«Es nuestro deber escuchar los cambios que piden»

Así lo manifestó anoche el presidente Fernando de la Rúa. Ante el traspié electoral, convocó a empresarios y sindicalistas a trabajar juntos y dijo querer un gabinete homogéneo.

El presidente Fernando de la Rúa, felicitó a la oposición peronista por su triunfo en los comicios legislativos de ayer y dijo ser consciente de que «deben cambiarse muchas cosas».

«Hay una mayoría numérica del justicialismo, y los felicito», dijo De la Rúa en un mensaje que leyó por televisión, desde la residencia presidencial de Olivos, flanqueado por una bandera argentina.

El gobernante, que asumió el poder en 1999 y en las últimas semanas ha alcanzado bajísimos niveles de popularidad, dijo que su deber es «escuchar los cambios que pide el pueblo».

«Sé que deben cambiarse muchas cosas», dijo el presidente. No obstante, aclaró que lo que no han cambiado son los motivos que le llevaron al poder, como la lucha contra la impunidad y contra el despilfarro en el gasto público, recuperar el crecimiento y promover el desarrollo social.

«Comprendo las urgencias, la disconformidad y el mal humor.Estamos urgidos por los resultados», dijo De la Rúa.

Mejorar la política

El jefe de Estado comentó también el alto nivel de votos en blanco y nulos (ver aparte) , que ocuparon el primer lugar en la capital, una opción que eligieron «quienes no se sintieron representados por nadie».

De la Rúa pareció a noche justificar el duro revés electoral que se le propinó al destacar que los votos nulos y en blanco «es por los que no se sintieron representados por nadie» y «esto nos impone mejorar la calidad de la política».

Esta declaraciones fueron hechas durante un mensaje dirigido al país, después de que se expresaron públicamente los aliancistas de la Capital Federal y de Buenos Aires y el justicialismo.

«Vivimos momentos difíciles que requieren esfuerzo solidaridad y patriotismo todos queremos un país mejor», enfatizó.

El presidente no anunció qué cambios introducirá en su gestión, aunque reclamó «cohesión y unidad» en su Gobierno, así como un esfuerzo conjunto de toda la sociedad.

Sin embargo, ante las voces que piden una reestructuración de la deuda externa, como el ex presidente Raúl Alfonsín, De la Rúa insistió en la necesidad de respetar «los derechos de quienes han confiado en Argentina».

Pero también se mostró partidario de reducir el monto de la deuda pública «utilizando procedimientos voluntarios» con los acreedores.

Tampoco incluyó en los «cambios» que deben hacerse alguna medida relacionada con la política de recorte de gastos públicos dentro del programa de déficit cero aprobado por el Parlamento a fines de julio.

«Aseguremos el cumplimiento del déficit cero y que el esfuerzo que tenemos que hacer entre todos despeje la incertidumbre sobre la economía», añadió el jefe del Estado.

Por último, De la Rúa convocó a «empresarios y sindicalistas» a trabajar juntos, al igual que a los gobernadores, y aseguró que quiere «un gabinete de ministros homogéneo».

«Todos sabemos que la situación económica es muy difícil, vamos a tener que trabajar todos juntos» y, por eso, «estamos trabajando para bajar el costo de la deuda pública que ha sido un planteo general en la campaña de esta elección». De la Rúa anunció, en un discurso que se retrasó por más de una hora y fue completamente leído, que «vamos a trabajar con los gobernadores» y «convoco a empresarios y sindicalistas».

Sin embargo, con respecto a los resultados de los comicios el Jefe de Estado aclaró que «mi función como presidente está por encima de las diferencias partidarias». (DyN, EFE)

Adversidad parlamentaria de los presidentes radicales

Fernando de la Rúa deberá atravesar la última parte de su mandato con las cámaras de Diputados y Senadores dominadas por el Justicialismo. Las elecciones volvieron a mostrar la adversidad parlamentaria que en el pasado enfrentaron otros presidentes radicales.

La historia se remonta a Hipólito Yrigoyen, quien inició su mandato en 1916 sin la mayoría en ambas Cámaras, donde todavía se reflejaba en los números la máquina electoral del conservadorismo.

Una muestra de la tensión que caracterizó la relación entre Yrigoyen y los legisladores fue la decisión del presidente de mandar por escrito los discursos de apertura del Congreso, sin presentarse en la Cámara de Diputados como indica la tradición. Si bien a partir de 1918 aumentó el número de radicales en el Parlamento, los acuerdos entre alvearistas y conservadores generaron entonces nuevos problemas para los proyectos yrigoyenistas.

En 1965, cuando el gobierno de Arturo Illia se deslizaba hacia su caída, siete bloques opositores de la Cámara de Diputados se unieron para rechazar el proyecto de presupuesto que había enviado el Poder Ejecutivo. Fue una situación inédita en la historia argentina: la primera vez que el Congreso dejaba sin presupuesto a un presidente.

Finalmente, mientras el presidente de la cámara, Arturo Mor Roig, intentaba un acuerdo entre fuerzas para salvar al gobierno, el golpe de Estado de Juan Carlos Onganía derrocó a Illia y las cuentas públicas dejaron de ser materia de discusión democrática.

La debilidad de Illia, sin embargo, estaba lejos de responder a la oposición legislativa. Por el contrario, tenía sus raíces en la proscripción que había sufrido el peronismo en las elecciones presidenciales.

Raúl Alfonsín conquistó en 1983 la mayoría de la Cámara de Diputados, pero nunca logró reunir a todos sus diputados para sacarle provecho y siempre necesitó la ayuda de otros partidos. De todas formas, los proyectos del gobierno chocaban en el Senado con el sempiterno dominio justicialista. En 1987, Alfonsín perdió la ajustada mayoría que había disfrutado hasta entonces en la Cámara de Diputados y la oposición equiparó sus fuerzas con el oficialismo.

El Justicialismo fue la contracara de las dificultades que encontraron los presidentes radicales al momento de imponerse en el Congreso. El peronismo tradicionalmente disfrutó de Cámaras a su favor, en especial en el Senado, aunque su predominio no lo salvó de las críticas en las butacas del Parlamento.

Este fugaz recorrido demuestra que las dificultades de los presidentes de origen radical en el Parlamento distan de ser novedosas.

Las boletas de la bronca alcanzaron una cifra récord

El llamado «voto bronca» lograba imponerse anoche en varios puntos del país. Quizá el ejemplo más escandaloso fue el porteño, donde el voto en blanco superó a todos los candidatos, mientras la Alianza ganaba para Senadores y Diputados y los representantes del ARI y los seguidores de Gustavo Beliz se disputaban el segundo lugar.

El voto «bronca» que ayer tuvo el caudal más importante de sufragios jamás registrado, dejará su marca en la historia electoral del país, como en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, donde se ubicó entre el 22 y el 27 %.

Tras los comicios, que se desarrollaron con normalidad, el peronismo ratificó la mayoría en el Senado y logró la primera minoría en diputados, que había quedado en el 99 en manos de la Alianza. El PJ bonaerense obtuvo una contundente victoria en la provincia, lo que le permitió asegurarse dos lugares en la cámara alta, con Eduardo Duhalde y Mabel Muller.

Duhalde, el principal triunfador de la jornada, superaba el 36 % de los votos, pero con la ayuda de otras fuerzas aliadas alcanzaba más del 42 por ciento. Raúl Alfonsín, por su parte, detrás del voto «bronca» (casi 23 %), se aseguró una banca en el Senado ya que la Alianza alcanzaba algo más del 17 %. Leopoldo Moreau encabezará los diputados críticos al gobierno.

En la Capital Federal, la sorpresa fue el voto de castigo (nulos más blancos), ya que superó el 27 %para diputados y el 26 % para senadores. Recién después se ubicaron los partidos políticos.

El voto en blanco, según el experto en derecho constitucional, Gregorio Badeni, es una manifestación explícita de disconformidad del elector con los candidatos propuestos o con el proceso político. «Es una determinación-dice- con la cual podremos, o no, estar de acuerdo pero cuya legitimidad es incuestionable a menos que apunte a desestabilizar el sistema democrático»: En la historia electoral argentina, esta postura solamente tuvo una patente manifestación- siempre según Badeni- cuando fue proscripto el justicialismo. Así, en el orden nacional, el caudal de votos en blanco alcanzó el 22 % en 1957 y 1960, y fue del 17% en 1963. En los restantes actos electorales, la expansión de ese punto de vista extremo no superó el 4 % del padrón electoral.


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