El mal tiempo dificulta el despliegue terrestre
Estados Unidos planeaba duplicar la cantidad de comandos en tierra.
Washington (EFE).- EE.UU. prosiguió con sus bombardeos de alfombra sobre objetivos terroristas sospechosos en Afganistán y al mismo tiempo intentó reforzar sus unidades de las fuerzas especiales con más hombres, aunque sufrió las dificultades del mal tiempo.
«Las condiciones climáticas obstaculizaron nuestros esfuerzos para hacer entrar en Afganistán fuerzas especiales», sostuvo ayer el vocero del Pentágono, contralmirante John Stuflebeen.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, confirmó ayer que «un número determinado de equipos especiales están listos para ingresar en Afganistán», pero las tormentas de arena y la neblina impidieron maniobrar a los helicópteros que debían trasladarlos al interior del país.
El vocero del Pentágono aceptó también que Washington carece de información fehaciente sobre el sitio en el que se halla Osama Ben Laden, uno de los principales objetivos de la campaña militar
Por su parte, el presidente norteamericano, George W. Bush, volvió a confirmar que los ataques sobre Afganistán no se detendrán con el inicio del mes religioso del Ramadán y aseguró que «con paso lento, pero seguro» Estados Unidos está «estrechando el cerco en torno a los objetivos». «Esto no es una guerra de gratificación instantánea», sostuvo Bush, en un intento por acallar las críticas que hablan de escasos progresos al cumplirse la cuarta semana de bombardeos sobre Afganistán.
La Fuerza Aérea de EEUU concentró sus esfuerzos del jueves en nueve áreas y en otros objetivos de las zonas de combate, donde, por motivos estratégicos, el mando estadounidense ha dividido el país para esta campaña. Entre las instalaciones militares talibanes atacadas por EEUU está un complejo cerca de Kandahar, una unidad de vehículos blindados y un puesto de control y mando talibán.
Estados Unidos utilizó 65 aviones de combate, de los que diez eran superbombarderos B-52, agregó el portavoz del Pentágono, que también dijo que continuaron las emisiones propagandísticas y los lanzamientos aéreos de asistencia humanitaria.
En los últimos días el Pentágono aumentó el ritmo de los bombardeos sobre las posiciones talibanes al norte de Kabul en apoyo de la ofensiva que realiza la Alianza del Norte, principal opositor al régimen talibán que protege a Ben Laden y a su red Al Qaeda , principales sospechosos de los atentados de septiembre.
Sobre las críticas de algunos portavoces de la Alianza del Norte a los bombardeos, Stufflebeem subrayó que «hay que tener cuidado» con esos comentarios. «La historia de esa región es de supervivencia y conveniencia», dijo en referencia a la «facilidad» con que las fuerzas se pasan de uno a otro grupo.
Sin embargo, las condiciones meteorológicas adversas no son vistas por los expertos militares como un obstáculo, ya que las fuerzas especiales que están en Afganistán están entrenadas para participar en conflictos bélicos en invierno. Las tropas estadounidenses, además de contar con sofisticados equipos de detección térmica por infrarrojos, se entrenan para un escenario como el de Afganistán en las altas montañas de Nueva York y Colorado, pero también en Noruega.
Cuentan, además, con que la milicia talibán está mal equipada y acostumbrada a hacer un alto a las luchas en el invierno. Stufflebeem explicó que EEUU tiene ventajas en un entorno invernal con la tecnología de que dispone.
EE. UU. desmiente bajas
KABUL Y WASHINGTON (ANSA) – El régimen talibán de Afganistán aseguró ayer que entre 70 y 100 soldados estadounidenses murieron desde que comenzaron las operaciones anglo-norteamericanas enmarcadas en el operativo Libertad Duradera, pero la Casa Blanca negó enfáticamente la noticia.
En lo que parece un nuevo capítulo de la guerra psicológica -simultánea a la convencional, que ya lleva 26 días- el cónsul general talibán en la localidad paquistaní de Karachi, Ramatollah Karkezad, dijo a la cadena de TV Al Jazira que las bajas provocadas a las fuerzas occidentales orillan el centenar.
Como contrapartida, aseguró que los dos principales blancos del gobierno de Estados Unidos, el mullah Omar y el saudí Osama ben Laden, están vivos y a salvo en un refugio seguro.
Pero la Casa Blanca salió rápidamente a desmentir la versión: «una vez más, los talibán mienten», dijo el vocero presidencial Ari Fleischer. Los talibán se ubicaron en el centro de la escena también por el anuncio de inminente ejecución de 25 partidarios del referente opositor Hamid Karzai, quienes -según anunció la agencia de noticias Afghan Islamic Press- serían ahorcados ayer
Amnistía Internacional pidió públicamente al régimen de Kabul que no lleve adelante las ejecuciones, pero no recibió respuesta . El opositor Karzai es la presa más deseada por los talibán, quienes suponen que se encuentra en el país en una misión similar a la que cumplía el líder mujaidín Abdul Haq, un prócer de la resistencia antisoviética devenido en adversario del régimen, por lo que fue capturado y ejecutado hace una semana.
Estrategias: Cómo distinguir bombas de comida
Washington quiere desactivar un fatal «cargamento aéreo» que, en la guerra en Afganistán, se ha convertido en un peligro para la población civil: las bolas explosivas desprendidas de las bombas de racimo lanzadas por Estados Unidos y que no llegan a explotar tienen un peligroso parecido con las raciones de alimentos que también lanzan los norteamericanos en Afganistán.
Ambas son amarillas y es fácil que no se preste atención a la forma algo distinta de las bolas explosivas. Por ello, ahora se va a cambiar el color de los paquetes de alimentos. Mediante panfletos, Estados Unidos ya ha comenzado a advertir del peligro mortal de confusión.
Según el jefe del Estado Mayor norteamericano, Richard Myers, contra objetivos afganos se ha lanzado un «no demasiado alto» número de bombas de racimo. No quiso dar más detalles.
Una vez lanzadas, las bombas de este tipo se dividen en numerosos pequeños explosivos, las bolas explosivas. Según los expertos, se ha convertido en algo usual en los campos de batalla que muchas de estas granadas no estallen. Aproximadamente el 40 por ciento de ellas pueden hacerlo más tarde, por lo que no sorprende que, desde hace años, se califique a estas bombas como «de relojería». Las bombas de racimo («cluster bombs») también fueron cuestionadas durante la guerra de Kosovo, porque según la organización defensora de los derechos humanos Human Rights Watch, provocaban víctimas entre la población civil.
El periódico «Christian Science Monitor» calificó las bombas que no estallan de la «pérfida basura de la guerra». Ya sea en Laos, Líbano, Irak, Kuwait, Chechenia o Afganistán, en todos sitios se encuentran bombas de racimo.
Sus detractores las comparan con las minas antipersona, que en numerosos campos de batalla siguen provocando muertos y mutilaciones aún años después de finalizadas las guerras. Un tratado internacional prohíbe la fabricación y utilización de este tipo de minas. Estados Unidos no lo ha firmado.
La fatal similitud con los paquetes alimentarios en Afganistán dio nuevos argumentos a los críticos de este tipo de armamento. Los expertos ya advirtieron antes de que se lanzaran las bombas de racimo, tan similares a los paquetes de comida, que iban a poner en peligro a civiles.
«Esto es propaganda y cinismo», afirmó un cooperante internacional poco antes de que Estados Unidos comenzara su operación de lanzar ayuda humanitaria sobre Afganistán. No se puede proteger del hambre a las personas desde el aire, advirtieron las organizaciones humanitarias. Durante las tres primeras semanas de ataques aéreos, Estados Unidos ha lanzado más de un millón de paquetes de comida. Eso equivale a unas 50.000 raciones al día. Sin embargo, en Afganistán, 7,5 millones de personas necesitan urgentemente ayuda, lo que significa que, en el mejor de los casos, los paquetes norteamericanos no ayudan ni siquiera al 1% de los hambrientos.
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