Empatía

Difícil y extraño arte ha de ser el de proclamar acuerdos y aun así empeñarse en el conflicto. Muestras de esa particular disciplina dieron las autoridades municipales y los gremialistas de ATE, en medio del primer paro contra la administración peronista en San Martín de los Andes.

Unos y otros, con matices, repitieron frases similares a lo largo de asambleas y negociaciones: «Estamos de acuerdo pero…»

«Pero» es una conjunción adversativa, que indica que el significado de la palabra u oración que le sigue es opuesto o distinto al de la palabra u oración antecedente.

«Estamos de acuerdo en que haya paritarias pero es suficiente con seguir el trabajo en comisión…», se dejó oir desde el ala política. «Estamos de acuerdo pero queremos llamado a paritaria y que todo sea por escrito», replicaban los otros al calor de los bombos.

Veamos los puntos en los que realmente hay acuerdo: elaboración de un estatuto del empleado municipal y estudio de un reajuste salarial según posibilidades presupuestarias. Y ahora, un vistazo a los desencuentros: comisión (Ejecutivo, Concejo y gremios) de análisis del nuevo estatuto versus nuevo estatuto pero en el marco de convenciones colectivas de trabajo.

Aun a sabiendas de que una comisión no impone plazos ni obliga a las partes y una convención colectiva sí, parece claro que había suficiente acuerdo sobre el contenido de fondo y una disputa sobre las formas.

Cabe preguntarse entonces si era necesario llegar a un paro de 24 horas que afectó los servicios municipales y, en consecuencia, a los vecinos.

Luego apareció el asunto de la «representatividad», con otra cabriola sobre el raro arte de estar de acuerdo pero…

El proyecto de ordenanza para llamado a paritarias, que presentó ATE semanas atrás, disponía la negociación entre los empleados y la patronal, como es de rigor en las convenciones colectivas de trabajo.

Quien emplea y paga el sueldo es el Ejecutivo (salvo para los empleados del Concejo), mientras que los trabajadores están representados por los paritarios sindicales, de modo que quedaba afuera el Deliberante como poder del estado.

Los ediles, advertidos del despecho en puerta, evitaron fijar posición política sobre la propuesta de ATE durante una reunión conjunta el miércoles 19. Los sindicalistas se levantaron de la mesa y, en asamblea, resolvieron el paro.

Pero he aquí que ya el viernes 28, con la huelga en marcha y luego de firmar un acta acuerdo con el intendente, los municipales se corrieron al Deliberante para exigir que se llame a paritarias. Allí se enteraron de que los concejales no se oponían al fondo de la cuestión pero no querían convención colectiva sin representación del Legislativo.

Tras una hora de cabildeos donde todos decían más o menos lo mismo pero de forma distinta, se acordó modificar el proyecto de ordenanza para que también el Concejo tenga parte. Lo curioso del caso es que los gremialistas les dijeron a los ediles que nunca tuvieron intenciones de ignorarlos.

Otra vez cabe preguntarse por qué los concejales no dijeron de sus temores en la reunión del 19, y por qué los gremialistas se levantaron de aquella mesa sin al menos preguntar razones… Una cosa o la otra hubiera bastado para llegar a un principio de arreglo, como ocurrió después. De no ser este un intríngulis desatado por veladas razones políticas, entonces se llegó al extremo de la medida de fuerza sin necesidad, acaso por una notable falta de empatía. Se trata de la humana capacidad de ponerse en el lugar del otro. Y escuchar y ser escuchado.

Es lo mínimo que los gremios municipales y los conductores políticos deberían atender, por respeto a los contribuyentes.

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar


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