El juicio empezó con polémica y contradicciones

La fiscalía no descarta la tesis del autorrobo.

NEUQUEN (AN)- El asalto al tesorero de la cerámica Zanon, ocurrido en mayo de 2002, comenzó a ventilarse ayer en juicio oral. La primera audiencia fue curiosa porque por momentos los roles parecieron invertidos: la fiscalía, que no descarta la posibilidad de un autorrobo, interrogó a fondo a las víctimas como si fueran los acusados; la querella, representada por los abogados de la fábrica, fue de frente contra un policía que declaró con dudas; y la defensa de los imputados apenas intervino con unas pocas preguntas.

El robo se atribuye a dos veteranos del delito: Nelson Alejandro Gómez Tejada, de 37 años, y Juan Antonio Gómez, de 25. Ambos están detenidos. Las víctimas fueron Miguel Angel Vázquez, tesorero de la cerámica, y su compañero de trabajo Miguel Papatryphonos.

Resumir en pocas palabras el asalto no es tarea sencilla, sobre todo porque hay contradictorias versiones sobre los mismos hechos y una acumulación de suspicacias, según se apreció en la audiencia de ayer. Podría tomarse como inicio de la larga secuencia un episodio ocurrido a las 5.30 del 11 de mayo de 2002, en el inmueble de Avenida del Libertador casa 254 de Centenario. En ese terreno hay dos viviendas: atrás vive Vázquez con la esposa, adelante, sus suegros.

A esa hora, la suegra de Vázquez observó a un individuo que intentaba cortarle el cable de CVC. Llamó a la Policía, el sujeto desenroscó un foco que iluminaba el sector, y se fue. El patrullero llegó minutos después y lo detuvo: resultó ser Juan Antonio Gómez, quien en ese entonces estaba fugado de la Unidad 11 y con pedido de captura.

Gómez niega que lo hayan detenido en ese lugar, donde dice que nunca estuvo.

Frente a la vivienda de Avenida del Libertador se vivió una gran conmoción por el hecho, toda la familia salió a la calle, y repararon en un individuo que estaba en las inmediaciones y que resultó ser Gómez Tejada. Lo más grave es que no reparó en él quien fue encargado del operativo policial, sargento ayudante José Luis Lizama.

Al declarar ayer, Lizama no supo explicar por qué no le pidió documentos, a pesar de dos antecedentes significativos: le habían avisado que Juan Gómez tenía un cómplice que bien podía ser el merodeador, y en su poder halló una carta firmada por Gómez Tejada que no leyó.

Si lo hubiera identificado, quizá se habría dado cuenta de que Gómez Tejada también estaba prófugo de la Unidad 11 y con pedido de captura.

Para los abogados de Zanon, Mariano Pedrero y Fernando Dalmazzo, allí está la clave del caso. Su hipótesis es que Gómez, Gómez Tejada y algunos policías formaban parte de la misma banda (ver aparte). Lizama volverá a declarar hoy.

Gómez Tejada aprovechó la confusión para ingresar a la vivienda de Vázquez. Antes lo había llamado por teléfono cuatro veces, entre las 4.43 y las 5.48. Vázquez jura que nunca había visto a Gómez Tejada, pero el detenido asegura que se conocían.

El imputado y el tesorero se quedaron solos, supuestamente para hablar de una provisión de arcilla para la fábrica, y Gómez Tejada aprovechó esa circunstancia para amenazarlo con un arma de fuego y pedirle el dinero. Se trata de una suma difícil de precisar; podrían ser entre 21.000 y 41.000 pesos que el damnificado guardaba en s casa y estaba destinada al pago de sueldos de sus compañeros.

Hay detalles curiosos. Por ejemplo: en determinado momento aparecieron la mujer, la suegra y el cuñado de Vázquez, tomaron mate con el ladrón, y en ningún momento se dieron cuenta de que estaba cometiendo un asalto. El tesorero lo intentó explicar: dijo que fingió que todo estaba bien para que el delincuente se fuera cuanto antes sin hacerle nada a sus parientes.

A Vázquez lo pasó a buscar su compañero Papatryphonos en un Fiat Uno. Se fueron junto con Gómez Tejada hacia la cerámica; después de pasar el peaje el asaltante extrajo su arma, los hizo bajar del auto y desapareció.

Pese a tener experiencia en el delito (suma condenas por siete años y medio) Gómez Tejada no le quitó el celular a Vázquez. Al parecer ya no tenía créditos para hacer llamadas, pero no se explicó cómo el ladrón conoció ese detalle.

Tres días después, Gómez Tejada cometió otra torpeza mayor: se presentó en la casa de Vázquez, donde sin duda lo reconocerían. Y así fue. La suegra del tesorero se sorprendió al ver a este hombre que le preguntaba tranquilamente «¿está Miguel?». Le dijo que esperara, y corrió a llamar de inmediato a la Policía para avisar que «el chorro volvió a mi casa».

Gómez Tejada se fue, varios patrulleros se lanzaron a perseguirlo y lo detuvieron aunque poco tiempo después volvió a fugarse de la U11.

Nota asociada: Las teorías conspirativas Gestos, sonrisas, silencios Los ceramistas, presentes  

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