Fernández Díaz homenajea los policiales negros

Un veterano cronista convertido involuntariamente en detective protagoniza “Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán”, una novela en la que Jorge Fernández Díaz reelabora su historia como periodista para mostrar la dinámica recurrente de cuestiones como la violencia en el fútbol, el negocio de los secuestros extorsivos y las secuelas silenciosas de la dictadura militar. En los márgenes entre realidad y ficción, el autor de “La logia de Cádiz” plantea una obra que fusiona elementos del folletín y la novela negra para hablar de aquellas ocasiones en que la verdad resulta impublicable. Fernández Díaz aseguró que su alter ego rinde homenaje a Rodolfo Walsh y se parece a los viejos cronistas policiales con los que se educó, “periodistas a quienes no les interesaba ser ricos ni famosos, que iban por delante de la policía y que les importaba más conocer la verdad que publicarla”. –Malbrán es, como su posible alter ego Philip Marlowe, una suerte de justiciero. ¿Qué los diferencia? –Creo que Malbrán es menos cínico que Marlowe. Hay que tener en cuenta que fue un militante montonero, que incluso tuvo entrenamiento militar, y que luego abandonó aquellos ideales. Huérfano de utopías, se aferró a nuevos ideales y entonces muchas veces se le mezclan los piolines. Es periodista, pero no se considera un perejil, y por eso a veces es capaz de dar una piña o empuñar un viejo revólver que guarda desde los 70. Pero debajo de su escepticismo hay un cierto idealismo por la verdad que lo hace diferente a la criatura de Chandler. –La ficción es una elección para apartarse de esa estricta relación con la verdad que impone el periodismo? –La literatura siempre me permite narrar con ambigüedades la vida. El periodismo es más lineal. La literatura goza de los grises, el periodismo de los blancos y negros. Yo siempre hice literatura en los medios. Siempre quise llevar el periodismo a la literatura y viceversa. Son dos vocaciones muy fuertes, y con el tiempo yo he logrado que convivieran. –La novela deja la sensación de que la dilucidación de la verdad es formalmente posible, pero no siempre aplicable… –Sí, el gran tema del libro es la imposibilidad de contar la verdad. Un sentimiento que nosotros teníamos en aquellos tiempos. Luego, aquel periodismo desapareció y se puso de moda el periodismo de investigación: la verdad era expuesta crudamente. Le hizo muy bien al país y a la democracia esa etapa periodística, aunque la verdad verdadera suele ser más compleja e impublicable aún. No me refiero a la intervención de los intereses, sino a que el periodismo rara vez puede mostrar (para comprender) a los personajes de cerca y difícilmente (salvo la excepcional crónica novelada) mostrarlos en acción pura. Sin esa dinámica de los personajes la verdad se reduce a lo que dice un expediente conseguido por un periodista en un juzgado. Una verdad que no puede probarse es y seguirá siendo impublicable. Eso no quiere decir que la verdad no exista, y mucho menos que no pueda ser ficcionalizada. La verdad con mayúscula suele ser más profunda y compleja de explicar. Al periodismo le cuesta llegar tan hondo, la literatura llega más fácil allá abajo. (Télam)

La verdad es el eje de la nueva novela del periodista.


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