El “relato” comunicativo
ALEARDO F. LARÍA
La libertad de expresión, atendiendo a la creciente hostilidad que dispensa el gobierno a los medios de comunicación que no le son afines, está sensiblemente afectada en nuestro país. El Grupo Clarín es objeto de una campaña oficial de agresión permanente, se dictan disposiciones destinadas a menoscabar su estabilidad jurídica y es víctima de actuaciones de hecho dirigidas a trabar la distribución de sus ediciones. Por otra parte, el uso de los medios públicos de comunicación para difundir propaganda partidista y agredir a los partidos rivales –de lo que el programa “6, 7, 8” es el ejemplo más notorio– conforma una práctica que es ajena a cualquier cultura democrática. Si esas actuaciones abusivas son claras y evidentes, y por lo tanto no requieren mayor comentario, interesa en cambio indagar en los presupuestos ideológicos que operan detrás de esos comportamientos antidemocráticos. Ha sido Murray Edelman quien ha destacado que la política es un espectáculo que construye y reconstruye los problemas de la sociedad y que los relatos políticos son creaciones de los actores políticos interesados en ellos. De esta manera, las noticias políticas, más que un relato de hechos son entidades ambiguas que obtienen la significación que los observadores interesados en crear el espectáculo político les asignan. La característica de los hechos políticos es que, a diferencia de los fenómenos naturales, están expuestos a una controversia sobre sus significados que nunca termina de ser resuelta. Los líderes políticos pueden ser percibidos como auténticos o artificiales, probos o poco honrados, y las políticas que propugnan pueden ser consideradas favorables a un grupo social o a los intereses de todos, eficaces o ineficaces, tibias o audaces. El desacuerdo es consustancial a la actividad política y perdura a través del tiempo para contribuir a formar luego las diversas interpretaciones históricas. Por consiguiente, la creencia de que existe una confabulación de las “corporaciones mediáticas” para imponer un “relato” que sustrae la posibilidad de que el pueblo acceda a la “verdad” no es más que uno de los mitos característicos de los populismos vernáculos. Mito o paranoia que cumple una función útil a un movimiento que carece de proyecto, estructuras y homogeneidad ideológica y que necesita conseguir una mínima identidad construyendo enemigos de los cuales diferenciarse. La tolerancia a las opiniones críticas sólo será posible cuando los ganados por una fe de naturaleza religiosa rompan su burbuja cognitiva y acepten que no hay posibilidades de obtener un relato único y “verdadero”. La creencia en el rigor y la objetividad de los razonamientos políticos supone buscar debajo del farol, donde la luz es buena, las llaves que uno sabe que ha perdido en el lugar oscuro de la calle.
HOY es el DÍA MUNDIAL DE LA LIBERTAD DE PRENSA
ALEARDO F. LARÍA
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