El sistema financiero

La crisis mundial por la que transitamos conlleva una gran incertidumbre; no se sabe con certeza cuándo puede concluir y cuál será el balance final de transformaciones en las distintas partes de un mundo interconectado. Sólo cabe sostener que en algún momento del ciclo se entra en el sendero de la recuperación. No obstante, todo parecería indicar que para el Primer Mundo lo peor de la debacle ya pasó; queda el lento camino del retorno al crecimiento y la más lejana reconstrucción del mercado laboral. En Estados Unidos, la compra de bienes durables como departamentos o autos, juntamente con los balances positivos de las empresas, estaría indicando cambios de tendencias. En América Latina, la onda de la depresión llegó un poco más tarde que en el Primer Mundo, lo cual nos hace pensar que habrá también una tardanza mayor en la salida.

Reflexionando sobre el origen de esta tremenda caída de la actividad económica, hay un cierto consenso en señalar que la causa primaria estuvo en la inmensa proliferación de operaciones financieras que expandieron el problema descontroladamente. Inicialmente, parecía localizado en un conjunto de créditos hipotecarios mal otorgados. Pero el 25 de setiembre del 2008 la quiebra del antiguo y prestigioso banco Lehman en Estados Unidos dio la alarma sobre la profundidad de la crisis. Posteriormente, el gobierno lanzó los grandes rescates financieros, a la AIG, la mayor empresa aseguradora del mundo y a otras instituciones crediticias. Las ayudas luego pasaron a la economía real, auxiliando a uno de los símbolos del poderío industrial norteamericano: la General Motors.

Resulta interesante la comparación con lo acontecido en la Gran Depresión; en 1930 se contaba con 29.000 bancos y tres años después quedaban 12.000, siendo ésta la principal causa de la ampliación del derrumbe. En 1933, en el reordenamiento posterior, se prohibió a la banca comercial actuar como agente de colocación de inversiones y operar como aseguradora de préstamos. En 1999, como resultado del «lobby» privatizador se sancionó la ley de modernización de los servicios financieros, que revoca la legislación de control de las actividades mencionadas, otorgando la libertad de operaciones a los bancos. Esto generó un crecimiento vertiginoso de préstamos en menos de una década, juntamente con una importante suba de los precios de la vivienda. Posteriormente, la onda especulativa alcanzó a las «commodities», productos básicos como el petróleo o la soja, hasta que la burbuja explotó, cayendo los valores y subiendo rápidamente el desempleo.

En junio, Barak Obama propuso nuevamente una reforma «para proteger la economía de los vaivenes de las finanzas». El presidente del gran país del Norte sostuvo que había que alejar la actividad de la especulación incontrolada. En el informe al Congreso expresó: «Durante las últimas dos décadas, las vidas de millones de personas han sido profundamente afectadas por los sucesos del sistema financiero». La propuesta reguladora de Obama contempla darle mayor poder de control a la Reserva Federal (Banco Central de los Estados Unidos), legislar sobre el manejo de las tarjetas de crédito, obligar a los bancos a mantener mayores reservas de capital, supervisar los ingresos de sus ejecutivos y vigilar atentamente los fondos especulativos. En síntesis, se regresa a una mayor legislación de la actividad bancaria. Los controles han pasado del mundo financiero a un bien muy importante: el petróleo. En julio del corriente año, la principal agencia de regulación de mercados y precios futuros de Estados Unidos (CFTC) anunció que establecerá normas más estrictas en las operaciones de valores futuros del combustible; las mismas tratan de restringir las influencias especuladoras en los precios del «oro negro». En ese sentido se han manifestado el primer ministro británico Gordon Brown y el presidente francés Nicolás Sarkozy, sosteniendo que el valor del petróleo es «peligrosamente volátil» y que desafía «las reglas establecidas de la economía». Éste es un dato muy importante para Neuquén.

Si bien la crisis actual no fue visualizada por los organismos internacionales de crédito, tales como el Banco Mundial o el FMI, algunos indicios anunciaban los tiempos difíciles. En diciembre de 1996 el entonces presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, en una cena oficial en Washington advertía sobre «la exuberancia irracional de los mercados» que en algún momento generaban una subida excesiva de precios, para luego caer en imprevisibles y prolongadas contracciones de la economía.

En 1999, el hoy premio Nobel de Economía Paul Krugman identificaba acontecimientos peligrosos en la globalización de los noventa; entre ellos, la crisis mexicana, conocida como el efecto Tequila, la asiática en Tailandia, Indonesia y Corea con su prolongación en Rusia, así como el marasmo económico de Japón, potenciado por su burbuja inmobiliaria de fines de los ochenta. Finalmente, el derrumbe de nuestro país se agudizó por el estancamiento económico durante la presidencia del Dr. De la Rúa y concluyó con la incautación de los depósitos, la gran devaluación y el «default» de la deuda pública.

La depresión de los treinta dio lugar al abandono del capitalismo liberal y su modificación por el intervencionismo del Estado. Al dudarse del orden que creaban las leyes de la oferta y la demanda se debía regular la actividad económica. El pensamiento del célebre economista inglés J. M. Keynes está asociado a este giro político.

A fines de la Segunda Guerra Mundial en 1945, los efectos destructivos del conflicto, juntamente con la competencia de la entonces poderosa Unión Soviética y su socialismo, dieron lugar en algunas regiones a la otra gran transformación del capitalismo, la socialdemocracia. Este tipo de organización política protege a sus sectores débiles o marginados (madres solteras, ancianos, desocupados, etc.). Posteriormente, los seguros de salud universales cubrirían a toda la población. Es sabido que desde fines de los setenta cambió nuevamente la tendencia, pasándose a un nuevo capítulo neoliberal.

Los últimos acontecimientos han llevado a un retorno de las tradiciones keynesianas. Como es lógico, luego de cada gran crisis los esfuerzos se encaminan a prevenir en lo posible su repetición. La experiencia en esta ocasión ha sido terminante: el sistema financiero no se autorregula; sin embargo, pareciera que no se han dado las condiciones para una profunda reforma del capitalismo.

Concluimos pensando que nadie puede garantizar que ésta sea la última fluctuación, ya que las veintidós economías más grandes del mundo tuvieron entre 1960 y el 2007 ciento veintidós recesiones. El sistema avanza cíclicamente con la prosperidad y la depresión, siendo complicado arbitrar una política económica para evitar sus sinuosos movimientos.

ERNESTO BILDER (*)

Especial para «Río Negro»

(*) Profesor FEA- UNC

ERNESTO BILDER


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