El tenis y su gran momento
Ahí sigue Andre Agassi en la cumbre, agigantando su estatua a la edad en que sus congéneres se dedican al golf y los negocios. Pertenece a la camada de Jim Courier (¿alguien se acuerda de él?), Petr Korda, Pet Sampras y el mismo Alberto Mancini, todos ellos ex jugadores desde hace ya varios años. ¿Qué es lo que empuja al gran Andre –casado, millonario y con hijos- a seguir entrenando con furia, a cambiar, incluso, de ropa deportiva –firmó contrato con Adidas tras casi 20 años de vínculo con Nike, empresa de la que fue un ícono- y a seguir ganando torneos –lleva 60- como si recién empezara, como si tuviera adicción al triunfo y rechazo al retiro? La respuesta, naturalmente, la tiene sólo él, quien más de una vez dijo que mientras siga teniendo ganas lo seguirá haciendo. Una pista: si firmó contrato con Adidas es porque, seguramente, tiene ganas de seguir jugando al menos un par de temporadas más. El mismo día que ocurría esto, Gastón Gaudio y Guillermo Coria volvían a darle a la Argentina dos títulos de ATP. Volvían, ambos, a meterse entre los mejores 10 del mundo y ratificar que, junto a Nadal, son los reyes del polvo de ladrillo en el mundo. Ambos jugaron con autoridad y esfuerzo, con cierta amplitud pero sin demoler. Es un rasgo de este tiempo: así es como está hoy el circuito, peleado, desgastante, emotivo. Es un buen momento del tenis, ratificado por los dos títulos de ayer, por la semifinal de Juan Ignacio Chela en Los Angeles y por la promesa que se lleva en la valijas David Nalbandian. El rubio de Unquillo viajará a fin de esta semana a Montreal donde desde el lunes próximo participará del Masters Series de esa ciudad. Tras el épico e inolvidable triunfo en tres sets ante Leyton Hewitt por la Copa Davis en Australia, la temporada de cemento que comienza será fundamental para David. Es el momento para que el cordobés ratifique que es uno de los mejores tenistas del mundo, que es uno de los pocos jugadores del planeta que le puede ganar a cualquiera, Roger Federer incluido. Esa paliza a Hewitt sirve para enfatizar el concepto. Desde hace dos semanas Nalbandian se entrena fuerte en su pueblo natal, ese pueblito que bordea las sierras cordobesas que es su refugio, su origen, su lugar en el mundo. Allí, en la casa de toda su vida, David recargó las pilas para ir a conquistar el circuito, para demostrarle a todos que esta camada descolla en polvo pero que, con él, también puede hacerlo en cemento. El tenis vive un tiempo de esplendor, pero lo que viene es aún más interesante.
Pablo Perantuono
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