Eticas feministas

Por Eva Giberti

Si se deja de lado la ignorancia que alimenta los prejuicios, si se logra avanzar en el deseo de informarse y si se intenta analizar los planteos que los tiempos actuales proveen, resulta imprescindible conocer una de las perspectivas que los movimientos y las teorías feministas avalan: la que corresponde a las éticas feministas.

Las teorías feministas han sido suficientemente citadas por Touraine y Giddenes, dos de los pensadores más rigurosos y actualizados de nues-tra época, a los que se suma una pléyade de filósofos y politicólogos internaciones; ellos suelen dar por sentado que de las teorías feministas se desprenden las éticas feministas, lo cual responde a la realidad. Pero no siempre sus lectores cuentan con información suficiente.

No es habitual que los medios de comunicación esclarezcan acerca del feminismo como “un reconocimiento de que las mujeres están en una posición subordinada en la sociedad, que la opresión es una forma de injusticia y por lo tanto es intolerable; que hay muchas formas de opresión además de la opresión de género (y que hay mujeres que son víctimas de cada una de estas formas). Y que es posible cambiar la sociedad de tal forma que pueda eliminarse la opresión, ya que una de las metas del feminismo es buscar y procurar los cambios para conseguirlo”, según lo escribe Susan Sherwin.

A diferencia de lo que sucede con otras éticas, desde el feminismo es preciso comenzar por reconocer los orígenes y la importancia de la opresión histórica del género mujer, como factor ético ineludible.

También es necesario revisar los métodos que se utilizaron para la construcción de las éticas tradicionales, creadas y reguladas desde posiciones patriarcales a ultranza. Uno de los resultados de esta adhesión reside en la tendencia a privilegiar las elaboraciones abstractas de las cuestiones derivadas de la moral, ya que históricamente se consideró que “lo abstracto” era “lo serio” y “lo científico”.

Actualmente se trata de producir modelos conceptuales que ciñan los problemas concretos y cercanos, sin desentenderse de los aportes imprescindibles para la transmisión de las ideas. Las éticas feministas proponen la valorización de la experiencia vivida como fundamento de las demandas de cualquier desarrollo ético. De allí resulta, inevitablemente, la crítica severa del ejercicio de poderes que limitan y anulan las posibilidades de crear la propia autonomía por parte de las mujeres; autonomía asociada a la conciencia de los trabajos que realiza, las responsabilidades que debe asumir, alerta acerca de las iniquidades que padece, explotación de su capacidad reproductiva (cuando asume una gravidez impuesta violentamente), es decir, el cuestionamiento de su supuesta autonomía, empobrecida y aún liquidada antes de emerger debido a los mecanismos sociales y familiares opresores que adquirieron pasaporte de naturalidad, tanto para los varones cuanto para las mujeres.

Estas razones que desnudan los abusos de poder a cargo de quienes encuentran normal la inferiorización del género mujer, son suficientes para que las éticas feministas encuentren rechazo entre los muros académicos así como en los ámbitos universitarios.

No obstante, los errores y deslizamientos ideológicos no son patrimonio exclusivo del género masculino: las éticas feministas llaman la atención acerca de la discriminación que otras mujeres ensayan frente a las que son diferentes respecto de aquellas que plantean temas éticos; las etnias aborígenes por ejemplo, cuyos reclamos éticos apuntan al reconocimiento de sus identidades y de sus hambrunas, más allá de la perspectiva folclórica. Así como las perspectivas éticas del feminismo encuentran un punto de inflexión cuando analizamos la situación de las empleadas de servicio doméstico.

Las éticas feministas colaboran en la identificación de todas las mujeres con estas opresiones aunque ellas no las padezcan; contribuyen a comprender y limitar estas opresiones; ocuparse de todo aquello que dañe a las mujeres, sin limitase a la exposición de problemas particulares, individuales. Es una ética de la solidaridad, que abarca el interés por otros grupos humanos víctimas del maltrato, los abusos, la naturalización de las violencias e injusticias.


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