Esa «mística invisible»
Por HUGO ALONSO
halonso@rionegro.com.ar
Por ser autoría de un político proclive a cerrar sus discursos con altas dosis de épica, a muchos les sonó exagerado el 9 de diciembre de 2003 eso de recuperar «la mística invisible de ser roquenses».
Más de dos años después de aquel mensaje de asunción, las mismas palabras cobraron un sentido real y esta semana el intendente, Carlos Soria, recibió una vital ratificación del respaldo mayoritario cuando las repitió en las inauguraciones realizadas por el municipio.
Es bueno preguntarse entonces cómo hizo el jefe comunal para transformar aquella incredulidad en un extendido crédito a su gestión.
Soria supo advertir antes de tomar las riendas de la comuna y una vez montado a su cargo cuál era la principal herida de la ciudad luego las casi ininterrumpidas dos décadas de gobierno radical en la ciudad.
No era la falta de servicios, la limpieza de las calles o la mala atención en la municipalidad. Se trataba de algo más complejo de recomponer, pero con inmensos réditos en caso de alcanzar el objetivo. Roca estaba herida en su orgullo.
En consecuencia, el dilema demandaba más ideas que plata para ser resuelto y el gobierno local tiene hoy pruebas para defender su estrategia.
La relación costo beneficio de obras como el bulevar o el monumento en la rotonda del Canalito muestra un claro saldo a favor.
Mucho mayor es la ventaja obtenida con los nuevos puentes o los derivadores de acceso sobre la ruta 22, para los cuales el Ejecutivo roquense no puso un solo peso pero consiguió captar los elogios de los vecinos.
Y si algo faltaba para elevar el perfil de la gestión, el intendente atemperó esta semana su verbo –habitualmente ligero y conspirador de los avances del gobierno– para ofrecer discursos alejados de la tradicional diatriba partidaria y abrir paso a la cuota de emotividad e integración que requiere una comunidad con su autoestima lesionada.
Claro que la ausencia de descalificaciones hacia sus oponentes políticos no significa que el intendente haya planteado una tregua, sino que entendió que sin hablar a los gritos y congelando las palabras agresivas también se puede acorralar al radicalismo en la ciudad.
Soria agradeció el martes al gobierno de Miguel Saiz, entendiendo que está decidido a «acompañar» la transformación de la ciudad con obras, como el edificio de tribunales o el centro administrativo.
De esta manera, el jefe comunal ubica a la administración provincial siguiendo el proceso de renovación de la geografía local, pero nunca impulsándolo.
Y lo hecho hasta aquí por el gobernador y su gabinete tampoco permite inferir una amenaza para rol protagónico del peronismo en las mejoras para la calidad de vida en la ciudad.
La prueba más concreta se dio en la cena de gala para la Fiesta de la Manzana.
El intendente anunció con vehemencia y gestos grandilocuentes que en los próximos días la comuna abriría el registro de oposición para la pavimentación de los caminos rurales, una obra muy esperada por decenas de productores, muchos de los cuales estaban en el auditorio.
El efecto estaba cantado: aplausos y más aplausos para Soria, que en realidad estaba birlando en las narices del propio Saiz el rédito de una millonaria inversión para la cual el municipio tampoco pondrá un centavo y se remitirá apenas al acto administrativo de abrir el obligatorio registro de oposición para el tramo de la obra que comprende a la jurisdicción roquense.
En vez de tomar el micrófono y aclarar que las gestiones y la decisión de pavimentar los caminos entre las chacras es del Ejecutivo provincial, Saiz se quedó en la mesa.
De continuar con esta postura y teniendo en cuenta el forzado adelanto en la definición de candidaturas, el radicalismo estará en un verdadero brete cuando deba elegir quién disputará la intendencia de Roca al justicialismo.
El único respiro lo obtiene cuando mira alrededor de Soria y advierte que si no busca la reelección, la línea sucesoria del PJ también es difusa.
Ocurre que nada hace prever que el intendente modifique su productiva táctica de realizar obras y anuncios de alto impacto con las mínimas erogaciones posibles. Los únicos que cambiarán en estos dos años preelectorales serán los destinatarios, volcando ahora más recursos en las zonas más pobladas (léase con más electores).
Hábil, Soria seguirá cortando cintas y diciendo lo que la gente quiere escuchar.
Así alimentará esa «mística invisible» de la que piensa valerse para pelear por una chance que le permita llegar a un sillón que hoy le queda a 500 kilómetros.
Por HUGO ALONSO
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