El mejor amigo de los Kirchner

El martes pasado la presidenta de la República, Cristina Fernández de Kirchner, el hombre fuerte de su gobierno, Néstor Kirchner, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y varios ministros y secretarios, además de algunos gobernadores provinciales y el jefe de la SIDE, se sintieron obligados a participar de un acto que se celebraba en una cancha de fútbol para rendir homenaje al sindicalista Hugo Moyano. Fue su modo de decirle al resto del país que el combativo camionero y jefe de la CGT cuenta con el pleno apoyo del oficialismo, cuyos integrantes confían en que, a cambio de los muchos favores que los Kirchner le han dado, los ayudará a «controlar la calle». Según parece, Moyano está más que dispuesto a desempeñar el papel de defensor máximo del «proyecto de gobierno» de la presidenta contra los tentados a oponérsele, lo que, en vista de la trayectoria personal del mandamás camionero y la propensión de los afiliados al sindicato que encabeza a hacer uso de la violencia, no puede sino hacer aún más ominoso el clima de crispación que impera en el país. Por cierto, el que el gobierno kirchnerista haya hecho un esfuerzo tan grande para congraciarse con un personaje repudiado por una mayoría abrumadora de los habitantes del país por creerlo capaz de dominar «la calle» intimidando, o peor, a los demás hace temer que ya hayamos entrado en una etapa sumamente agitada en que el debate civilizado se ve reemplazado por batallas campales.

Que los Kirchner dependan tanto de Moyano y, en grado menor, de individuos como el piquetero oficialista Luis D´Elía es un síntoma inequívoco de decadencia. Un «proyecto» que en sus inicios parecía abarcativo, o «transversal», de características supuestamente progresistas, se ha estrechado tanto que sería legítimo calificarlo de ultraderechista, ya que nadie ignora que durante la dictadura militar el sector sindical representado por Moyano simpatizaba con los represores más brutales y que el propio Moyano estaba vinculado con un grupo afín al «Brujo» José López Rega y los matones de la Triple A. Los Kirchner, pues, se las han ingeniado para trasladarse de un extremo del mapa ideológico al otro, llevándose consigo algunos intelectuales que, a pesar de todo, siguen tomándolos por dechados de coherencia, pero alejándose de muchos que en un primer momento los respaldaron por suponerlos interesados en temas relacionados con la justicia social y la recuperación de las instituciones nacionales.

Perdidos la mayoría automática parlamentaria y el apoyo del grueso de la ciudadanía, los Kirchner se han propuesto gobernar hasta fines del 2011 con la ayuda de Moyano, D´Elía y otros que comparten sus actitudes. Como base de sustentación, la alianza así supuesta dista de ser impresionante. Mientras que Moyano hacía gala de su poder en la cancha de Vélez Sarsfield, jueces, fiscales y abogados continuaban hurgando en los desprolijos libros contables de su sindicato y otros en búsqueda de anomalías que les permitirían ordenar su encarcelamiento, como ya le sucedió a su compañero de los bancarios, Juan Zanola.

En cuanto a D´Elía, cuyo aporte al acto moyanista del martes fue una nota de adhesión en que le mandó «un abrazo fraterno y militante», a él también le están pisando los talones los deseosos de verlo entre rejas. Aunque en opinión de algunos los Kirchner quieren que se mantenga la presión judicial porque suponen que sirve para impedir que a personajes como Moyano y D´Elía se les ocurra actuar como si creyeran tener más poder real que la dupla patagónica, para el gobierno la eventual caída de sus aliados principales sería un desastre auténtico. Incluso con la ayuda de los camioneros y los piqueteros oficialistas, podrían perder el control de la calle frente a sindicalistas dirigidos por izquierdistas contrarios al modelo gremial monopólico, piqueteros que dicen estar luchando contra el clientelismo denigrante y, por supuesto, ciudadanos exasperados que en cualquier momento podrían dar rienda suelta a su frustración participando en cacerolazos multitudinarios.

Si los simpatizantes sindicales y piqueteros con los que todavía cuentan los abandonaran a su suerte, los Kirchner se encontrarían totalmente aislados y para el país comenzaría una fase tumultuosa de desenlace incierto.


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