Entre la espada y la pared

Hasta hace muy poco, la Reserva Federal de Estados Unidos -la Fed- estaba más preocupada por la inflación que tendía a cobrar fuerza que por la evolución del producto bruto, razón por la cual mantuvo relativamente alta la tasa de interés de corto plazo, pero el temor a una recesión la ha obligada a cambiar de actitud. En una sola semana bajó dicha tasa dos veces, dejándola por ahora en el 3% anual, y dio a entender que en adelante podría reducirla todavía más. Puede que andando el tiempo la medida ayude a estimular las actividades productivas, pero también podría permitir que se potencie la inflación que en Estados Unidos ya supera el 4% anual, la cifra más alta registrada desde 1990, aunque en el cuarto trimestre del año pasado el índice «subyacente», que no toma en cuenta las variaciones abruptas de los precios energéticos, fue del 2,7%. En Europa también la inflación está ocasionando dolores de cabeza: en la zona del euro ha alcanzado el 3,1% anual, el nivel más alto desde que se inició la serie estadística en 1997. Conforme a las pautas argentinas, tales índices pueden parecer decididamente modestos, pero tanto en Estados Unidos como Europa han ocasionado alarma al plantear la posibilidad de que esté iniciándose un nuevo período signado por la «estanflación», o sea por una combinación perversa de crecimiento letárgico con aumentos de precios continuos. En tal caso, medidas tomadas para luchar contra uno de los dos males servirían para agravar el otro.

Mucho dependerá del estado de ánimo de los agentes económicos. Por desgracia, en la actualidad la propensión a prever desastres por venir parece ser más poderosa que el optimismo que era casi universal hasta mediados del año pasado. Aunque luego de vacilar la mayoría de los mercados bursátiles reaccionó de forma positiva ante la reducción de las tasas de interés en Estados Unidos, muchos economistas han tomado el activismo reciente del titular de la Fed, Ben Bernanke, por evidencia de que la situación es aún peor de lo que habían sospechado. El pesimismo predominante se ha visto reflejado en la forma en que los medios más importantes interpretaron la información de que en el 2007 el producto bruto interno norteamericano creció el 2,2%: en lugar de subrayar que como resultado Estados Unidos es más rico que nunca, optaron por señalar que fue el peor año desde el 2002. Asimismo, si bien la previsión del FMI y otros organismos de que este año la economía norteamericana crecerá sólo el 1,6% habrá decepcionado a los acostumbrados a un ritmo de expansión mucho más brioso, no se trataría de una recesión sino de una desaceleración no muy seria.

A juicio de algunos, los problemas norteamericanos actuales presagian algunos cambios dramáticos, entre ellos el hundimiento del dólar y una crisis profunda que supondría la pérdida definitiva de la supremacía económica de Estados Unidos y el futuro protagonismo de China y, tal vez, la India. De ser así, tendremos que prepararnos para enfrentar algunos desafíos mayúsculos, pero es probable que hayan exagerado los catastrofistas y que lo que hasta ahora ha sido por un margen amplio la economía más dinámica del mundo se recupere pronto de sus males. Al fin y al cabo, hace veinte años muchos preveían que Estados Unidos no tardaría en verse superado por el Japón, pero merced a una revolución tecnológica y la capacidad notable para adaptarse a nuevas circunstancias que caracteriza a las empresas norteamericanas la superpotencia no sólo mantuvo su liderazgo sino que se distanció todavía más de su supuesto rival. Aunque por contar China con casi cinco veces más habitantes que Estados Unidos es posible que dentro de algunos años logre tener un producto bruto cuantitativamente mayor, seguiría siendo un país subdesarrollado y por lo tanto le sería muy difícil desempeñar un papel similar al que en la actualidad cumple Washington. En cuanto a la capacidad de China para actuar como «locomotora» mundial si la economía norteamericana cae en recesión, los más escépticos son los chinos mismos que raramente dejan pasar una oportunidad para recordarles a sus admiradores que antes de erigirse en una alternativa auténtica a Estados Unidos su país tendría que superar un sinnúmero de problemas.


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