El mal sin pasión

por Héctor Mauriño

vasco@rionegro.com.ar

Fortalecido por el último triunfo electoral, sin enemigos ni competidores a la vista, con la Legislatura bajo control y la Justicia en un puño, el MPN no rinde cuentas a nadie ni se agita por nada; hace el mal sin pasión.

En menos de un mes, prácticamente sin discusión parlamentaria, sin argumentos sólidos ni proyectos tangibles –y sobre todo sin rubor ninguno–, el sobischismo aprobó, contra la opinión de todo el arco opositor, una ley que incrementará la deuda pública en 1.100 millones de pesos.

En el momento de mayor bonanza económica, producida por el aumento exponencial del petróleo, endeudar a la provincia en 250 millones de dólares por diez años es algo que no resiste el menor análisis. En su lugar, se podría haber usado parte del enorme presupuesto actual –que en el 2006 superará los 3.000 millones de pesos– para achicar la deuda existente, que alcanza hoy a 1.600 millones de pesos.

No hace falta ser un experto para ver que no habrá reconversión productiva construyendo autódromos ni tendiendo vías férreas que terminan en el medio del campo.

No se fortalece, en fin, el futuro de Neuquén construyendo hospitales mientras se contribuye a devastar la salud pública con posturas excesivamente intransigentes.

Ninguna de las obras que se usan de pretexto para justificar este endeudamiento es prioritaria en una provincia que se cuenta entre las de mayores ingresos del país pero que mantiene a la mitad de su población sumergida en la pobreza.

Pero el de los bonos no parece ser un mero capricho oficial, ni tampoco un error. Se trata, todo parece indicarlo, de un acto deliberado concebido desde las alturas del poder y ejecutado con toda frialdad por el equipo de cortesanos.

Los verdaderos motivos últimos pueden ser varios. Acaso se trata de abonar con obras fastuosas la campaña presidencial del gobernador. O de dejar atadas las manos de los futuros gobiernos, garantizando el carácter de árbitro del mandamás actual.

El desprejuicio con que los funcionarios oficiales han revelado que este negocio insólito incluye el pago de tasas en dólares que no tienen equivalente en el mundo puede brindar alguna pista. Tamaño interés, teniendo a las regalías de petróleo y gas de garantía, no puede menos que alimentar las sospechas sobre un gobierno salpicado por denuncias de corrupción.

 

¿Convención?

 

La primera acepción que da el diccionario de la palabra «convención» es «acuerdo». Pero no parece que la Constituyente, inspirada casi exclusivamente en las necesidades políticas personales de Jorge Sobisch, vaya a estar signada por el consenso.

El gobierno ha dado muestras de que impone su voluntad cada vez que hace falta, como para tomarse en serio la apelación que hizo esta semana el gobernador a «construir consensos»

en la Constituyente.

En todo caso, los dichos de Sobisch sólo sirven para subrayar la relativa debilidad en que se encuentra el oficialismo en esta instancia. El MPN ganó la elección, pero no alcanzó la mayoría. Fueron los sectores que se oponen a su reforma los que emergieron con esa condición.

El hecho de que Quiroga y sus dos convencionales hayan dejado tempranamente de lado el acuerdo que sellaron con el resto de la oposición abrió para Sobisch la expectativa de imponer algunos aspectos de su reforma. No en vano el MPN esperó hasta que se fracturara el frente opositor para comenzar a publicitar algunos de los capítulos que, a su entender, se deberían cambiar.

Con todo, el sobischismo se ha cuidado de agitar los temas más polémicos de su proyecto, como la reforma del régimen económico, que busca darles a sus «aliadas estratégicas», las petroleras, la «seguridad jurídica» que hoy no tienen.

Si bien el quiroguismo, en una de sus acostumbradas maromas, acaba de dejar colgados del pincel a sus aliados de las últimas elecciones, no hay todavía evidencia de que vaya a transar con todas las exigencias del gobierno.

Aunque esto no contribuya a tranquilizar al resto de la oposición, que ya lo ve a Quiroga enancado en caballo de Sobisch, los hombres del intendente juran y perjuran que no le darán al gobierno el expediente de una reforma a medida sino que se aferrarán a los 15 puntos enunciados en la campaña.

Aunque a esta altura de los acontecimientos pocos le comprarían un auto usado a Quiroga, lo más probable es que el pragmático intendente se contente con ejercitar una política de toma y daca que le asegure una mínima gobernabilidad sin ir más allá de lo prometido. Todo, claro, revestido de un cierto barniz institucionalista que en realidad lo tiene sin cuidado.

Lejos de sentirse disminuido por su derrota ante Jalil, el líder radical pretende usar su magra cosecha de convencionales para convertirse en la llave de la mayoría y el quórum de la Convención.

Pero no es seguro que la oposición, enervada por su deserción, acepte que el líder radical se convierta en árbitro de la asamblea constituyente.

En el seno del arco opositor se insinúan dos posiciones: la de aquellos que, conscientes de que constituyen la mitad del cuerpo, se inclinan a retirarse en un momento dado dejando a Sobisch y a su «aliado» sin legitimidad para acometer los cambios, y la de quienes sostienen que lo correcto es quedarse adentro de la Convención y dar batalla, así Sobisch y Quiroga acuerden convertir a la provincia en un protectorado de las multinacionales.

 

Purga policial

 

El descabezamiento de la cúpula policial es otro gesto olímpico del gobernador que carece de explicación institucional convincente.

Sobisch echó esta semana al jefe del cuerpo, el comisario Wálter Cofré, y a 17 miembros de la plana mayor de la institución –lo que supone un grave desmedro para la fuerza– sin un motivo aparentemente plausible. La excusa que quedó flotando en el aire es que Cofré, quien había observado hasta ahora una actitud muy disciplinada, cometió la imprudencia de hacer público el aumento salarial que el gobierno estaba analizando.

En realidad, el ex jefe no hizo más que mencionar lo que todos ya sabían: el gobierno tenía decidido un aumento para tratar de tranquilizar las aguas de la institución, agitadas por los bajos salarios.

Producido el drástico relevo, Cofré no se privó de criticar la decisión del gobierno. En su entorno fueron más lejos aún: desnudaron la puja existente en el seno del Ministerio de Seguridad y Trabajo entre la ministra Arévalo y el subsecretario Acuña. Según revelaron, la interna guardaría relación, en buena medida, con el controvertido plan de seguridad del gobierno que, a pesar de los gastos millonarios en dólares, no termina de ver la luz.

Nuevamente, los hechos alientan la sospecha de un asunto poco claro en el seno del gobierno.


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