Esfuerzos inútiles

Redacción

Por Redacción

En contra de la máxima romana ned quid nimis (nada en exceso), los máximos dirigentes argentinos que auguran un tiempo nuevo, de renovación y liberación de energías positivas, siguen con la política de encrespar los ánimos y más que sacar, remachan los clavos de lo viejo, haciendo difícil, sino imposible, dejar de lado conductas que condujeron a la decadencia nacional.

Respetada por su integridad moral -aunque también desconfiada por la falta de experiencia en funciones ejecutivas- la opositora «Lilita» Carrió se destaca por sus análisis certeros: tras pronosticar antes que nadie el choque de frente en el peronismo y afirmar que el presidente es un hombre al que le gusta «trompearse» todos los días con alguien distinto, vaticinó que es probable que Néstor Kirchner termine con el ciclo de Eduardo Duhalde, pero luego el PJ dará cuenta de él.

A juzgar por los hechos y por los positivos números de la economía (el crecimiento sostenido, empero, no se traduce hoy en la baja del desempleo, por una cuestión estacional, según el ministro Tomada), está claro que Kirchner le está ganando la batalla a Duhalde, quien sin embargo le hizo saber a través de su esposa «Chiche» y del diputado Daniel Basile, que «no está muerto».

Los focos entre kirchneristas y duhaldistas -mientras el menemismo hace como el camaleón y los transversales no levantan vuelo-, están llameantes en el Congreso: el bonaerense, titular del Mercosur le dijo a los suyos, entre ellos Alberto Atanasof, Eduardo Camaño y Rodolfo Frigeri, que no deben obstaculizar irracionalmente las leyes del PEN, pero tampoco votar a libro cerrado. Esto, en criterio de los seguidores del 'pingüino', se traducirá en obstáculos administrativos que no deberían trabar piezas maestras de la estrategia K, una de las cuales, la responsabilidad fiscal, pretende limitar con rigor el gasto provincial y contentar al FMI.

A propósito del apoyo a la iniciativa de coparticipación federal de impuestos, con un apoyo expreso de Kirchner (anticipado a Osvaldo Nemirovsci en el viaje de la semana pasada a San Antonio Oeste), se están dando puntadas para conformar un subloque K que, sin romper, demuestre que en número es superior al subloque D.

Hay kirchneristas, como Daniel Gallo, que quisieran precipitar la decapitación del duhaldista Eduardo Camaño, titular de la Cámara, pero eso no es posible porque los cambios recién se hacen en diciembre. El quilmeño le aconseja a su jefe levantar las lanzas, igual que hace la enojada «Chiche», pero José María Díaz Bancalari, sostiene que una disputa anticipada sólo afectaría la gobernabilidad. «Es una locura y sólo entorpecería la negociación externa del gobierno para salir del default, sin ningún beneficio para el país», razonó Díaz Bancalari.

«No hay poder bifronte, si me salen a pegar y Duhalde sigue con sus gestos de desafío, tendré que ponerlo en su lugar. Yo estoy aquí para conducir a todos». El presidente reniega del PJ actual, mera maquinaria electoral -opina-, donde conviven también quienes dieron sustento a Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá. Sin embargo, cree que la articulación de un movimiento social debe hacerse desde el peronismo, con colaboración de los transversales. En la votación donde se aprobó el envío de tropas a Haití, hubo diputados como Miguel Bonasso y Nilda Garré, que acompañaron el proyecto de K, y otros como Mario Cafiero y Claudio Lozano, que lo rechazaron en duros términos. No habló bien en privado el presidente de ninguno de ellos. Al primero le endilgó «haber laburado en la Aduana menemista» y al segundo lo descalificó por «p…».

Favorecido todavía por el fervor popular -se vio en su visita a Río Negro-, el patagónico no acepta que Duhalde le construya un poder paralelo y le demanda, a través de intermediarios, que recapacite. Le recuerda que el producto bruto interno sigue teniendo un crecimiento espectacular del 10 por ciento y que hay inversiones en danza, por más que la número dos del FMI, Anne Krueger, haya dicho que no llegará dinero fresco mientras la Argentina no conforme a los tenedores de bonos defaulteados.

Con los puños en alto, Kirchner mandará a acusar a Duhalde, si lo sigue molestando, de conspirador, puntero de «aparatos» y principal piedra a sortear de los cambios institucionales. Coincidió con el filósofo José Pablo Feinmann, quien después de escuchar a «Chiche», consideró que el matrimonio se mueve equivocadamente «como si Duhalde fuera Perón y Kirchner, Cámpora».

Desde Montevideo, por estas horas, Duhalde estará reflexionando si vuelve a los cánones de componedor con que lideró la oscura transición en 2002, tras la revuelta que tumbó a Fernando De la Rúa, o si embiste su locomotora contra la Rosada, como claman los que tienen sed de venganza.

Está en una encrucijada: si a Kirchner le va bien, no tiene más que un destino secundario. Si fracasa su ex ahijado, la historia no será condescendiente con él.

Kirchner, por su parte, deberá sopesar si su estrategia es útil para la construcción de un proyecto serio de país, o sólo sirve para dinamitar puentes. Parece subjetivamente sincero, pero quizá su inconsciente esté detenido en el pasado, como le reprocha Duhalde.

Raúl Alfonsín, en el primer tramo de la imperfecta democracia; Menem, en el segundo turno de estabilidad económica y corrupción expansiva; De la Rúa, en el espejismo de la Alianza; Rodríguez Saá, embriagado por la cesación de pagos; Duhalde, apurado en dejar la brasa ardiente luego del asesinato de los piqueteros Kosteki y Santillán; Kirchner, lidiando con espíritu setentista en el desaguisado nacional. Todo lo que piensan y dicen no es más que un reflejo de lo que todo el mundo, en la Argentina, piensa y dice, la mayoría de las veces inútilmente.

Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


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