El tractor de los mapuches rescató en Aluminé a los crianceros cercados 15 días por un metro de nieve

No podían entrar ni salir del puesto a dos km de la ruta 11 en la cordillera de Neuquén. Adentro estaba Don Orlando Romero, criancero de 83 años. Afuera, los cuatro hijos. La historia detrás del rescate y un impactante video.

Cercado por un metro de nieve durante unos 15 días. Así estuvo el puesto El Nano de la familia Romero a 59 kilómetros de Aluminé por la ruta provincial 11. Allí, al pie de la Cordillera de los Andes, todo empezó con la nevada de fines mayo que cayó al oeste de Neuquén, fuerte además de temprana. Tanto que los agarró sin el forraje que acumulan en la previa de cada invierno, necesario para alimentar a las 160 vacas, los seis caballos y las 100 chivas y ovejas cuando el manto blanco tapa las pasturas.

Noemi Romero paleando en el puesto después de que pudieron entrar.
Esta cantidad de nieve se había acumulado alrededor de la casa.

Las nevadas que siguieron terminaron de hacer inaccesible la entrada y la salida: hay dos kilómetros hasta el camino. Y como no heló, no era una superficie sólida que se pudiera pisar. «Estaba muy blanda, así no podés avanzar mucho: se te cansan las piernas, te mojas y te congelás«, dice Noemí.


Don Orlando en el puesto, sus hijos en el camino a dos km


Ella, sus dos hermanas Silvia y Yanina y su hermano Héctor quedaron del lado de afuera, sin poder entrar. Todos tienen trabajo en Aluminé pero se las ingenian para dar una mano en el campo. Adentro, estaba su papa Orlando, de 83 años, con problemas de salud, acompañado por dos muchachos que lo ayudan con las tareas, Andino y Sergio, incomunicados porque se quedaron sin Internet, la única vía de contacto. No había noticias del tractor que donó la provincia a los concesionarios de la Corporación Pulmarí.

El Nano, el puesto de los Romero en Pampa Inda, a 59 m de Aluminé.

«Estaba guardado en un galpón. Así que pedimos ayuda a la comunidad mapuche lof Ñorquinco a cargo del lonco Eloy Calfinahuel, pese a que no la integramos. Ellos sí pusieron de inmediato su tractor al servicio de la gente. Así pudimos entrar, darles de comer a los animales y llevar a mi papá a Aluminé, ante el riesgo de que otra nevada volviera a dejarlos aislados», dice Noemí.

En la primera recorrida, cuando llevaban el alimento a los animales, encontraron lo que nunca hubieran querido ver: Paloma, la yegua de Don Orlando, compañera de 20 años de aventuras en la montaña, agonizaba atrapada en la nieve. La trasladaron al puesto, donde hasta tenía su propio galpón que él había levantado para ella. «Pero no pudimos reanimarla y se nos fue. Papá estaba muy triste», dice Noemí.

Don Orlando en una recorrida durante una nevada años atrás. A su lado, Yanina, una de sus hijas

El tractor conducido por Gabriel Calfinahuel trabajó unas cuatro horas en la tarde del viernes 8 de julio. Y con otras cuatro horas el 9 de julio, el Día de la Independencia, los Romero pudieron volver a entrar y salir del puesto. Esta es la historia detrás del rescate.


En busca de un lugar en el mundo donde criar a sus cuatro hijos


Los Romero llegaron 28 años atrás a estas 276 hectáreas en un valle cordillerano de araucarias, ñires, lengas y arroyos de deshielo que se llena de amigos en el verano, cuando las laderas rebosan de verde. Don Orlando y Doña Teresa, su mujer, habían probado suerte aquí y allá en otras tierras al oeste de Neuquén para ganarse la vida criando animales, hasta que encontraron su lugar en el mundo aquí, en Pampa Inda, con el sueño de trabajar y criar a sus cuatro hijos.

Se había conocido en Cutral Co. Teresa era madre soltera de Héctor, que tenía un año. A los 12, ella había escapado de una vida dura y triste en Chile, escondida en un camión cargado de bolsas de harina para que no la detectaran en la frontera.

Orlando y Teresa años atrás, en verano.

La dejaron en El Bolsón, se empleó como doméstica y de a poco se las ingenió para salir adelante, hasta que un día llegó a la ciudad neuquina y conoció a Orlando. Él era criancero desde chico, pero también había trabajado en obras pioneras para llevar las líneas eléctricas al interior neuquino, por eso lo cargaban si se cortaba la luz. “Pusiste mal un cable, Nano”, le decían y él se reía.

Domingo de tallarines caseros con la mano experta de Teresa en una imagen del 2017.

Dejó esa vida hace 38 años y se dedicaron juntos a la crianza, en tierras rotativas concesionadas por la Corporación Pulmarí, hasta que hace 28 años llegaron a este campo, por el que los Romero pagan un canon anual: el del 2021 fue de 18.000 pesos, el del 2022 subió a 58.000.

A puro esfuerzo y sacrificio, como tantos otros crianceros de la Patagonia construyeron la vida que deseaban, esa en la que sus hijos pudieran comer, estudiar y progresar. Teresa partió de este mundo en el 2020: todos la extrañan cada día y la ven cada vez que miran al cielo.  

Cuando el tractor de la comunidad liberó el acceso, la nieve tapaba parte de las paredes que levantó con sus propias manos don Orlando. El comedor es de material desde hace siete años, el dormitorio aún es de madera y el techo de zinc hace tres años, en reemplazo de las chapas de cartón.

Don Orlando Romero en la casa que levantó con sus propias manos en una imagen tomada años atrás.

Otros cambios que llegaron con el tiempo: el baño está dentro de la casa, ya no es una letrina a 300 metros. Y otra gran noticia: la luz llegó en el 2019 y así vino la heladera. Se cocina con garrafa y la calefacción es a leña. El agua viene de un arroyo, la acumulan en un tanque de mil litros y desde ahí viene en manguera por declive. Y no hay señal de celular, por eso la desesperación de llegar: al caerse Internet, no había manera de estar en contacto.


El tractor que nunca vino y el agradecimiento a los mapuches


Noemí aún está enojada por el tractor donado por la provincia de Neuquén a los concesionarios de la Corporación Pulmarí que nunca llegó para abrir el camino.

El tractor de la comunidad mapuche en el puesto. Les permitió llegar y palear en los sectores con más nieve.

«Es el segundo o tercer año que pasa lo mismo. Por una cosa o por otra nunca se puede usar en estos casos que hay que abrir los ingresos en época invernal. No solo para nosotros, para cada poblador que no vive a la vera de la ruta y no puede salir o entrar», señala.

«Aun no perteneciendo a la comunidad Lof Mapuche Ñorquinco no dudaron en facilitar el tractor al servicio de la gente. Gracias Eloy por atender nuestro pedido en lo inmediato! Esta vez no hizo falta caminar horas con la nieve a la cintura para llegar a casa«, agregó en un posteo.

Así estaba la ruta 11.

Cuando por fin pudieron entrar con los fardos para alimentar a los animales notaron que estaban débiles por no comer durante tantos días. «Se nos murieron dos vacas. Como dicen los mayores, se ‘emborrachan’ pierden el equilibrio, caen y ahí quedan«, relata Noemí.

Por estos días, los Romero tienen otra preocupación: de las 100 vacas que suelen tener ahora son 160 por que no pudieron vender los terneros luego del destete. Falta de compradores y oferta muy baja, los dos principales motivos.

Las vacas cerca del puesto.

«Nos ofrecían entre 300 y 350 pesos por el kilo de animal vivo y vea a cuánto lo paga la gente después», explica. En cambio, tienen menos chivas y ovejas por el puma que acecha y el temporal de nieve se llevó también a la yegua Paloma así que les quedaron seis caballos.

«Es una vida sacrificada la del criancero, no todos lo saben. Se trabaja y trabaja todos los días del año, sin sábados ni domingos, sin feriados. Y el criancero ve pasar la plata. Hay que pagar las vacunas, los tratamientos los controles por cada animal. Se madruga, se almuerza rápido y se sigue. Eso, hay que seguir, es lo que nos enseñaron papá y mamá«, dice Noemí, mientras apura unos mates y la espera, como a toda la familia, el campo.


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