El lado oscuro de la riqueza alemana

El desempleo y la pobreza empiezan a afectar también a uno de los países más desarrollados.

WEIMAR (Alemania) (dpa) – Una larga fila de personas aguarda en el salón. Son voluntarios, mujeres y hombres que portan canastos y cajas pleglables de plástico, con las que recogerán alimentos que sobran en panaderías, supermercados o carnicerías para luego entregarlos a los más necesitados.

Este salón en la ciudad germanooriental de Weimar es uno de 400 que funcionan en toda Alemania y que avituallan regularmente a medio millón de personas, un tercio de ellas niños. Y la tendencia va en aumento.

En la acaudalada Alemania son cada vez más las personas que viven en la miseria, advierte la Asociación de Comedores Populares.

«Desde 2003, el número de personas que dependen de la caridad para subsistir ha crecido en casi un tercio», explica la vicepresidenta de esta asociación, Beate Weber-Kehr.

El incremento se debe en parte al recorte de los subsidios por desempleo promovido por el gobierno, que ha sumido en la pobreza a muchos desempleados de largo plazo.

Según datos de la Federación de Sindicatos Alemanes, la desocupación de largo plazo afecta ya a dos millones de personas.

El primer comedor popular fue fundado en Berlín en 1993, siguiendo un modelo que existe desde hace años en Estados Unidos.

Gente con sensibilidad social recolecta alimentos de sobra en supermercados, panaderías y carnicerías, y se los dan a los necesitados de forma gratuita o por unos céntimos.

Hoy en día forman parte de esta red solidaria unos 20.000 vo

luntarios. Con frecuencia tienen que desplegar toda su simpatía para convencer a los potenciales donantes.

«Cada vez es más difícil conseguir artículos porque las cadenas de supermercados calculan los presupuestos muy apretados», explica la directiva.

Los comedores están diseminados por toda la geografía alemana, y ya no sólo tienen presencia en las grandes ciudades. Algunas ciudades cuentan incluso con dos o tres sedes.

El comedor de Weimar, con 50 voluntarios, tiene a su cargo la entrega de alimentos en cuatro lugares de expendio en la región rural al sur de la ciudad.

Sus beneficiarios son fundamentalmente familias con escasos ingresos y madres solteras. «Pero probablemente sean muchos más los necesitados. Muchos no se atreven a venir por vergüenza». En una de las sedes en Weimar trabajan seis mujeres. Cada miércoles por la tarde reparten comida en dos cuartos estrechos, lejos de la entrada principal del edificio y de las miradas despectivas de los transeúntes.


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