El último aventurero de las letras

Los temores e inseguridades que se escondían tras su fachada.

Para los demás era todo un hombre: le gustaba pescar, cazar animales salvajes, había estado en la guerra y era periodista. Pero todo ese arrojo se desvanecía cuando entraba en un bar o estaba delante de una mujer. Era depresivo e inseguro. Ernest Hemingway es uno de los grandes de la literatura del siglo XX, pero al mismo tiempo un caso de manual de psicología. Hace 50 años, el 2 de julio de 1961, el Premio Nobel se pegó un tiro, igual que años antes hiciese su padre. También dos de sus hermanas y una nieta se quitaron la vida. Desde el punto de vista material, a Ernest Miller Hemingway le fue bien. Nació el 21 de julio en Oak Park, una localidad de las afueras de Chicago. Su padre era médico, se crió en un hogar con estabilidad económica y recibió una educación. ¿Y cómo lo agradeció el adolescente? Para contrariedad de los padres se hizo reportero en Kansas y participó en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias. Tras resultar herido grave en Italia y sufrir un desamor, regresó y siguió escribiendo. Primero artículos para los diarios, luego interesantes reportajes y finalmente novelas. Dio el salto en 1926 con “Fiesta”, una obra de la que lo que más se recuerda son las corridas de toros en Pamplona. Todavía hoy numerosos turistas de todo el mundo siguen acudiendo a esta ciudad del norte de España para vivir la fiesta de San Fermín, evocando al escritor. Con todo, la obra gira en torno a la vida en París de unos artistas, que básicamente se desarrollaba en los cafés de la ciudad. Una de las figuras principales es un reportero de Kansas, que va a Italia como conductor de ambulancias y resulta herido grave. Además es impotente. Los paralelismos con la vida del escritor son clamorosos, pero ¿la impotencia también? ¿Era Ernest Hemingway, ese hombre grandullón de espaldas anchas, impotente? No lo era. O al menos no lo fue siempre. Después de todo, de sus primeras esposas (en total estuvo casado cuatro veces) tuvo cinco hijos. Pero los amigos sí sabían cuan frágil era el escritor. Aún cuando estuvo de corresponsal durante la Guerra Civil en España y dijo que fue el primer estadounidense en entrar en la París liberada en 1944 (aunque luego resultó que no era verdad), Hemingway fue siempre como una pieza de engranaje. Buscó ayuda en el alcohol, pero tan sólo lo empeoró todo. El diario “The New York Times” lo nombró en 1950 “el escritor más importante desde la muerte de William Shakespeare”. Cuatro años después recibió el Premio Nobel, una distinción que llegaba “tarde”, según sus admiradores, y él mismo. En la actualidad una mirada crítica no lo encajaría bien en el siglo XXI. “Junto con otros escritores ‘macho’ como Jack London, Irwin Shaw o Norman Mailer su obra ha pasado de moda”, escribió Maureen Dowd, de nuevo en el “Times”. Y sus libros han salido de los programas escolares, que ahora tienen un enfoque más multicultural y políticamente correcto, aunque con escritores no tan talentosos, agregó Dowd. Cuando Hemingway tenía 29 años, su padre se suicidó. Este peso lo arrastró durante toda tu vida, junto con depresiones, la presión del éxito y el alcoholismo. En aquella época fue tratado con electroshocks y a ello se sumó una paranoia: en sus últimos años de vida estaba convencido de que el FBI seguía cada uno de sus paso. Algo que él se explicaba por su lealtad con Fidel Castro. Una mañana de primavera de 1961 su esposa Mary, la cuarta, lo encontró con una escopeta en la mano. El Premio Nobel ingresó en una clínica de la que le dieron el alta el 30 de junio. Dos días más tarde, tomó su escopeta preferida, la cargó con dos cartuchos, se la metió en la boca y apretó el gatillo. Fue “un accidente”, dijo Mary, a la familia. Años más tarde se supo que fue un suicidio. Ernest Hemingway tenía 61 años cuando se suicidó, exactamente igual que su padre 33 años antes. También su hermana Úrsula (1966) y su hermano Licester (1982) decidieron quitarse la vida. Su hijo Gregory, que tras cambiarse de sexo se llamaba Gloria, murió en 2001 en una cárcel de mujeres en Miami debido a un ataque al corazón. Su nieta Margaux se quitó la vida en 1996, la víspera del 35 aniversario del suicidio de su famoso abuelo. (DPA)

El 2 de julio de 1961 el Premio Nobel se pegó un tiro, tal como había hecho su padre.


Para los demás era todo un hombre: le gustaba pescar, cazar animales salvajes, había estado en la guerra y era periodista. Pero todo ese arrojo se desvanecía cuando entraba en un bar o estaba delante de una mujer. Era depresivo e inseguro. Ernest Hemingway es uno de los grandes de la literatura del siglo XX, pero al mismo tiempo un caso de manual de psicología. Hace 50 años, el 2 de julio de 1961, el Premio Nobel se pegó un tiro, igual que años antes hiciese su padre. También dos de sus hermanas y una nieta se quitaron la vida. Desde el punto de vista material, a Ernest Miller Hemingway le fue bien. Nació el 21 de julio en Oak Park, una localidad de las afueras de Chicago. Su padre era médico, se crió en un hogar con estabilidad económica y recibió una educación. ¿Y cómo lo agradeció el adolescente? Para contrariedad de los padres se hizo reportero en Kansas y participó en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias. Tras resultar herido grave en Italia y sufrir un desamor, regresó y siguió escribiendo. Primero artículos para los diarios, luego interesantes reportajes y finalmente novelas. Dio el salto en 1926 con “Fiesta”, una obra de la que lo que más se recuerda son las corridas de toros en Pamplona. Todavía hoy numerosos turistas de todo el mundo siguen acudiendo a esta ciudad del norte de España para vivir la fiesta de San Fermín, evocando al escritor. Con todo, la obra gira en torno a la vida en París de unos artistas, que básicamente se desarrollaba en los cafés de la ciudad. Una de las figuras principales es un reportero de Kansas, que va a Italia como conductor de ambulancias y resulta herido grave. Además es impotente. Los paralelismos con la vida del escritor son clamorosos, pero ¿la impotencia también? ¿Era Ernest Hemingway, ese hombre grandullón de espaldas anchas, impotente? No lo era. O al menos no lo fue siempre. Después de todo, de sus primeras esposas (en total estuvo casado cuatro veces) tuvo cinco hijos. Pero los amigos sí sabían cuan frágil era el escritor. Aún cuando estuvo de corresponsal durante la Guerra Civil en España y dijo que fue el primer estadounidense en entrar en la París liberada en 1944 (aunque luego resultó que no era verdad), Hemingway fue siempre como una pieza de engranaje. Buscó ayuda en el alcohol, pero tan sólo lo empeoró todo. El diario “The New York Times” lo nombró en 1950 “el escritor más importante desde la muerte de William Shakespeare”. Cuatro años después recibió el Premio Nobel, una distinción que llegaba “tarde”, según sus admiradores, y él mismo. En la actualidad una mirada crítica no lo encajaría bien en el siglo XXI. “Junto con otros escritores ‘macho’ como Jack London, Irwin Shaw o Norman Mailer su obra ha pasado de moda”, escribió Maureen Dowd, de nuevo en el “Times”. Y sus libros han salido de los programas escolares, que ahora tienen un enfoque más multicultural y políticamente correcto, aunque con escritores no tan talentosos, agregó Dowd. Cuando Hemingway tenía 29 años, su padre se suicidó. Este peso lo arrastró durante toda tu vida, junto con depresiones, la presión del éxito y el alcoholismo. En aquella época fue tratado con electroshocks y a ello se sumó una paranoia: en sus últimos años de vida estaba convencido de que el FBI seguía cada uno de sus paso. Algo que él se explicaba por su lealtad con Fidel Castro. Una mañana de primavera de 1961 su esposa Mary, la cuarta, lo encontró con una escopeta en la mano. El Premio Nobel ingresó en una clínica de la que le dieron el alta el 30 de junio. Dos días más tarde, tomó su escopeta preferida, la cargó con dos cartuchos, se la metió en la boca y apretó el gatillo. Fue “un accidente”, dijo Mary, a la familia. Años más tarde se supo que fue un suicidio. Ernest Hemingway tenía 61 años cuando se suicidó, exactamente igual que su padre 33 años antes. También su hermana Úrsula (1966) y su hermano Licester (1982) decidieron quitarse la vida. Su hijo Gregory, que tras cambiarse de sexo se llamaba Gloria, murió en 2001 en una cárcel de mujeres en Miami debido a un ataque al corazón. Su nieta Margaux se quitó la vida en 1996, la víspera del 35 aniversario del suicidio de su famoso abuelo. (DPA)

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