Esos policías…

En marzo hubo ocho denuncias por abusos policiales en San Martín.

la semana en san martín

Los abusos policiales no son infrecuentes. La Fiscalía venía acopiando en San Martín de los Andes dos denuncias mensuales, lo cual es grave, pero el pasado marzo se despachó con ocho. Cabría preguntarse no tanto cómo acaban estos policías siendo sospechados de maltratadores, sino cómo hicieron primero para calzarse el uniforme…

La Dirección de Asuntos Internos de la Policía prometió hace un par de semanas al intendente de la ciudad delimitar responsabilidades y tomar decisiones correctivas, con el respaldo de su Jefatura y del gobierno.

Si se asume tal compromiso como una declaración de principios, bien se podría suponer que no hay en la Policía neuquina violencia institucional, sino miembros de la fuerza proclives al desquicio.

Muchos están convencidos, sin embargo, de que “policías violentos” y “Policía violenta” son la misma cosa. Hay razones para esa sospecha en la historia del país.

Pero permítase, de momento, avanzar bajo la hipótesis del desequilibrio individual, asumiendo que golpes y otras vejaciones son inadmisibles en toda fuerza de seguridad depositaria de la confianza pública, aun cuando se trate de casos aislados.

Sin entrar en especulaciones profundas sobre las razones de su conducta -ya se verá por qué-, la primera aproximación es que el policía maltratador exhibe comportamientos de ruptura en la capacidad de relación con el otro, falta de empatía, de reconocimiento de la norma como mandato del plano personal, de carencia de contextualización al momento de obrar.

Igual da que la víctima de la ira sea un delincuente que debió ser reducido (el exceso de fuerza es una forma de abuso), o un joven algo borracho sorprendido a cachetazos a la salida de un boliche.

El dato es que las policías de todo el país cuentan con protocolos de evaluación del personal, y es allí dónde deberían dirigirse las miradas preliminares.

El gobierno neuquino firmó en 2013 la adhesión al Programa Federal de Colaboración y Asistencia para la Seguridad, que entre otros alcances establecía la ejecución de planes federales tendientes a la cooperación para la promoción de políticas públicas en Seguridad.

Decía el gobernador Sapag en el acto de firma, aquel 12 de setiembre de 2013: “es muy bueno sentirse respaldado” por los 18 protocolos y actas preparados por la Nación “con mucha solvencia profesional”. Y añadía: “Es bueno tener estos protocolos de actuación porque ratifican los hechos (se refiere a los procederes de la propia Policía neuquina) en forma escrita, lo que nosotros a partir de experiencias prácticas pudimos ir elaborando”.

En el documento “Protocolos para la unificación de criterios mínimos en cuestiones estratégicas de seguridad democrática (Ministerio de Seguridad y Presidencia de la Nación, 10 de diciembre de 2011)”, figura en extenso el “Protocolo de evaluación psicológica” para el personal de las fuerzas de seguridad.

Este protocolo es en verdad del 2006 y surgió con la “finalidad de elevar la calidad profesional de los recursos humanos que conforman los cuerpos policiales y de seguridad interior; desarrollado también a los efectos de unificar criterios y tender a la economía y optimización de recursos del sistema”.

Es de suponer, entonces, que la Policía del Neuquén tiene este protocolo u otro similar y que en efecto es de aplicación. Entre sus propósitos figura: “Implementar nuevos criterios para la evaluación psicológica, acordes con procedimientos de selección que ofrezcan garantías de transparencia, respeto por los derechos de los ciudadanos involucrados y contribuyan a la prevención de la salud mental” del uniformado.

El protocolo tiene una batería de pruebas, entrevistas y piscodiagnósticos, que exceden el propósito de esta síntesis. Sin embargo hay una apartado que vale la pena repasar. Es aquel que concluye cómo, cuándo y por qué un aspirante a las policías no debe ser admitido, conforme los resultados de las evaluaciones.

Dice, entre otros ítems: por padecer psicosis o trastorno afectivo neurótico o de personalidad, que afecte al adecuado comportamiento sociolaboral; por poseer trastornos afectivos mayores, ya sea del orden de la melancolía y/o de la depresión; por padecer de formas psicopáticas que determinan conductas no adaptativas de ajuste social; por poseer fallas en el control de la impulsividad…

Incluso cuando la mayoría de los agentes realiza su trabajo sin desbordes, sería bueno saber qué tanta atención se presta en la Policía neuquina a aquello que el propio gobernador pondera desde los actos públicos, en el directo interés de la institución y en el de todos los ciudadanos.

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar

Fernando Bravo


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