El primero es para mí «un grito desesperado» sobre el gran tema de la actualidad: el trabajo humano, la pérdida de su valor, de su utilidad en las sociedades capitalistas, según Forrester, con su colofón de desempleo cada día mayor y las secuelas sociales y humanas que produce. El segundo, sin pretender ser un tratado de economía – según me parece -, analiza desde un ángulo sociopolítico la realidad surgida después de los acuerdos de Bretton Wood en 1945, tras tres décadas de economía keynesiana con las propuestas del «Estado benefactor» o «de bienestar» y sus fracasos con altos índices de inflación y estancamiento, la llamada «stanflación».

Hoy vivimos con más intensidad estos flagelos: La inflación fue detenida, mas no eliminada, por las políticas monetaristas neoliberales, empleando todo tipo de «ajustes monetarios» y «ajustes sociales»; pero amenaza como la hidra de siete cabezas en todas las áreas del mundo. El estancamiento económico a escala mundial es caso permanente (con excepción de los Estados Unidos) y la desocupación de personas que tenían trabajo supera los 120 millones; sin contar los centenares de millones de personas que sólo sobreviven apenas o subsisten en la más absoluta miseria, sin siquiera haber entrado nunca en el sistema del contrato de trabajo, tal como se lo conoce en la economía capitalista.

El sistema de acumulación y apropiación de la plusvalía a escala mundial, que se opera cada día, por un grupo cada vez más pequeño de personas, tras haberse multiplicado la productividad del trabajo – entre otros – por los adelantos tecnológicos, forma parte de este horror económico, que Forrester no explica; viendo solamente en el avance tecnológico y en el desorden de la economía mundial el mismo. Tampoco explica por qué son incapaces los hombres de corregir dentro del propio sistema esta «economía del Diablo», de la que habla el profesor Sauvy.

Creo observar bien que lo que se lee y escribe corrientemente sobre economía, no es la forma en que opera el sistema de producción y reproducción social, distribución y apropiación de la renta o del plus valor, preocupaciones de la economía clásica o del marxismo, sino más bien aspectos aislados o puntuales de la realidad, con el menor sentido crítico posible; sólo para entender – o en algunos casos inventar -modos, medios y formas técnicas específicas, que permitan lograr objetivos deseables dentro del funcionamiento del propio sistema, al que se considera inmutable. Es notable que diariamente aparezcan análisis de cuestiones secundarias, menores, tratados con depurada técnica, que pocos entienden pero que ayudan al «misterio» y a profundizar cada vez más el distanciamiento de la realidad en el mundo, de los hombres, de sus necesidades y angustias. No hay exigencia científica, ni objetivo de aplicar sus conclusiones económicas para beneficiar o privilegiar lo humano, sino al «mercado», a explicar el mejor «marketing», la forma más depurada y segura del cálculo matemático, para obtener la máxima ganancia y la forma más rápida de apropiársela, sea en la bolsa de valores o en manipulaciones y estrategias financieras. En resumen, se justifica con técnica económica un sistema que no tiene nada de armonioso, equilibrado ni gradual, para solucionar los graves y alarmantes problemas que hoy padece la sociedad. Los «gurus económicos» muy bien pagados y los «Clusters» constituyen los dioses con sus «Superhéroes» del mundo cibernético globalizado. Lógicamente no todo es así. Diariamente, con grandes dificultades, aprendemos y nos deleitamos con los aportes de economistas, científicos, filósofos, escritores, artistas, poetas, que nos ilustran sobre el contenido pleno de la vida y como mejorarla, cómo aplicar y ampliar mejor los avances de la producción, de la alta tecnología, de la ciencia para revalorizar el esfuerzo, la creación de valores, el trabajo, el que no debiera ser una maldición bíblica para el sacrificio, ni la maldición del uso capitalista despiadado, del desprecio, de la alienación y eliminación forzosa, como señala Viviane Forrester.

Una ciudad poco conocida por nosotros en la India, Bangalore, es hoy uno de los centros de programación y diseño computacional, con mayor cantidad de empresas mundiales como clientes, que emplean fuerza de trabajo subcontratada; y algunas no sólo eso, han trasladado su contabilidad a precios o costos ridículos: Swisser y Lufthansa. También opera un centro de elaboración de Logiciels o programas en Bangalore y sus clientes: Microsoft – Digital – Olivetti – Packars – Siemens – Motorola – Fujitsu – IBM y otros contratan a un costo del 50% de lo que resultaría en EE.UU. o en Europa. Desde hace más de una década, en los países desarrollados se alquilan equipos de especialistas en informática, por semana, por horas, por mes. Constituyen una nueva categoría de obreros cibernéticos de la versión globalizada del «nuevo mundo» del mercado de esclavos. También los ex países del «socialismo real» son los proveedores de mano de obra altamente calificada a muy bajo costo. Rusia y Polonia la proveen a fábricas de EE.UU. y de Europa a un costo de entre u$s 5 y u$s 10 por día; mientras los cibernéticos de la India trabajan para el mundo de las transnacionales a u$s 200 por mes. También en nuestra América Latina (sin cibernética) conocemos desde hace tiempo a las «maquiladoras» de la Argentina o el Brasil trabajando 14 horas diarias, por salarios miserables para fábricas de marcas líderes. Recomiendo al lector leer la noticia aparecida en Río Negro del 31/03/2000, pág. 4, con el título «Niños en lugar de indios»; referido al tema y la resistencia de los obreros alemanes contra los obreros cibernéticos de la República de la India (pobres contra pobres), y en el mismo sentido y en la misma página, un título «Polémica propuesta de Bossi», esto es en Italia. Los diarios europeos reflejan todos los días situaciones parecidas. Tal vez podamos entonces entender mejor la xenofobia en Europa y la exacerbación del nacionalismo, con la expansión del negocio del trabajo transnacionalizado y la apropiación de plusvalía, a nivel global.

Jamás el capitalismo considera como definitiva la forma y medios por los cuales se desarrolla un proceso de producción, por sofisticado que sea el mismo. Su base técnica ha sido y es revolucionaria y junto a ella también la función que cumplen los obreros en dicho proceso, sus combinaciones y organizaciones del trabajo. Nunca la forma de producción puede ser definitiva. Lo único que sus teóricos y apologistas consideran como definitivo es el sistema mismo. Pero las fases o procesos, por más complejos que aparezcan no borran las leyes de la dinámica del desarrollo de la acumulación y mucho menos sus contradicciones básicas, entre las que sobresale la de una producción que es cada vez más social y una apropiación cada vez más individual.

Todo lo descripto constituye a mi juicio el horror económico que presenta Viviane Forrester o la economía del diablo que describe Alfred Souvy.


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