Escoba nueva

 

Como un alumno aplicado en el inicio de clases, el nuevo gobierno municipal se empeña por estos días en mantener libre de manchones y tachaduras el cuaderno recién estrenado. Pero las acechanzas del pulso y la tinta aparecieron a la primer vuelta de hoja.

El intendente a cargo Darío Barriga llevaba pocos minutos en el centro de la escena cuando un grupo de sufridos vecinos del Alto irrumpió en el acto de jura para demandar soluciones definitivas que los libren del humo tóxico provocado por los incendios del basural.

El brutal recordatorio les impuso a Barriga y sus colaboradores una agenda distinta a la prevista. Un par de días después, y luego de una reunión tensa con los propios afectados, el intendente propuso como soluciones de «corto plazo» un refuerzo de la vigilancia y el cercado completo del vertedero gracias a un aporte del Arelauquen Golf & Country Club.

La reacción, modesta e improvisada, pareció desmentir la transitada metáfora de la escoba nueva. El intendente repitió las promesas ya emitidas meses atrás y vuelve a apostar a la paciencia de los damnificados. Demasiado poco para un gobierno que -es de creer- tiene clara percepción sobre los problemas centrales de la ciudad y la forma de abordarlos.

Otro dato significativo del discurso inicial de Barriga fue su énfasis en reclamar para Bariloche una mayor cuota de la coparticipación provincial.

Basta con asociar ese anuncio y el proyecto de imponer un tarifazo indiscriminado del 188% en la tasa de Servicios Retribuidos para concluir que los apremios presupuestarios son a todas luces la preocupación principal de la actual gestión.

Desde la provincia el ministro Pablo Verani le respondió a Barriga que antes de pedir más recursos haría bien en «poner en caja al municipio». Es posible que Bariloche hoy por hoy reciba menos de lo que le corresponde en función de su población y de lo que recauda en esta ciudad el Estado rionegrino.

Pero también es cierto que en el presupuesto 2008 (donde aparece incluido el aumento de tasas, todavía en suspenso), la coparticipación y las regalías componen el 56,7% de los ingresos corrientes del municipio. Ese solo dato revela cuánto le queda por hacer el gobierno local en el apuntalamiento de la recaudación propia.

Claro que el facilismo del aumento indiscriminado no es la mejor receta porque perdería la oportunidad histórica de atacar disparidades insostenibles en la carga tributaria, que benefician desde hace años a las grandes propiedades.

Por si le hacía falta «contexto» para saber en qué aguas le toca navegar, el nuevo gobierno tomó nota en esta misma semana de relevamiento de PBI barilochense realizado por un centro de estudios con financiamiento de la OEA.

De allí se desprende que en 2006 la oferta global de bienes y servicios en esta ciudad fue de 2.560 millones de pesos y que el turismo por si solo aportó 1.118 millones. El crecimiento interanual de Bariloche fue de 9,41%, casi un punto por encima del 8,47% nacional medido por el INDEC. Más revelador todavía es el ingreso anual per cápita, que en Bariloche fue de 20.388 pesos, cuando en la Argentina apenas alcanzó los 14.805 pesos.

Es bueno recordar que estos últimos números tienen anclaje de carne y hueso y dan cuenta de una prosperidad que le resulta por completo ajena a miles y miles de desheredados. Esos que no pueden cubrir sus derechos esenciales ni consiguen mejorar un centímetro su calidad de vida aun en tiempos de crecimiento récord.

Tal vez el microclima electoral que se avecina induzca al gobierno a brindar cierta atención al universo de olvidados. Pero a juzgar por los antecedentes es improbable la aplicación de políticas que ataquen la fractura social a fondo.

La indiferencia ante un problema crucial como el de la tierra y la vivienda es síntoma claro de la incapacidad del poder político para construir un «Estado fuerte» que brinde soluciones.

Primero las demandas quedaban postergadas porque no había plata. Cuando la hubo, no hubo ideas. Y si asomó la cabeza algún proyecto bien rumbeado, aparecieron las sospechas de negocios inmobiliarios.

Más allá de esmerarse en mostrar un frente unido y una gestión sin sobresaltos, haría bien Barriga en centrar la mira sobre la desigualdad social y la necesidad urgente de mejorar la distribución.

De otra forma, los que ganan siempre difícilmente verán peligrar el invicto y los que pierden seguirán condenados al descenso directo.


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