El mercado del arte, ¿Un “estanque de tiburones”?
Dos caras de una misma moneda
Facturación millonaria, megaexposiciones, acaudalados coleccionistas, galerías poderosas, ferias elitistas y artistas a los que se trata como estrellas. Ésta es una cara de la moneda del arte contemporáneo, y la otra es bastante más oscura: estructuras mafiosas, mentiras, especulación y escándalos de falsificación.
El arte se ha convertido en negocio y glamour, pero sobre todo en una forma de inversión: el mercado está en auge y se impone a los artistas. Las subastas espectaculares como la de “El grito” de Edvard Munch de este año, que se vendió por una cifra récord de casi 120 millones de dólares, no hacen más que alimentar la fantasía de los inversores.
Pero, ¿quién hace famosos a los artistas? ¿Quién tiene el poder en este mercado? ¿Las galerías, las casas de subastas, los coleccionistas?
“Ninguno por sí solo”, aseguraba en una reciente entrevista Philipp von Württemberg, jefe de Sotheby’s en Alemania. “Es un enorme estanque de tiburones”.
En cambio, el galerista Hans Mayer, que trabaja en el sector desde hace 40 años, opina que el poder lo tienen los cuadros. Mayer, que en su día presentó a Andy Warhol a Joseph Beuys, cree firmemente que “los artistas famosos lo son por sus trabajos”.
Para el octogenario artista Heinz Mack, en el escenario juegan artistas, galeristas, subastas, ferias, museos, asesores y curadores, publicaciones, coleccionistas, agentes de seguros, editoriales de arte, revistas e incluso Internet.
Mack, que conoce el ambiente desde hace décadas, es lapidario: “El mercado del arte no tiene moral”. “Muchos artistas son presentados hoy en día solamente en base a cifras”, explica, y añade que una camarilla de comerciantes y unos pocos creadores controlan el mercado. Éstos últimos reciben un apoyo “ilimitado” que infla sus precios en las subastas.
En el mercado global del arte son omnipresentes las grandes galerías como la del estadounidense Larry Gagosian, que según el periódico económico alemán “Handelsblatt” tiene una “calculada red de contactos global a todos los niveles”. La galería representa a estrellas como Jeff Koons, Damien Hirst y Takashi Murakami, así como al recientemente fallecido Mike Kelley.
Con el arte se especula, al igual que con los precios. Hay galerías que dan una cifra un par de millones más cara de la real en las ferias cuando se les pregunta por el valor de sus ventas, revela una artista reconocida internacionalmente.
El autor no recibe además nada del gigantesco mercado secundario, el de la reventa de las obras que se produce una vez que éstas abandonan el atelier.
Una cosa está clara: un artista de éxito no cae del cielo. Detrás hay estrategia y marketing. Antes era posible la autopromoción, por ejemplo Picasso retrataba a sus críticos y Warhol convencía a amigos ricos de los galeristas para que se dejaran pintar.
Con “estrategias de producción”, artistas como el británico Damien Hirst también puede garantizar que se vea cubierta la demanda de los coleccionistas, señala la socióloga del arte inglesa Sarah Thornton.
Al inicio de la carrera es necesario ser descubierto a través de las exposiciones que se hacen en las academias de arte. El propio Mayer por ejemplo va cada año para encontrar “a un artista que se convierta en un acierto”.
Lo decisivo es, además de la calidad, que sea inconfundible, que tenga su “marca” personal.
La capacidad de compra es hoy mayor, pero también el grupo de creadores. Mayer cree que es más difícil que antes “elegir a los 100 mejores entre mil”.
¿Quién determina lo que es considerado de calidad? Las grandes exposiciones como la documenta de Kassel o la Bienal de Venecia pueden ser un trampolín para los jóvenes, pero muchos vuelven a desaparecer más adelante.
Por eso, también es clave cómo se promociona a los artistas. Determinadas obras, artistas o movimientos pueden ganar valor si son publicitados por las galerías, casas de subastas, ferias o los propios autores, escribe el marchante Michael Findlay, que trabajó durante años en Christie’s.
El artista Heinz Mack se queja de una “lógica ridícula según la cual solamente lo que se puede vender caro es identificado como de calidad”.
Hasta los bancos han entrado en el negocio, y las grandes instituciones financieras del mundo tienen sus propias colecciones. Son además las patrocinadoras de importantes ferias de arte como las de Basilea o Maastricht y han creado gabinetes de asesores artísticos para sus clientes.
Pero, pese a todo, a menudo es el paso del tiempo lo que finalmente decide qué obras son realmente arte.
Por Dorothea Hülsmeier dpa
Facturación millonaria, megaexposiciones, acaudalados coleccionistas, galerías poderosas, ferias elitistas y artistas a los que se trata como estrellas. Ésta es una cara de la moneda del arte contemporáneo, y la otra es bastante más oscura: estructuras mafiosas, mentiras, especulación y escándalos de falsificación.
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