El juego de las diferencias

En el balance de los dos duelos, River propuso más pero Boca fue pragmático y le bastó

¿Qué tal lejos está el fútbol de River comparado al de Boca? ¿El peso de ser un clásico alcanza para disimular que hoy por hoy se trata de dos equipos que están en categorías diferentes? Las respuestas habría que comenzar a buscarlas en el irregular pulso anímico que suele marcar este tipo de partidos estivales, donde si bien no están en juego los puntos, algún orgullo siempre sale maltrecho.

Cuando River superó a Racing 2 a 1 hace unos días, ya se hablaba que el equipo de Matías Almeyda podría tranquilamente ser uno de los animadores del torneo de Primera. Es verdad, quizás lo sea. Pero bastó que el Millo perdiera los dos duelos con el Xeneize para que otra vez negros nubarrones se posaran sobre Núñez, a menos de una semana del reinicio del campeonato de la B Nacional. Ese que está más que obligado a ganar y donde comienza “la verdad de la milanesa”, como dijo su entrenador después de perder el choque en Mendoza.

Un superclásico siempre es especial, pero esta serie de encuentros lo fue más para River. Se habló mucho antes de fin de año de que los partidos no deberían jugarse, muchas veces alegando motivos de seguridad. Pero una vez confirmados, la ‘Banda’ los tomó de manera diferente, quizás en su afán de demostrar que el descenso a la B había sido sólo un accidente, y echó mano al viejo axioma que clásicos son clásicos sin importar la realidad que vive cada uno.

River sin dudas estuvo a la altura, pero no fue suficiente. ¿Que fue más que Boca en la propuesta de juego? Si, es cierto. Pero el conjunto de Almeyda carece de sobriedad, cálculo y efectividad, todos atributos del último campeón del fútbol argentino. Al fin y al cabo, un equipo de Falcioni hecho y derecho, que sabe a lo que juega, que no brilla, que conoce sus limitaciones y virtudes, y que por sobre todas las cosas es capaz de descifrar las flaquezas rivales para sacar ventaja. Y con eso le alcanza.

River no sólo perdió la serie de partidos que más quería ganar, sino también la confianza en sí mismo. Aquella que desbordaba después de superar a Racing (y que auguraba a que la segunda mitad del campeonato de la B Nacional sería un trámite) a ésta que vive hoy. Las dos derrotas con Boca lo llenaron de dudas, el pragmatismo del equipo de Falcioni lo frustró y seguramente le hará repensar su juego y estrategia. No vaya a ser que sus rivales por los porotos (el primero es el Almirante Brown de Blas Giunta, el domingo) tomen nota del planteo y traten de imitar lo que hizo Boca: engatusarlo con campo y balón, descompensar su última línea y golpear, sabiendo que el juego en retroceso de River es un plato demasiado tentador como para despreciarlo.

Enfrente, el orgulloso Boca. “Si buscás otro equipo que juegue mejor que nosotros en el fútbol argentino, no lo encontrás”, dijo ayer desafiante Rolando Schiavi, cargando sobre aquellos que ponen en tela de juicio el juego xeneize. “¿Qué es lo que quieren los hinchas? Ganar y salir campeón. Con jugar bien no alcanza. Si no le gusta el fútbol de Boca, que vayan al teatro. Prefiero ganar así, sin brillar”. Las palabras del defensor abren el debate eterno sobre acción y merecimientos. ¿Dónde está la verdad? En la cancha, como siempre.

Lo cierto es que hasta ahora Boca no ha encontrado a nadie que le demuestre lo contrario. (W.R)

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