Filipinas: toma de rehenes terminó en masacre

Al menos nueve personas murieron en el rescate.

AP

MANILA (DPA).- El sonido de la radio dejó helados a miles de filipinos: disparos, gritos, súplicas. Después de unos segundos de silencio, el ex oficial de policía Rolando del Rosario Mendoza, que llevaba más de diez horas ocupando un autobús turístico en Manila, confirmó lo que todos temían. “Acabo de matar a dos rehenes y seguiré matando al resto si no dejan de hostigar a mi hermano”, gritó por la radio. El secuestrador había visto por televisión cómo la policía se llevaba a rastras a su hermano, que participaba en las negociaciones . Fueron las últimas palabras del captor. Minutos después, Mendoza moría en el asalto de las fuerzas especiales al autobús, que también dejó ocho pasajeros chinos fallecidos. El drama había comenzado la madrugada de ayer cuando Mendoza secuestró el autobús, en el que viajaban 21 pasajeros chinos y cuatro empleados filipinos. El ex policía reclamaba que se revisara el proceso por extorsión y abuso de poder que terminó con su expulsión del cuerpo en 2009. Un hotelero había denunciado que Mendoza le pidió 500 dólares de soborno por un estacionamiento ilegal en 2008. Además, dijo, el oficial lo obligó a tragar un sobre con drogas ilegales. La mancha fue dolorosa en el impecable curriculum del agente. Antes, Mendoza había recibido 17 premios desde el comienzo de su carrera, en 1981, y preveía retirarse en enero como oficial condecorado. Venía además de una familia de policías. Tal vez por eso, al comenzar el secuestro las autoridades se mostraron optimistas, sobre todo cuando Mendoza liberó “por cortesía” a nueve rehenes, tres niños. “No hagas nada. Sólo dame tiempo para explicarles nuestras exigencias”, le dijo su hermano Gregorio por teléfono. Pero Mendoza no le hizo caso y rechazó incluso una carta de la defensora del pueblo, que le prometió analizar su apelación . Alberto Lubang, el conductor filipino que logró escapar del autobús cuando Mendoza disparó por primera vez, contó a la policía que el secuestrador había reunido a los rehenes en un rincón y había abierto fuego contra ellos. “Todos los rehenes murieron”, dijo. De inmediato, un equipo de la policía se reunió en un costado del autobús y comenzó a golpear los parabrisas con un mazo. Lograron romper una ventana, pero Mendoza les disparaba. Las fuerzas especiales lanzaron entonces una bomba de gas dentro. Un tirador de elite vio a Mendoza avanzar hacia la parte de adelante del autobús y le disparó. El cuerpo sin vida del secuestrador quedó colgado hacia fuera por la puerta delantera, ante la mirada de millones de espectadores que siguieron las imágenes por las televisiones de todo el mundo. Otros siete rehenes chinos sobrevivieron al asalto de las fuerzas especiales, aunque con heridas de diferente gravedad. “Es un día triste para el país”, dijo el ministro de Turismo, Alberto Lim. “Estamos muy apenados y pedimos disculpas al pueblo de Hong Kong”. En la isla, la impericia de las fuerzas de seguridad filipinas causó indignación. “Esto es muy trágico”, dijo el líder de Hong Kong, David Tsang. “Fue decepcionante la forma en la que se manejó la situación”.

El secuestrador yace en el costado del micro, tras el sangriento desenlace


AP

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