Esquivar la historia para hablar de la historia 

El director de teatro Jorge Lavelli está ensayando en el Teatro San Martín la obra "Mein Kampf", farsa de George Tabori que trata de un tal Adolf Hitler, un rústico campesino que llegó a Viena a estudiar Bellas Artes.

El 17 de este mes, el director de Teatro Jorge Lavelli llevará a escena una de las primeras producciones del Teatro San Martín prevista para la Temporada 2000. Se trata de «Mein Kampf», farsa de George Tabori, que tendrá como protagonista a Alejandro Urdapilleta, quien estará acompañado por Mario Alarcón, Villanueva Cosse, Heidi Steinhardt, Cecilia Rossetto y Jorge Suárez. Lavelli, quien vive hace casi treinta años en París, en donde durante diez años dirigió el Teatro de la Colina, cuenta a «Río Negro» qué significa para él emprender un proyecto en Buenos Aires.

-Ahora no está más contratado por el Teatro de la Colina.

-No, pero sigo poniendo obras allí. Yo fui el director fundador de ese teatro que es una institución nacional. En ese espacio yo seguí una política basada en la creación contemporánea que no sólo abarcaba las puestas en escena, sino también las publicaciones, los coloquios, los abonos, los descuentos universitarios. Hice junto a un equipo un trabajo muy intenso para que llegue a ser un lugar de referencia y, que al mismo tiempo, tenga un alcance a gente de diferentes niveles.Fue un compromiso muy grande, que sobrepasa el área teatral: significa poner en escena un repertorio, darle un sentido artístico, social o político a lo que se hace. Por eso me daba cargo de conciencia cuando tenía que viajar a algún país europeo y dejar el teatro por un tiempo.

«Mi actividad se fue organizando en París, luego me nacionalicé y esto me permitió ocupar un cargo oficial como dirigir el Teatro de la Colina» explica.

-En este momento está abocado netamente a lo artístico. ¿Qué significa para usted presentar esta obra en Buenos Aires?

-El hecho de venir a Buenos Aires me estimula mucho: primero, porque es mi ciudad y después, porque he trabajado muy poco acá. Trabajar acá significa un encuentro con una lengua, y esto implica el vínculo con una memoria y con una ruptura, que es muy atractivo.

-¿Piensa que el ambiente de París le permitió crear mejores y más proyectos que los que hubiese encarado aquí?

-En la década del setenta era imposible trabajar aquí, hay que pensar que en la Argentina la democracia es bastante joven y que eso determina mucho al tipo de pueblo. Ahora las cosas en esta nación han evolucionado, cambiado, y es interesante en un ámbito subvencionado como lo es el Teatro San Martín, hacer un trabajo de teatro de arte en Buenos Aires, dentro de un contexto oficial sobre todo… En el área privada me parece más difícil. La misión del teatro oficial es la de hacer un teatro de más calidad. Debería al menos ser así.

-Siente que su vida es un poco como la de George Tabori, quien deambulaba de un país a otro…

-No. Porque Tabori tenía a su familia en Auschwitz, lo que da una idea de lo que era Europa antes y durante la guerra. El se fue de Hungría a Viena, luego viajó a Inglaterra, obtuvo la nacionalidad inglesa, combatió con las fuerzas aliadas y después de la guerra estuvo en EE.UU. En este país hizo una cantidad de actividades como trabajar para el cine realizando guiones, tradujo a Brecht al inglés, que fue la versión que utilizó el mismo Brecht para estrenar Galileo Galilei en EE.UU., que se hizo dos veces, primero en California y luego en Nueva York. Después, a causa del macartismo, esa comisión que acusaba y perseguía a las personas por realizar actividades catalogadas de antiamericanas, se tuvo que volver de nuevo a Londres, se divorció de su mujer y se casó con una alemana, se fue alemania y luego de establecerse en Berlín oeste, se fue para Viena en donde tiene un teatro que se llama El Círculo. El andar de Tabori era la situación de muchos intelectuales de ese momento que se sentían en peligro, y esa fue la razón por la cual se movilizaban tanto. Yo simplemente he pasado de la Argentina a Francia casi por casualidad, pero es un poco como nacen los sentimientos, el amor, no se sabe nunca dónde se lo encuentra y cómo nace. Yo no tenía ninguna idea preconcebida de establecerme en París y la situación me llevó como los aspectos evidentes de la vida.

– De todas formas para cualquier persona de la cultura, París es un lugar de ensueño, cuna del arte y espacio de reunión y punto de referencia de grandes artistas.

-Es una ciudad que la gente selecciona para establecerse y generar actividades en ella. Eso se ha producido a lo largo de los años en todas las disciplinas: plástica, literatura, teatro, pero eso no quiere decir que sea la ciudad más fácil y la más indicada para estos menesteres. París es una especie de cita de mucha gente, y hay un circuito artístico que funciona, que gira, que por momentos puede ser vertiginoso. Es una ciudad que evoluciona mucho en sus actividades culturales, y esto tiene que ver con que hay mucho apoyo del Estado en relación a los proyectos de orden cultural. La ley de cine, por ejemplo, ha hecho mucho bien no sólo por el cine francés sino por el cine internacional, a través de medios financieros que permiten la participación con otros países, lo que hace que proliferen las producciones cinematográficas en este momento que en los países vecinos, incluso en Alemania, es mucho más modesta. Hay muchas cosas que pueden ser envidiadas. Hay una exigencia cultural a la cual están sometidos todos los gobiernos que sean de izquierda o derecha, y eso todos los hombres políticos de Francia lo saben porque están al mismo tiempo criticados y vigilados por mucha gente desde la universidad hasta diferentes organismos artísticos. Un proyecto político implica un proyecto cultural y esto lo cumplen en Francia. Esto sería la única cosa que habría que imitar del país en el que vivo, sobre todo en los países latinoamericanos, en donde a veces parece que la cultura fuera el derecho de un príncipe, una cosa que cae del cielo, un milagro. No, en realidad, es una exigencia política igual que lo es la educación, la universidad.

-Mein Kampf, farsa, la estrenó en 1993 en el Teatro de la Colina.¿Por qué eligió esta pieza para ponerla en el Teatro General San Martín?

-Esta obra la puse en el «93 en Francia y hablando con Kive Staiff -director del Teatro San Martín- quien vio la obra en el Teatro de La Colina, me dijo que le interesaba que la haga aquí. Me pareció una buena idea, porque es una pieza que no es histórica, pero habla de un aspecto como es el exterminio de los judíos, que es el más grave que sucedió en el siglo XX. La obra es una visión particular, si pensamos que la historia es la memoria de cada lector, de cada espectador, esa es la parte inteligente del dramaturgo Tabori . Ese acontecimiento que casi no se nombra en la obra, el holocausto, la eliminación sistemática, científica del pueblo, eso es un elemento fundamental de la historia de este siglo, o sea uno será antes y después de ese acontecimiento y eso es lo interesante de esta obra: traer a la memoria ese hecho, que al mismo tiempo tiene relación con un hecho histórico y como buena obra que es, alude a muchos otros aspectos de la existencia.

-O sea que se puede establecer un puente con la realidad actual, no solamente por el rebrote del neonazismo.

-En otros países se ha eliminado gente y se ha torturado; hoy eliminan personas en ciertas partes del mundo. Hay otros ejemplos que han seguido a la exterminación del pueblo judío.

-¿La obra habla de la eliminación?

-La obra deja en la imaginación del lector o del espectador la libre interpretación. Pone en escena a Hitler, pero no el Hitler de la guerra. Es una obra alegórica en donde los acontecimientos que suceden son familiares, son íntimos pero dejan al espectador la función de inscribir su propia idea de la historia, su propia memoria. Ni lo social ni lo político están tratado como tales, son relaciones imaginarias, que pueden tener una interpretación que la distancia puede dar a ese acontecimiento. La obra incita a una cuestión dialéctica, a recordar y a volver a hablar. Uno de los elementos que hace interesante a esta pieza, fuera de tiempo, es el humor, lo cual le permite al autor y a nosotros lectores-espectadores, poder abordar ese tema con una cierta distancia.

-¿Está relacionada con La resistible ascensión de Arturo Ui, de Brecht?

-Por ahí en el sentido de la distancia bretchiana que está implícita en la escritura de Tabori y posiblemente en mi realización también. Pero hay una efecto beckettiano en esta obra.

-¿Por el uso de la reiteración?

-Sí, por la reiteración, por la manera de tratar el tiempo. No es un teatro psicológico, ni histórico ni costumbrista.

-Hay una cuestión minimalista

-Sí, hay un minimalismo en el funcionamiento dramático y hay una manera de evocar un acontecimiento sin tratarlo o tratándolo de otra manera.

-Se trata el tema esquivándolo.

-Exactamente, se está esquivando la historia para hablar de la historia, para dar un punto de vista sin ser nombrada esa historia. Así que la construcción dramática me parece muy inteligente por todos estos aspectos, y sobre todo por el sentido agudo del humor que alimenta constantemente la pieza y que hace que el espectador no establezca una relación sentimental con la obra, sino un lazo más vital, más activo. Eso es lo que más me interesa.

Cecilia Propato 


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