El regreso de Mankell, sin Wallander

Refleja la vida de los inmigrantes ilegales.

En un registro muy distinto al de la saga sobre el detective Wallander –a la que dio fin con la publicación de “El hombre inquieto”– el escritor sueco Henning Mankell narra en “Tea Bag”, las historias de un grupo de inmigrantes ilegales desgarrados por las secuelas del destierro y los obstáculos para forjarse una vida aceptable.

En rigor de verdad no se trata de una obra gestada por el autor de “La leona blanca” y “Los perros de Riga” luego de que decidiera dar por terminada la exitosa serie policial, sino de una novela que fue publicada en Suecia en el 2004, aunque recién ahora llega a España y Latinoamérica de la mano del sello Tusquets.

En “Tea Bag”, Mankell refleja las penosas condiciones de vida a las que son sometidos a diario los “sin papeles” y el drama de su éxodo hasta la decadente Suecia, aunque la vigencia del retrato queda revalidada en todo el continente europeo.

La novela se recorta furiosamente de las dos vetas mayormente exploradas por el escritor: por un lado el género policial –cuyos últimos pasos fueron “decretar” la demencia senil para el personaje del inspector Wallander– y por el otro sus referencias a África, la otra gran vertiente de su narrativa.

En esta incursión literaria, el escritor y dramaturgo sueco presenta una serie de territorios atravesados por el desgarro, la pobreza, la inseguridad, la violencia, la explotación sexual y el fundamentalismo islámico, cuestiones que condenan a sus víctimas a un largo periplo.

Estas dramáticas historias están articuladas por la mirada de Jesper Humlin, un poeta y escritor sueco que se conecta con el mundo de los “ilegales” y decide mostrar su rostro a la insensible sociedad sueca.

Pese a esta pátina de “humanidad”, Humlin es un hombre frívolo y egoísta que mantiene una cierta sensibilidad a regañadientes hasta que empieza a cambiar su modo de pensar e intenta hacer algo por su entorno.

Sumido en el desasosiego de la sociedad de la abundancia, el personaje conserva su dignidad al rechazar la propuesta de un editor que le solicita que escriba novelas policiales bajo el argumento de que “son más rentables que los libros de poesía”.

A partir de la negativa, conoce a una joven inmigrante africana quien trae consigo una historia de huida que terminará de redimir al poeta: Humlin no podrá mantenerse ajeno ante el atroz periplo al que Tea-bag (así se llama esta mujer) ha debido someterse en búsqueda de un futuro mejor.

Mankell no es un hombre de soluciones: su “progresismo” le hace ser sensible pero lo incapacita para encontrar un orden justo por sus inestables valores y su relativismo casi enfermizo.

De hecho, cuando al final Humlin se decide a hacer algo las cosas le salen rematadamente mal, pero al menos aparece como en camino para despojarse de la costra de su yo superlativo, dispuesto a registrar a los demás “humanos que sufren” y necesitan su solidaridad.

Autor de una saga que a partir de los 90 cautivó a los argentinos (“Asesinos sin rostro”, “Los perros de Riga”, “La Leona Blanca”, “El hombre sonriente”, “La falsa pista”, “La quinta mujer”, “Pisando los talones”, “Cortafuegos” y “La pirámide”, publicados por Tusquets), Mankell mantuvo una entrevista con Télam en el hotel céntrico donde se hospeda.

Nacido en Estocolmo hace 60 años, Mankell es conocido internacionalmente por el éxito de una veintena de novelas entre las que se destacan “La pirámide”, “El hombre sonriente”, “El retorno del profesor de baile”, “La quinta mujer”, “Profundidad”, “Zapatos italianos” y “El chino”, entre otras.

El autor de “El cerebro de Kennedy” y “Pisando los talones” está casado con Eva Bergman –hija del dramaturgo y cineasta Ingmar Bergman– y vive actualmente entre Estocolmo y Mozambique, país al que llegó tras unirse en el 2000 a la organización Médicos sin Fronteras cuando el territorio fue devastado por una inundación.

Fruto de su interés por África publicó “Moriré, pero mi memoria sobrevivirá”, una reflexión sobre el devastador impacto de la epidemia del sida en ese continente que llegó a Buenos Aires en agosto del año pasado editado por Tusquets.

Mankell ha cautivado a miles de lectores en todo el mundo con una serie de tramas que dejan al descubierto el vacío y la tristeza que se instala en el hombre “realizado” que propone la sociedad sueca, paradigma de sociedad libre e igualitaria.

El autor suele trabajar sobre la hipótesis de que la sociedad despersonalizada, autista y masificada que surge en sus libros es muchas veces la responsable de que los seres marginados decidan hacer justicia por mano propia.

Mankell utiliza también la literatura para denunciar la xenofobia, el racismo, las desigualdades sociales, el fanatismo religioso y la incapacidad de los seres humanos para expresar sus emociones, todo en el marco de tramas que se fortalecen con los mejores recursos de la novela policial.

Wallander, el célebre inspector de policía que protagonizó más de una decena de libros e inspiró varias adaptaciones cinematográficas y hasta una serie televisiva, nació con la novela “Asesinos sin rostro” en 1991 y tuvo su último exponente con “El hombre inquieto”, publicado el año pasado.

Alguna vez Mankell contó que el nombre del comisario lo sacó de una guía telefónica de la ciudad de Malmo y que la idea de que su personaje padezca diabetes la tomó de una médica amiga a la que le preguntó qué enfermedad podría sufrir el personaje: “Con la vida que lleva, diabetes, sin duda”, le respondió ella.

Wallander, que arrastra la sensación permanente de fracaso por su matrimonio roto y la complicada relación con su hija, y que luce agobiado por el sobrepeso y su afición al alcohol, se ha convertido en uno de los más interesante íconos de la novela negra contemporánea.

Con todo, el mayor mérito de Mankell es la capacidad que tiene su escritura para indagar en otras realidades más profundas que el propio caso a resolver, algo que denota su conocida frase: “¿Quién mató a quién? A mí lo que me interesa es indagar qué ha pasado y por qué”. (Télam)


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