Elogio del cine personal

El jueves el tan polémico como admirado Carlos Saura cumple 75 años.

MADRID (DPA) – Dicen que nadie es profeta en su tierra. Y así parece confirmarlo el caso de Carlos Saura, el gran cineasta español que el próximo jueves, 4 de enero, cumple los 75 años sin que, en opinión de muchos, haya recibido en su país el reconocimiento que se merece.

«Si yo dependiera de España, y lo digo con tristeza, seguramente hubiera hecho mucho menos cine. Durante años los críticos se han dedicado a denostarme», manifestó en una ocasión este realizador tantas veces galardonado en festivales extranjeros, considerado el discípulo del genial Luis Buñuel (1900-1983) y como él oriundo de Aragón, en el norte del país.

Con casi 40 filmes en su haber, Saura se consagró internacionalmente con la trilogía de películas de música flamenca y danza «Bodas de sangre» (1981), «Carmen» (1983) y «El amor brujo» (1986), que a la vez fueron las que mayor éxito comercial tuvieron. Sobre todo la segunda, que se convirtió en una de las cintas más taquilleras del cine español.

Pese al rechazo de algunos críticos que le consideran un excepcional director pero un mediocre narrador de historias, Saura siempre se ha mantenido fiel a sí mismo. E insobornable. Odia ceremonias como la de los Oscar de Hollywood, «que es aburrida y sólo está montada para vender cine americano». Huye de lo convencional y costumbrista, y le encanta jugar en sus películas con el tiempo y el espacio en unas tramas complejas. Tan complejas, que el espectador a veces se pierde. «Es muy sencillo vender un producto a la moda, digerible, fácil», responde a los reproches.

Lo difícil, en cambio, es triunfar con películas como «Buñuel y la Mesa del Rey Salomón», un homenaje al director de «El perro andaluz» en el que recrea, con un estilo muy imaginativo y libre, la amistad de éste con el poeta Federico García Lorca y el pintor Salvador Dalí. «Algunos dicen que es mi peor película, otros piensan que es la mejor que he hecho», decía antes del estreno en 2001.

Sin embargo, las críticas no parecen molestarle. «Suena un poco egoísta, pero cuando hago una película no pienso en el público. Pienso en mi propia satisfacción y en hacer lo que me gusta», señalaba Saura al presentar su más reciente película, «Iberia».

Se trata de una recreación de la suite homónima del maestro Isaac Albéniz en la que intervienen grandes del flamenco como Aída Gómez, Antonio Canales, Sara Baras, Manolo Sanlúcar o Enrique y Estrella Morente, entre otros.

¿Y qué le gusta a Saura? «Jugar con la fotografía, la música, la luz, el color, los actores», contesta el incombustible realizador.

Nacido el 4 de enero de 1932 en Huesca -su padre fue funcionario de Hacienda y su madre pianista-, pero criado en Madrid, Carlos Saura soñó con ser bailaor de flamenco o piloto de motos de carrera. «Pero la verdad es que no estaba dotado para ninguna de las dos cosas». Luego estudió ingeniería, carrera que abandonó para dedicarse a la que hoy sigue siendo una de sus grandes pasiones: la fotografía.

No fue hasta 1952 y por consejo de su hermano Antonio, un reconocido pintor fallecido en 1998, cuando Saura comenzó sus estudios en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid, que culminó cuatro años después con la película «La tarde del domingo».

Pese a ser un hombre de izquierdas que en los años 60 tuvo contactos con la organización cinematográfica comunista Uninci, ya que sus padres eran republicanos, Saura no abandonó España, como hicieron otros artistas e intelectuales, durante la dictadura del general Francisco Franco (1939-1975).

Así, sus películas, como «El jardín de las delicias» (1970) o «Ana y los lobos» (1972), sufrieron constantemente la censura del régimen, si bien en algunas la crítica al sistema político estaba tan escondida entre la compleja trama que pasaba desapercibida para los censores.

El final de la dictadura fue para Saura una liberación creativa, puesto que ya no sentía la responsabilidad política de tener que denunciar la represión.

«Mi primera película liberadora fue 'Elisa, vida mía (1977)'», explica. Hoy, dice, ya no siente la necesidad de hacer un cine político. «Quizás mi capacidad para ello haya terminado con la dictadura», reconoce.

Saura fue durante diez años compañero de la actriz Geraldine Chaplin -hija del gran cómico Charlie Chaplin-, que protagonizó varias de sus películas y con la que tuvo uno de sus hijos.

Entre sus películas destacan además «La caza» (1966), «Cría cuervos» (1976), «Ay, Carmela» (1990), «Flamenco» (1995), «Pajarico» (1997) -una «autobiografía inventada» basada en su propia novela-, «Tango» (1998), «Goya en Burdeos» (2000) o «El séptimo día» (2004).

 

JORGE VOGELSANGER


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