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El partido de Patagones encara una lenta mejora

En una zona experimental prueban con distintas plantaciones para recomponer el suelo afectado por la voladura del año pasado. El proceso marcha, pero a paso lento.

Enrique Camino

ecamino@rionegro.com.ar

En un intento de acelerar el proceso de rehabilitación del suelo, en el partido bonaerense de Patagones se han tomado en serio el reto de revertir la voladura de campos frente a la creencia de numerosos productores sobre que la salvación era el desmonte del bosque nativo para incrementar la frontera agrícola, relativizando los pronósticos de cambio climático.

Los intentos por conseguir una recuperación ecológica sobre la base de un desarrollo sustentable se enmarcan en un grave contexto: la desertización. Las investigaciones permitieron dar cuenta de una disminución de 512.310 hectáreas pertenecientes a vegetación originaria entre 1975 y el 2009 y un posterior mal manejo de la producción agrícolo-ganadera.

Por ese motivo es que sobresale ahora una experiencia emprendida por el Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires (MAA), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Municipalidad de Patagones.

Se trata de un proyecto de experimentación adaptativa denominado “Evaluación de alternativas de manejo del suelo para detener la erosión y realizar prácticas de recuperación de campos”.

Los ensayos se llevan a cabo en unas 217 hectáreas pertenecientes al establecimiento “Don Omar”, a la altura del kilómetro 926 de la Ruta Nacional Nº 3. Como la gran mayoría de los campos, esta vasta zona bonaerense a principios del 2010 sufría las consecuencias de un proceso erosivo de gran magnitud.

La erosión fue resultado de muchos años de un manejo intensivo y un pobre régimen de lluvias. (Ver aparte)

Los lotes en estudio se encontraban degradados. En numerosos sectores se observaba la pérdida de hasta 18 centímetros del horizonte superficial, con el piso de arado expuesto. Los sedimentos arenosos volaban y se depositaban en diversos sitios de los potreros, dependiendo de la predominancia de los vientos.

En dos de esos potreros existe una pronunciada pendiente hacia el sudoeste y con las intensas lluvias registradas en febrero del 2010 se provocó un arrastre de suelo muy grande dada la casi nula cobertura existente. Esto dio lugar a la formación de una profunda zanja.

La propuesta de los organismos públicos tiene como objetivo la experimentación y validación a campo de prácticas referidas al manejo del suelo en una situación de precariedad. Se aplicaron nuevas técnicas todavía no evaluadas en la región para el control de la erosión y la recuperación productiva del suelo.

Las metas específicas son controlar la erosión hídrica y eólica, restaurar superficies limadas, evaluar parámetros de suelo –productivos y análisis económicos– y desarrollar componentes tecnológicos para implementar un modelo consolidado.

Este campo demostrativo debe arrojar resultados que puedan ser difundidos a otros productores cuyos establecimientos se encuentren en condiciones de degradación del suelo similares a éstas.

En el primer año de esta representación se efectuó una siembra de cebada en surco profundo con el objetivo de lograr en forma rápida una cobertura vegetal que detuviera la voladura de los lotes. Se alcanzó una implantación aceptable, se llegó a la cosecha y quedó una buena acumulación de rastrojo. Se comenzó con ensayos con adhesivos para controlar la erosión. En las zonas con pendiente se sembró siguiendo líneas en contorno y en el fondo de las zanjas se plantaron tamariscos, álamos plateados y olivos de Bohemia.

El tiempo pasó y la zona fue bendecida por precipitaciones pluviales extraordinarias que no sólo inundaron campos del sector sino también del área circundante a Stroeder.

Los rindes de los tres lotes puestos bajo ensayo arrojaron un promedio de cosecha de 3.184 kilos por hectárea sembrada, con lo cual se logró la primera aspiración planteada, es decir, la obtención de suficiente cobertura vegetal a fin de ir terminando con el raspaje.

Durante este año se trazaron curvas de nivel perpendiculares a las pendientes y se incorporó una mezcla de cereales de invierno (triticale, centeno y trigo) con pasturas perennes como el agropiro.

El segundo capítulo en marcha comprende la elaboración de estrategias apuntando a recuperar los suelos y su productividad. Por caso, las coberturas inyectarán el necesario nitrógeno a la tierra.

Asignaturas pendientes

La pregunta que cae de madura es si finalmente se detuvo la desertización. En su primer balance, el ingeniero Hugo Giorgetti (MAA) explicó a “Río Negro” que el proceso de erosión comenzó a reducirse merced a la abundante lluvia y a la rápida implantación de verdeos. Al mismo tiempo, advirtió que aquellos campos que no fueron sembrados siguen inutilizados y por lo tanto “no hay que dejarse estar y apostar a cultivos perennes y una planificación en la rotación de cultivos”.

Si bien considera apresurado cuantificar la superficie recuperada para cultivos, observó que en 600.000 hectáreas relevadas mediante imágenes de satélite analizadas por el INTA-Hilario Ascasubi se pudo corroborar que más del 60% se encuentran erosionadas. De ese porcentaje, un 90% se encontraba bajo la calificación de “moderada a grave”. En consecuencia, para el agrónomo existe “una situación difícil y que llevará tiempo recuperar”. Aclaró que ello “no complica la producción y, de hecho, en la medida en que acompañe el tiempo se puede recuperar la actividad agrícola e ir manejando el recurso, aunque la estructura fértil demandará tiempo”.

Otro interrogante es si los ensayos son un punto de partida. Asintiendo, mostró los pasos a seguir. “Primero es parar la erosión con cobertura suficiente y luego, con la distribución de leguminosas y verdeos en franjas y contornos. Si ajustamos técnicas de cultivo se podrá trasladar a la gran mayoría de los establecimientos”, explicó.

La nueva fundación

El poblado que más notó el desastre ecológico fue Stroeder, en el centro mismo del partido más extenso de la provincia de Buenos Aires, que posee más de un millón de hectáreas.

Allí Alcides Haure, productor y delegado de la Federación Agraria Argentina (FAA), muestra las dos caras de una misma moneda.

Da cuenta de la lenta recuperación de los campos con la normalización climática, que permitió a los productores de mediana envergadura conseguir en áreas de la costa marítima hasta 1.800 kilos de trigo por hectárea y rindes de 500 kilos en sectores marginales.

Sin embargo, ensaya una explicación sobre los esfuerzos ingentes que se están realizando para superar la crisis socioeconómica. “Hay situaciones que generan mucha impotencia –apunta–, ya que la ayuda a 250 productores (de cinco millones de pesos) sirvió para la subsistencia y para patear para adelante porque muchos salieron del sistema, bajaron los brazos, pusieron candados en las tranqueras o vendieron en virtud de que la reconversión a ganadería no está funcionando todavía”.

El gobierno bonaerense no les soltó la mano, pues apareció presupuesto para gasoil y semillas y un fondo rotatorio de 1,8 millones de pesos cuyo propósito es afincar un plan de producción ovina.

La mutación productiva tardará en llegar. Hay nuevos sembradíos de largo aliento en cosecha fina que llevan apenas dos meses de existencia. Falta una nueva caída de agua. Los años próximos oscilarán entre la salida de la crisis y la refundación. En las catástrofes mundiales o en las flaquezas de salud siempre hubo un día después.

Para estos actores, en el debate por el suelo es como empezar de cero.


Enrique Camino

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