El presidente, dividido entre Villepin y Sarkozy

El presidente francés, Jacques Chirac, intenta resolver la que quizás sea la batalla más importante dentro de su largo mandato con una arriesgada maniobra. En el conflicto por la reforma laboral respalda al primer ministro Dominique de Villepin y promulga la ley.

Al mismo tiempo dice que la ley no puede ponerse en práctica así como ha sido presentada y anuncia una nueva versión que contempla las principales críticas de los sindicatos.

De esta forma cede también ante el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que espera una buena oportunidad para salirse del gobierno, y que ahora ya no puede evadir la disciplina de gabinete.

Chirac logró probar la cuadratura del círculo, pero sólo en el ámbito de su gabinete, ya que la oposición y los sindicatos están desilusionados y llaman – visiblemente de mala gana- nuevamente a la lucha. Sobre todo escuchan una cosa: Chirac defiende la ley y la firma de la misma antes de que pueda comenzar el diálogo social.

Justamente en contra de esto son convocadas las manifestaciones y huelgas del próximo martes. Con esta decisión tampoco se destierra el peligro de una escalada en el conflicto, con más violencia y una radicalización de la juventud, que se ha politizado en esta disputa.

La lucha de poderes hace tiempo que no gira en torno a la reforma laboral juvenil. Se trata del poder del Estado contra el poder de la calle; de la unión del Gobierno y la legitimidad de la V República, que otorga al presidente toda la responsabilidad ante el Parlamento y la justicia y concede un papel secundario a los debates parlamentarios. Y se trata, de forma muy particular para Chirac, de lograr un final medianamente aceptable tras dos legislaturas desastrosas.

Aquel que una vez fue el «bulldozer» de los neogaullistas se ha convertido hoy en rehén de su primer ministro y heredero político, Dominique de Villepin, que pretende subyugar a los sindicatos a base de mano dura en la confrontación.

Villepin hizo carrera siempre al lado de Chirac, sin tener que presentarse jamás como candidato a elecciones. En dos ocasiones, en 1995 y en 2002, condujo a Chirac a la victoria por su labor como estratega electoral. También fue el artífice de la disolución anticipada del Parlamento en 1997, que devolvió el gobierno a los socialistas y paralizó la política interior de Chirac. Y ahora, con su curso en solitario para sacar adelante el Contrato Primer Empleo (CPE) provoca la ruptura en las filas del Gobierno, que Chirac modificó hace tan sólo diez meses. Esta vez fue Chirac el que lo salvó. (DPA)

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