Entrevista a Fernando Peña: «Me divierte cambiar todo el tiempo» 1-4-03

Fernando Peña no cree que «el show debe seguir» pase lo que le pase al artista. Dueño de una voz prodigiosa, anda de un pueblo a otro, con sus personajes y su humor a cuestas. Contando y recogiendo historias, como los juglares del medioevo. Durante la semana pasada saltó de Tres Arroyos el miércoles, a Santa Rosa el jueves, Coronel Suárez el viernes… Largo camino a Roca, donde se presentará se espectáculo «Mugre» mañana, a las 22, en Casa de la Cultura, comenzando una gira regional que lo llevará también el viernes y sábado al Cine Español de Neuquén, a las 22; el domingo al Centro Cultural de Cipolletti, a las 21, el 9 y 10 al Centro Cultural Amankay de San Martín de los Andes, a las 22, el 11 al Centro Convenciones de Villa La angostura, a las 22 y terminará el 12 y 13 en el hotel Eldelweis de Bariloche, a las 22. «Yo trabajé durante trece años volando en una aerolínea, así que estoy acostumbrado a conocer todo tipo de gente. Viví en la calle mucho tiempo y me relacioné con toda clase de personas, negros, blancos, bajos, altos, de clase media, alta, acostada, comunista, socialista, putos, lesbianas… No tengo problema alguno. Me gusta y siempre -desde chico- me empeciné en mezclarme. No creo en los guetos ni en la gente que no es curiosa. Creo, justamente en la mezcla y en curiosear y andar metiendo la nariz donde no se debe. Mi trabajo actual es bien cotidiano, muy pasatista, costumbrista, y no pretende ser una llamada de atención, ninguna alarma ante la hecatombe que está ocurriendo. Pero eso no significa que me interesa hacer cosas digeribles, en mis diálogos sobre el escenario –entre mis personajes- aparecen la crueldad y el dolor… Maravilloso, si se sabe disfrutar». El 31 de enero del 63, Fernando Gabriel Peña nació en Montevideo, Uruguay. De muy chico vino a vivir a San Isidro. Fue al colegio San Andrés, en el cual nunca encajó, según gusta recordar; estudió teatro y entre sus muchas actividades, fue comisario de a bordo en American Airlines. Ahí lo conoció Lalo Mir, usual viajero de esa aerolínea. Lalo escuchaba a una cubana bromeando por el altavoz y después de mucho insistir, pudo conocerla y supo que Milagros López, era Fernando. Sin más vueltas, lo invitó a su programa en Rock & Pop. Tras varias participaciones. Fernando llegó a tener uno propio: «Graffiti», por Energy101. – Sos un personaje público. Cómo manejás el contacto con quienes te piden autógrafos o te paran para sacarte opiniones o preguntar por tu salud? – Si estoy, de buen humor, por supuesto, bien. Lo manejo porque no soy para nada pedante y entiendo que la persona que se me acerca es un ser humano como yo. Podría hacer lo mismo si viera a Rafaela Carra por la calle, ¡es mi ídola! Me molesta la enfermedad, sí. Cuando veo que pasa de admiración a eso, lo saco rajando. Me molesta tremendamente. – ¿A qué actitudes llamás enfermedad? – Es cuando me paran diciendo: Fernando, necesito (baja el tono de su voz) hablar con vos diez minutos… y saltan las carencias de la otra persona. Yo no puedo llenar ningún hueco. Estamos todos solos en este mundo y aferrarse a mí, pensar que puedo ser un salvador o que puedo darle la clave de algo, me molesta. Me saca de quicio. Soy un artista que hago arte y tienen que venir a verlo, consumirlo, empaparse y después, bueno… El fetiche, un autógrafo, el saludo, está todo bien, pero cuando es una charla y: quiero hablar con vos porque tuve un sueño y tenemos cosas en común, me enferma un poco. – ¿Cómo manejás las giras? – Siempre trato de seguir los mapas, ubicarme donde estoy y adonde vamos. Soy muy perceptivo. Ni bien llego a una ciudad, ya más o menos me ubico, reconozco. No me cuesta ambientarme, me divierte mucho cambiar todo el tiempo. Me apasiona. Desde que tengo memoria, me imaginaba haciendo esto. Recorrer el interior es, en mi vida, una historia larga. Empecé con las giras a los dieciséis años, cuando hacía teatro para chicos. Esto no es ajeno para mí, no me siento un marciano de ciudad que pisa por primera vez el campo. Tengo amigos en ciudades de provincia; a los 17, 18, me escapaba a los pueblos a bailar o a pasar un fin de semana con amigos. A descubrir… Siempre he sido descubridor de un montón de cosas. Me siento totalmente bien, bárbaro, casi normal. Y llegó su mayor éxito radial: «El parquímetro», por La Metro, pero el COMFER cuestionó las palabras que Fernando usaba y se lo levantaron, luego de 3 años en el aire. En el 2002 regresó a Rock & Pop con «Cucuruchos en la frente». Con otro estilo, el programa no llegó a conformarlo y él mismo afirma que no le agradó este ciclo, claro que con otros términos… En teatro hizo «Esquizopeña Lado a y b», «Intimidad rioplatense», «Duele» y «My name is Albert with an A», obra en inglés donde interpretaba a un asesino serial. Luego vino «El niño muerto» en el Complejo La Plaza, monólogo autobiográfico. Desde la pasada temporada teatral de Mar del Plata, en el escenario de La Subasta, viene ofreciendo su unipersonal «Mugre», en el que retoma sus conocidas criaturas. – ¿Cuando estás de mal humor o algo te agobia, salís a escena de todos modos? – Generalmente, si me siento muy mal, suspendo. No tengo esa cosa del profesional a muerte, del show debe seguir, frase que me parece una pavada, una estupidez. Si no puedo, listo, a otra cosa. ¿Para qué ofrecer un producto espantoso? Bueno, veo, trato… Yo me conozco mucho y sé cuando tengo que cancelar y cuando puedo remarlo, bien, por supuesto. No puedo hacerlo a medias. Siempre me entrego al mango y de la misma forma, no me sale de otro modo. Eduardo Rouillet


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