El temor y la confianza conviven en los corazones brasileños

Las obras y el malestar social generan fuertes dolores de cabeza

AP

mundial 2014

El fútbol brasileño despide el año confiado en alzarse con el “hexacampeonato” en el Mundial, pero también con el temor de que la cita, la primera que recibe el gigante sudamericano en 64 años, se convierta en un desastre logístico. A la precariedad de la red de aeropuertos y carreteras y a los graves problemas de tránsito en las grandes ciudades se suma el retraso en las obras de seis de los 12 estadios del Mundial, que no estarán listos en diciembre, y al menos uno de ellos –precisamente el de San Paulo, donde se jugará el partido de apertura el 12 de junio– recién será entregado a mediados de abril, según admitió la propia FIFA. Las obras del estadio paulista fueron demoradas por la caída de una grúa que instalaba el techo de la arena, que causó la muerte a dos obreros y damnificó parte de las tribunas a fines de noviembre. Días después, durante el sorteo en Costa do Sauípe, el presidente Joseph Blatter rogó “a Dios, a Alá o a quien fuere” para que no hubiese más accidentes. Pero las fuerzas divinas no lo escucharon, ya que el fin de semana pasado un obrero falleció al caer de una altura de 35 metros cuando instalaba reflectores en el estadio de la amazónica y calurosa Manaos, que recibirá cuatro partidos de grupo, entre ellos Italia vs. Inglaterra. Los problemas logísticos no son los únicos que preocupan al gobierno brasileño, que también teme que se repitan durante el Mundial las masivas protestas populares que sacudieron al país en la Copa Confederaciones en junio pasado. Las críticas a los 11.000 millones de dólares invertidos para preparar la cita y la demanda de mejores servicios públicos siguen figurando en la agenda. “No va a haber Copa”, advierten los líderes de las manifestaciones en las redes sociales. La presidenta Dilma Rousseff, quien buscará en octubre, tres meses después del Mundial, minimizó los riesgos y aseguró en Costa do Sauípe que el país realizará “la madre de todas las Copas”. “En Brasil el fútbol está en casa”, destacó. Pero Blatter dejó en claro su preocupación y llamó a los brasileños a que, “a través del Mundial, se unan entre sí y se unan a todo el mundo” y otorguen al fútbol “el valor que le corresponde, dentro y fuera del terreno de juego”. Más allá de los problemas, los brasileños se ilusionan ante la posibilidad de conquistar en casa el “hexacampeonato”, romper el ayuno de títulos mundiales que se mantiene desde el 2002 y sepultar el trauma del “maracanazo” de 1950, cuando cayeron por 2-1 ante Uruguay en la final disputada en el mítico estadio Maracaná. La conquista de la Copa Confederaciones, con un triunfo por 3-0 ante el campeón mundial España, reavivó el optimismo de la hinchada brasileña, que cree que el técnico Luiz Felipe Scolari, quien comandó la victoriosa campaña del “penta” en Corea/Japón 2002, logrará cumplir su promesa de alzarse con el título en el 2014. La promesa de “Felipao” fue avalada este mes por su asistente técnico, Carlos Alberto Parreira: “Nosotros vamos a ganar la Copa del año que viene. La selección no volverá a perder. Es impensable e inimaginable que Brasil no gane el Mundial”, aseguró Parreira, confiado en que la ilusión sepulte todos los temores. Mientras, en Argentina el sueño está en que Lionel Messi y Cía. den un golpe similar al que produjeron los charrúas hace 63 años.

Las protestas durante la Copa de las Confederaciones fueron una constante.


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