El orden y el caos

Es curioso, pero no por ello deja de ser verdad. En la provincia argentina más cercana al caos, el responsable de gobernarla se presenta ante la sociedad como el primer y más estricto defensor del orden.

La provincia es Neuquén y el presunto responsable de gobernarla, hasta el 10 de diciembre de 2007, es el ciudadano Jorge Sobisch. Vino haciéndolo en este último mandato suyo más mal que bien, porque le dedicó más atención a su campaña presidencial que a la provincia. Y en los últimos días no la gobernó ni mal ni bien, porque ha perdido el consenso social indispensable para ejercer el gobierno. Como él mismo lo ha dicho, la sede de su gobierno está tomada por «parapoliciales» (unos 30.000 invadieron Neuquén el lunes pasado) que le impiden ingresar, después de que, unos días antes, escapara por una salida lateral escondido dentro de un uniforme policial. Al parecer, no puede o no se anima a recurrir a la policía para reducir a los parapoliciales que, según dijo, están armados, ni se propone tampoco pedir el auxilio de fuerzas federales. Presumiblemente, espera que el gremio docente abandone la exigencia de que renuncie y acepte negociar un aumento salarial que, ahora sí, estará dispuesto a dar también a los estatales, a los trabajadores de la salud y a todos los agentes del Estado que se lo pidan- con tal de que lo dejen volver a su despacho de la calle Rioja. Desde allí podrá volver a ejercer el poder que ama obsesivamente y que creerá recuperado. Será entonces nuevamente gobernador, presidente del Movimiento Popular Neuquino, candidato a la presidencia de la Nación, campeón del orden y enemigo jurado del caos.

En la última entrega del programa periodístico de televisión de alcance nacional «A dos voces», Sobisch intentó también mostrarse como un defensor acérrimo «de la Constitución y la ley».

De la sanción de la Constitución reformada ha transcurrido apenas poco más de un año. Si uno revisa prolijamente su articulado puede encontrar un gran número de normas que no se cumplen o se violan. Recordarlas todas llevaría mucho más espacio que el de esta nota. Pero debe bastar con señalar que los constituyentes ratificaron la incorporación a la carta provincial, aprobada en 1957, de la Declaración de los Derechos del Hombre aprobada por las Naciones Unidas en 1948. Ese texto habla en sus considerandos de que «el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie, ultrajantes para la conciencia de la humanidad», y considera «esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho».

El artículo 3 merece una lectura atenta de quienes gobiernan: «Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona». A la vida, a la libertad y a la seguridad.

JORGE GADANO

tgadano@yahoo.com.ar


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