Esta es la prehistoria de las redes sociales de hoy

Hellmut Stillger cuenta la pasión que desarrolla en Neuquén desde hace más de 50 años.

Día Nacional del Radioaficionado

La primera vez que hizo contacto con otra persona a través de la radio fue en 1956 cuando viajó a la Antártida en una misión del Ejército. En aquel momento, aquellas ondas viajaron para comunicarle a su familia que había llegado a las gélidas tierras del sur del mundo, que se encontraba bien pese a las bajas temperaturas. Más de cincuenta años más tarde, Hellmut Stillger continúa haciendo contacto radial, pero esta vez, como una forma de vivir la vida.

 

Entrar a su “bulín” -como llama su mujer Elvira al lugar donde se encuentran los equipos radiales de Hellmut- implica toparse con un centenar de diplomas colgados en las paredes, títulos obtenidos en su mayoría, por ganar concursos, es decir, por superar la cantidad de comunicaciones en determinada cantidad de horas; otros, en reconocimiento a su trayectoria en el ámbito radial. Incontables son las tarjetas de contacto de radioaficionados que adornan las estanterías del lugar, clasificadas por casilleros etiquetados con el país de procedencia.

Cuando Hellmut se instaló definitivamente en Neuquén, allá por el ’57, comenzó de lleno con la radioafición. “No de forma inmediata” aclara. Por aquél entonces, alguien le avisó que había una persona en la ciudad que hacía radio y no dudó en ir a buscarlo. “Él tenía un equipo de avión chiquito, como una caja de zapatos y una fuente de alimentación, con eso salíamos” cuenta con lujo de detalles.

De a poco, se fue interesando más en el asunto y empezó a investigar en la zona. En Cipolletti se encontró con un italiano- el señor Renato Biancalani precisa- quien le construyó su primer equipo. Al tiempo, uno de sus amigos le construyó otro de los aparatos, esta vez con banda lateral, es decir, “en un espacio más reducido, se pueden transmitir más estaciones que las de amplitud modulada”, explica Hellmut.

A finales del 78 volvió a la Antártida y otra vez la radio afición fue el medio por el cual se comunicó con su familia. Por aquél entonces pidió permiso a los militares para que le dejaran tener la radio en su casa “ y era un de mis hijas quien la operaba”.

Su relación con la radioafición llegó al punto de hacer acondicionar el auto con aparatos de radio para viajar por el continente. “Hasta hace poco lo tenía así, por que vendí el auto”. Será cuestión de tiempo para que vuelva a modificar el nuevo vehículo.

En este sentido, Hellmut resaltó la importancia que ha tenido la radioafición a través de los automóviles en las catástrofes naturales. “Por ejemplo, en el terremoto de Chile, muchos radioaficionados se comunicaban con la radio conectada al auto, es una forma de colaborar” ya que las líneas de telefonía y las de radiodifusión se encontraban caídas.

De la mano de la radioafición, también realizó expediciones. Fue así como llegó con Elvira a Brasil, a la boca del Amazonas. Allí se encontró con cuatro brasileros y dos portugueses, con los cuales se había contactado a través de las ondas radiales.

Pero quizás, el recuerdo más emotivo que guarda Hellmut con la radioafición haya sido su reencuentro con dos compañero de la primaria, de los que había dado por muertos en un bombardeo en el 43. “Una noche, en Bariloche, hablando por radio con la Antártida, un radio aficionado me esperó (…)Sólo nos conocíamos por el nombre: Osvaldo”.

Tras hacerse una serie de preguntas relacionadas con sus respectivos puestos que ocupaban en el Ejército, Hellmut le preguntó si conocía a dos personas: Osvaldo Marinetti y Alberto Tesorieri, quienes había ido con él a la primaria “en el Colegio Don Bosco de Ramos Mexía. Habíamos rendido juntos los tres para la Escuela Mecánica y entré yo solo(…)” .

La sorpresa llegó cuando su compañero de ondas le contestó “Sentate Carlitos –su segundo nombre- El Osvaldo Marinetti que vos preguntás soy yo y Alberto goza de buena salud. Después de ahí nos quedamos hablando toda la noche”, contó Hellmut con la voz entrecortada de la emoción.

Es evidente que ni los celulares- el cual no posee- ni la web han cambiado el interés de Hellmut por la radio. Si bien considera que éstas han disminuido la cantidad de radioaficionados, “el que lleva la radio en el alma, no la cambia; por que es una cosa muy diferente escuchar la voz del corresponsal a que estar ahí tecleando la computadora, la ves, pero no escuchás a la otra persona”. Y a Hellmut se le nota su amor por la radio, o mejor dicho, se le escucha.

Catalina Arca

cata_arca@hotmail.com

 

 


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