“¿Expropiación o apropiación de YPF?”

Ante la serie de acontecimientos que han ido surgiendo, hasta ahora sin solución de continuidad, conforme a las reglas clásicas de toda gestión política los argentinos que gozamos de un espacio de tiempo dedicado a la reflexión acerca de los destinos de nuestro país no podemos permanecer expectantes o indiferentes, entre otros temas no menos importantes, ante un hecho trascendente que ha sentado sus bases aquí y ahora, dentro del panorama político que estamos viviendo. Como tantos argentinos, crecí y me formé amando a mi país y a veces lamentando las alternativas políticas que se hubieron separado de la verdadera senda democrático-social que indubitablemente le corresponde a un gobierno responsable de su trayectoria institucional y en cuyo horizonte se debe perfilar ese magno instrumento básico, guía y sello de nuestra identidad política y ciudadana: la Constitución de la Nación Argentina. Por ello, y frente al impacto que producen las arbitrariedades, el hecho primordial al que hago referencia es la “expropiación de YPF”… ¿o podríamos llamarla la “apropiación” de esta empresa, por no respetar los principios básicos nacionales e internacionales que rigen este tipo de gestiones y que obviamente no han sido considerados en esa ley? Azorada pero atenta al acontecimiento materializado en el recinto del Congreso, viví las alternativas de ese hecho político tan atípico intentando a través de una apreciación objetiva y de un análisis racional poner en juego la comprensión mediante ciertos matices lógicos más que emocionales. De lo que allí se estaba gestando sería engorroso describir puntualmente los detalles de las diferentes posiciones, que apuntaban más a la generalidad de las formas que a su esencialidad sustanciada en el orden constitucional. Lo que se pudo percibir fue el claro afloramiento de un sentimiento innegablemente potencial muy fuerte y, sin lugar a dudas, cimentado en la historicidad de nuestra patria, la que muchas veces supo apoyarse en estándares firmes y legítimos de progreso. Pero, y lo afirmo con la seguridad que me ha otorgado la experiencia en la práctica educativa y en el estudio permanente, no sólo de emociones vive un pueblo pues, si bien son indiscutiblemente necesarias por constituir la base de nuestra naturaleza humana, hay situaciones que nos exigen niveles amplios de racionalidad frente a alternativas que merecen ser evaluadas convenientemente, apostando entre el disenso y el consenso hacia una perspectiva superior que nos indique el camino equitativo y apropiado a seguir. Creo que eso era lo que muchos esperábamos para no entrar en el laberinto de la incertidumbre. Pues, señores, tendría que haber quedado bien clara una consigna derivada naturalmente de la lógica democrática, es decir, profundizar y respetar los principios de la Constitución nacional, matriz directiva de una sociedad de convivencia en el respeto mutuo. Entiendo el sentimiento que llevó a apoyar la ley de expropiación de YPF, pero lo que me cuesta elaborar es esa contradicción en la que muchos cayeron sin tener en cuenta que los fines o las metas loables son dignos de apoyo siempre y cuando los medios para lograrlos sean constitucionalmente válidos. Es decir que, increíblemente, se optó por apoyar a quienes, según parece, dan vuelta la hoja a todo aquello que de alguna manera pueda trabar algunos objetivos tan claramente alejados de las pautas constitucionales establecidas. Ante lo expresado, sólo me resta manifestar con absoluta esperanza y total sinceridad que Dios ilumine a quienes asuman responsabilidades frente a situaciones que permitan claridad en la comprensión (más allá de falsos eslóganes repetitivos y obnubilatorios) de toda postura que defina una opción política y accedan a elegir con firme convicción sólo aquellas gestiones válidas, es decir, jamás apartadas de los principios y las orientaciones democráticas que condicionan y elevan el concepto de país frente a la sociedad y así obtener el margen ideal para pensar y lograr un objetivo indiscutiblemente necesario: la educación de nuestros hijos en la cordura, la verdad y la justicia y no en la mentira, el odio, la prepotencia y menos aún en la indiferencia, que sólo lleva a una lamentable y vacua opacidad. Hilda Pérez DNI 2.732.558 Neuquén


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