El secreto de los comercios clásicos que perduran en el tiempo

Con estrategias caseras resisten la competencia con las grandes cadenas, las compras on-line o el furor por ir a Chile. Seis ejemplos de vigencia.

Cada uno con su historia y avatares, un puñado de comercios que nacieron y crecieron en Bariloche se han convertido en verdaderos clásicos y tienen un lugar bien ganado en la identidad de la ciudad.

Los hay de bajo perfil y consolidada posición, que se apoyan antes que nada en una clientela incondicional. Otros, con mayor presencia publicitaria, han construido una marca omnipresente y batallan día a día por pervivir a la competencia y mantenerse vigentes.

Bariloche tiene hoy alrededor 5.500 comercios habilitados, un número que crece a ritmo sostenido, aun en épocas de recesión. Según un informe reciente del municipio, en los últimos doce meses se registraron 1.502 “altas” comerciales y 590 “bajas”.

La ciudad tuvo cambios muy acentuados en los últimos cuarenta años, con una población que prácticamente se duplicó, y con la aparición constante de nuevos barrios y centros comerciales.

En tiempos de ventas on-line, de planes de marketing profesionales y del auge de las compras a Chile quedan resquicios –por qué no– para las estrategias caseras que también tienen lo suyo.

Con el ensanche del mercado llegaron inversores de peso y cadenas como Walmart, Frávega, Garbarino, McDonald’s, Musimundo, Hipertehuelche y otras que redefinieron el mapa y archivaron para siempre la tradición de las despensitas barriales y los antiguos “ramos generales”.

Ante esa marea, fueron muchos los que quedaron en el camino. Pero también existen los que lograron modernizarse sin perder la esencia, los que sumaron algún rubro y desecharon otro, los que traspasaron el mando de una generación a otra y todavía permanecen a flote.

Entre los comercios que resisten el paso del tiempo hay casos singulares. Está por ejemplo la florería Chic, tiene más de 60 años, de los cuales 45 los cumplió en su actual ubicación de Vicealmirante O’Connor 439.

Su encargado, José Ceballos, dijo que traen flores de Buenos Aires, y también venden bulbos, semillas y plantines que producen en su vivero del kilómetro 5. “Trabajamos mucho con hoteles, pero también con turistas y con clientela tradicional que ya nos conoce”, explicó.

Otros ejemplos

Hay muchos otros que también se resisten a la dinámica de lo efímero, como la tradicional casa de repuestos Warnes Bariloche (que lleva 35 años en Vicealmirante O’Connor y Goedecke). Uno de sus dueños admitió que los buenos tiempos quedaron atrás y si perduraron hasta hoy es porque los conoce “todo el mundo”. Pero pagan el precio de haber quedado lejos de la nueva zona “repuestera” de la ciudad, en Elordi y alrededores.

También hay antiguos reductos como el bar La Gallega, en Mitre casi 25 de Mayo y casas de electrodomésticos como La Técnica, sobre la calle Onelli.

En chocolatería gourmet sobresalen marcas como Benroth, una fábrica fundada hace 51 años por Bernardo Benroth en Beschtedt al 500, donde funciona hasta hoy. A pesar de no estar en el micro centro, donde relucen los vistosos locales de sus competidoras, Benroth se renueva y crece generación tras generación.

Eduardo Grassi, uno de los responsables del emprendimiento, aseguró que hacen “chocolate de culto”. Dijo que tanto locales como turistas los buscan porque privilegian la innovación. “El boca a boca es nuestro pan de cada día –aseguró–. Aquí sólo trabaja la familia y la atención es personalizada. Nos alcanza para lo que necesitamos, sin sacrificar el estilo de vida”.

Hablar con los hacedores de estos emprendimientos obliga a volver la vista sobre el Bariloche casi íntimo de hace cincuenta años. En sus trayectorias azarosas los comercios clásicos resaltan las cicatrices que dejaron sucesivas crisis volcánicas, hiperinflaciones, irrupciones de nuevos competidores y cambios en las tendencias de consumo.

En cualquier caso llegaron hasta hoy, y puede decirse que han dejado huella en el modo de ser barilochense, por su definida vocación por sentar raíces y por el oportunismo para reconvertirse en el momento justo.

En números

Alfredo Leiva

Casa Valdez: “Tener lo que nadie tiene”

Llevar adelante una casa de repuestos con un stock permanente de 10.000 a 12.000 artículos (más los que consigue a pedido) no es para cualquiera. En eso anda desde que tiene memoria Carlos Valdez, quien continúa con el comercio iniciado por su padre en 1955 y en el que hoy lo ayuda Javier, uno de sus hijos, que es técnico mecánico.

Casa Valdez es una referencia ineludible para quienes buscan repuestos de cualquier marca para suspensión, cajas, motores o tren delantero. “Nuestra diferencia es tener lo que no tiene nadie”, dijo Carlos. Pero también es indispensable contar con un registro ordenado de compras y con estanterías bien clasificadas para satisfacer al cliente con rapidez. Valdez recordó que en 1981 vendió un Renault 12 y compró su primera computadora para informatizar el stock, cuando lo habitual era llevar todo a mano. “En aquel momento no éramos más de cuatro en todo el país los que trabajábamos así”, aseguró.

Carlos Valdez dijo que el mercado automotor cambió muchísimo. Y que se mantienen por la confianza de los clientes y también de los proveedores, porque cuando necesitan una pieza llaman y se las envían de inmediato, sin depósito previo. “La gente sabe todo esto y cuando buscan un perro verde vienen para acá”, afirmó.

La tarjeta reemplazó a la libreta de fiado en La Bombonera

En el barrio El Mallín hay una esquina distintiva. El azul y amarillo resalta en las paredes y un cartel en lo alto presenta a “La Bombonera”. Empezó como despensa y hoy es un minimercado que tiene casi de todo. En un esmerado aprovechamiento del espacio conviven artículos de almacén, perfumería, verdulería y carnicería. Las heladeras de bebidas alineadas a un costado son muy requeridas y también el miniquiosco junto a la caja.

Abel Alegría abrió el negocio hace 47 años y aún hoy supervisa lo general, aunque las decisiones las toma su hijo Omar.

“Viene mucha gente del barrio, pero también de otros lados. Por los precios y también por la atención”, contó Abel. Los grandes supermercados no fueron el fin para La Bombonera. Los obligó a reconvertirse. Además de las crisis económicas, los años de la dictadura militar también fueron duros. “Venían los soldados con ametralladoras y se llevaban mercadería, sin pagar nada. Mucha prepotencia y abuso”, recordó Abel. Dijo que en aquella época todavía se manejaban con anotador para las cuentas corrientes y había “gente buena y de la otra”. Todavía conserva la libreta de los “irrecuperables”.

Señaló que si el negocio se mantiene es por la voluntad para charlar con los clientes.

El local más céntrico de Elvira de los dos que tiene en Bariloche.

Marcelo Martínez

Casa Raúl: “Ser dueños y tener mucha variedad”

Durante décadas la búsqueda de un juguete, de un libro recomendado o de los útiles que pidieron en la escuela llevó a miles de barilochenses hasta Mitre al 300, donde funciona Casa Raúl. En el amplio local de tres plantas (630 m2) hay lugar para todo. Abajo reinan las pelotas y muñecas. En los pisos superiores, los libros.

Osvaldo Riquelme trabaja en Casa Raúl desde hace 45 años. Contó que el comercio abrió sus puertas en 1960 y se mantiene hasta hoy por el impulso de su propietaria, Nelly García. Desde el primer momento la consigna fue “tener de todo”.

Según Riquelme, esa variedad les permite aprovechar cada momento del año. “En temporada fuerte de turismo se venden muchos libros –describió–. En el comienzo de clases todo el mundo busca útiles. Y después están las fechas clave para los regalos: Navidad, día del niño, día del padre y de la madre”.

Actualmente Casa Raúl tiene 8 empleados. Riquelme recordó que hubo crisis muy fuertes como la de 2001, y también la de 2011, con la erupción del volcán. Dijo que para ellos resultó clave ser dueños del local, porque muchos comerciantes debieron cerrar al verse superados por el alquiler.

Riquelme dijo que para Casa Raúl el turismo es importante, simplemente por su céntrica ubicación. Pero también tiene “una clientela de Bariloche que es muy fiel”.

Bar La Copa: “Una necesidad social y humana”

El puro gusto por conversar un rato y jugar un truco o una partida de dados con amigos es la tradición que mantiene en pie al bar La Copa. Funciona desde hace 40 años en calle Frey entre Gallardo y Tiscornia y es de los muy pocos de su tipo que quedan en Bariloche.

El encargado es Aníbal Barría (79 años), quien dijo no recordar con exactitud cuándo abrió sus puertas el discreto negocio. Confió que para los habitués el bar es “una necesidad social y humana”.

No más de cuatro o cinco mesas, un mostrador despojado, unas pocas botellas en la antigua vitrina y un televisor en lo alto componen la escenografía. Barría dijo que alguna vez también tuvieron un “mini pool”.

Reconoció que el futuro es incierto y que podrían cerrar a fin de año porque los dueños del inmueble “piensan en edificar”.

El bar abre todos los días de 10 a 14 y desde las 18 hasta la madrugada. Don Bórquez, uno de los habitués, afirmó mientras degustaba una caña que en la calle Mitre hubo alguna vez más de 10 pequeños bares de la misma especie y en toda la ciudad llegó a contar 73. Un verdadero estudioso del rubro.

Casa Elvira aprovechó “los nichos desatendidos”

Después de trabajar 10 años en una firma local de electrodomésticos y hogar, Jorge Elvira decidió independizarse. Corría 1989, tiempos de hiperinflación y recambio de gobierno. Al año estaba fundido. Pero decidió levantarse y continuar.

Hoy encabeza la empresa de origen local que mejor se acomodó frente al desembarco de los gigantes del rubro y constituyó incluso una pequeña cadena regional con presencia en Esquel, El Bolsón, La Angostura, Junín y San Martín de Los Andes y Jacobacci. A esta última Elvira la llama “la sucursal patriótica”.

Elvira admitió que competir con las cadenas es complicado, “pero la libertad de comercio existe y hay que adaptarse”. Aunque tiene unos 60 empleados (24 en Bariloche), afirmó que la suya no dejó de ser una empresa familiar, a la que lleva adelante con su mujer y sus dos hijos. “Dedicarse al comercio no permite quedarse quieto un minuto –afirmó–. La viabilidad de un emprendimiento así depende de buscar nichos que no han sido cubiertos”.

Todo y Puelche: “Ofrecer una propuesta atractiva al cliente”

El comercio mayorista de alimentos es un sector dinámico y ágil que demanda actualización permanente. En ese mundo se inició a fines de los 80 Roberto Gilio, cuando se hizo cargo junto a su hermano de la distribuidora Puelche.

Su padre ya tenía tradición en el comercio y algo de esa herencia influyó en la decisión. Lograron progresar desde un pequeño local en O’Connor y Onelli hasta la planta actual, sobre Luis Piedra Buena, en el ingreso este a Bariloche. Gilio reconoció que aquella fue una apuesta grande, porque ese lugar era por entonces “un gran descampado”.

A partir de 2001 comenzaron a incursionar en el supermercadismo, cuando adquirieron la cadena local Todo (Quetrihue SA), que hoy se multiplicó en 23 locales, 13 de ellos en Bariloche y Dina Huapi, y el resto en el norte de Chubut y el sur neuquino. Gilio resaltó que en Bariloche les toca repartirse el mercado con firmas que son “líderes en el mundo”, como Walmart y Carrefour, además de la cadena La Anónima. “Hay desventajas estratégicas en el comercio regional para nuestro rubro, por eso para mantenerse hay que tener mucha conducta y cuidar la relación con los proveedores”, afirmó el empresario.

También mencionó entre sus recomendaciones las de “tener una propuesta atractiva para los clientes, ser eficientes y acertar con las políticas de inversión”. Dijo que sólo así pudieron sobreponerse a las crisis económicas como la del 2001, la del volcán en 2011 y los saqueos de diciembre de 2012, que golpearon mucho a la empresa.

Datos

5.500
comercios hay habilitados en Bariloche. La cifra crece a buen ritmo pese a las épocas de recesión.
1.502
“altas” comerciales hubo en los últimos doce meses según datos del municipio.
590
“bajas” comerciales se produjeron en el mismo período.

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