Falta seguridad a la hora ir a los senderos de montaña

El crecimiento de actividades al aire libre es enorme, pero no así la planificación para que esa elección sea segura para quien la practica. Según Parques, no existen normas que la obliguen a mantener senderos y picadas libres. Por esta razón, los turistas se exponen a accidentes o extravíos evitables.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- La regulación y promoción turística de las áreas protegidas y los Parques Nacionales no contempla la prestación de servicios adecuados para el desarrollo de actividades ecoturísticas en condiciones mínimas de seguridad.

La Administración de Parques Nacionales (APN) cuenta con abundante reglamentación de las actividades destinadas al turismo masivo, pero carece de una planificación ambiental para el uso de picadas y senderos de montaña, evidenciando una marcada falta de reflejos frente al crecimiento de los deportes y actividades al aire libre.

El intendente de Nahuel Huapi, Victor Arrechéa, afirmó que “no existen normas que obliguen a la APN a mantener libres las picadas de un parque” y recordó que “nuestra obligación central es la conservación a perpetuidad de ambientes naturales”.

La ambigüedad o el vacío legislativo a nivel nacional no exime de responsabilidad al Estado frente a posibles a accidentes, pero paradójicamente tampoco obliga a generar las condiciones de seguridad para minimizar los extravíos y accidentes en los senderos andinos.

Las previsiones existentes, como son el registro obligatorio de visitantes, la contratación de seguros o los servicios de guía y refugios no están debidamente regulados y su aplicación surge únicamente del sentido común. Al respecto, Arrechéa señaló que “la seguridad dentro del Parque tiene las mismas garantías que en cualquier otra parte del territorio argentino” y puntualizó que “no hay ni debe haber condiciones adicionales de seguridad”.

El funcionario destacó como “elementos que constituyen una protección adicional para las personas dentro del parque” el accionar de los guardaparques, la información que se brinda a los visitantes y la regulación de los servicios de guías de distinto tipo.

La ausencia de regulación alcanza incluso la concesión de los refugios de montaña, surgida de un antiguo “pacto de caballeros” entre el organismo y el Club Andino Bariloche (CAB), que construyó la mayoría de los edificios desafiando las adversas condiciones climáticas y geográficas.

La APN jamás estableció condiciones para la prestación de servicios o el mantenimiento de picadas y cuando el CAB comenzó a sub-concesionar los refugios tampoco fijó pautas contractuales con los adjudicatarios.

“Lo dejamos librado a cada refugiero” señaló Rodolfo García Susini, actual responsable de la Comisión de Auxilio del CAB. El mismo criterio rige para la información que se le brinda al visitante, pese a que en la actualidad el objetivo de la actividad perdió su perfil romántico y tiene una clara tendencia comercial.

Arrechea reconoció que “se mantiene un trato de palabra con el CAB, no con los refugieros” y admitió la conveniencia de que “algunos refugieros mantuvieran mejor las picadas que en muchos casos terminan siendo señalizadas por los guardaparques”.


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