Entretelones de una visita fugaz

Zapala se alborotó con la presencia del presidente Kirchner

NEUQUEN (AN).- Fueron dos horas al límite. Néstor Kirchner aterrizó con todo en Zapala y ganó el centro de la escena en una provincia gobernada por Jorge Sobisch, un opositor desde lo político y lo ideológico.

El presidente ventiló en cada movimiento su estilo informal y directo, el mismo que comenzó a dibujar desde que llegó a la Casa Rosada. Kirchner encabezó en la ciudad, donde nació el MPN, un acto que se convirtió en un virtual lanzamiento de la campaña del Frente Cívico para la Victoria. Allí el presidente perfiló, con nitidez, la construcción política y territorial que alimenta: un espacio propio de centro-izquierda.

Kirchner, que se mueve con un ritmo pendular -avanza con lo viejo y lo nuevo de la política-, no hizo alusiones a la liturgia peronista, pero sí mucha apelación a lo nacional, a la patria.

Así quedó demostrado en el gimnasio Tiro Federal, colmado con unas 6.000 personas. La gran mayoría movilizados por el aparato kirchnerista en colectivos alquilados.

Kirchner llegó cerca de las 14.30 al gimnasio en un combi, junto a sus ministros. Su ingreso fue tumultuoso. Los custodios presidenciales forcejeaban con la gente que esperaba desde las 11 por un saludo, una foto o una sonrisa del presidente. El estadio era una caldera. En el exterior, la sensación térmica era bajo cero.

«¡Kirchner, Kirchner corazón, soldado de la patria para la liberación!», gritó el millar de militantes de Patria Libre que ganaron el centro del gimnasio. Luego, vinieron los insultos contra Sobisch que dibujaron una sonrisa en los rostros de Kirchner, Oscar Parrilli y Aníbal Fernández.

Fue una puesta en escena austera. No así los anuncios por 460 millones de pesos que el locutor modulaba con énfasis. Cada convenio representaba abrazos y besos entre el intendente, Raúl Podestá y Kirchner, o los ministros. Y aunque pocas obras se verán en el corto plazo, la multitud rugía con cada millón que escuchaba, sin prestar demasiada atención a lo que se anunciaba. La entrega de 90.000 anticonceptivos, 6.200 DIU y 110.000 preservativos se ganó una de los aplausos más contundentes.

Las cámaras de televisión hicieron foco en el presidente para proyectar su imagen a todo el país.

Kirchner habló 19 minutos. No hubo ninguna mención ni a Perón ni a Evita. Tampoco la marcha peronista. Sólo el Himno para abrir el acto y la canción de Alejandro Lerner «Mira a tu alrededor», que el kirchnerismo adoptó como música de campaña.

En su mensaje no habló de plebiscito en las elecciones de octubre. Pero mostró un perfil confrontativo cuando criticó al diario La Nación. Es más, le dedicó los primeros 8 minutos del discurso. «¡Y pegue Kirchner, pegue!», coreaban los militantes de Patria Libre-Barrios de Pie que coparon el centro del gimnasio. La gran mayoría de la concurrencia escuchó, algo sorprendida, esos tramos del discurso.

La dirigencia local esperaba quizás un arranque explosivo contra la administración sobischista. Pero tuvo que esperar 9 minutos para escuchar las críticas a Sobisch.

El final del discurso fue una apelación directa al corazón de cada elector. «Soy como me ven, un hombre común», subrayó. Terminó de hablar y la música cubrió el estadio.

Los custodios abrieron un pasillo entre los periodistas y curiosos para que Kirchner avanzara sobre las vallas que contenían a la multitud. Se lanzó del escenario y fue hacia la gente para estrechar decenas de manos, dar besos y hasta posar para las fotos.

Recorrió todo el vallado que se extendía de una punta a la otra, mientras mujeres y hombres desataban una pelea cuerpo a cuerpo para acercarse hasta él. Fueron unos 10 minutos en los que Kirchner se dio un baño de popularidad.

Kirchner salió del estadio en medio del caos. Regaló los últimos besos, posó para las últimas fotos familiares y subió a la combi que lo llevó rápidamente al aeropuerto local. Dos horas después, Zapala recuperó la calma.


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