Filosofía en Marte: Ray Bradbury

«Biggs se acercó tambaleándose a la orilla del canal marciano. Llevaba seis botellas vacías y las fue tirando una a una a las profundas aguas azules del canal. Las botellas se hundieron en el agua con un sonido hueco y ahogado.

– Yo te bautizo, yo te bautizo, yo te bautizo… – tartamudeó Biggs con una voz pastosa-, yo te bautizo Biggs, canal Biggs…»

En estos dos párrafos de «Crónicas marcianas», Ray Bradbury describe en forma magistral la esencia del hombre de la sociedad occidental. Una nave espacial acababa de llegar a Marte y un grupo de astronautas ya empezaba a imponerle la impronta de la humanidad al Planeta Rojo.

Al momento de repartirse etiquetas, a Bradbury le tocó la de escritor de «ciencia ficción». Una simplificación que no hace justicia a su obra, no sólo porque escribió numerosos cuentos y novelas de otros géneros -policiales, incluso- sino porque en Bradbury la ciencia ficción es la excusa para reflexionar sobre el hombre, su soledad, y la relación con lo que lo rodea, ya sea naturaleza u otros hombres.

Al situar sus relatos en un tiempo y espacio desconocidos, pero cercanos, el escritor lograr plantear situaciones que por analogía remiten al hombre, la sociedad actual y sus miserias.

Como un mago ante su atento público, Bradbury saca al hombre de su contexto y lo esconde, para luego correr el velo y mostrarlo en una nueva dimensión, en su verdadera forma.

Así, que una persona tenga como objetivo en la vida encontrar el mejor cruce de caminos para poner un negocio de venta de panchos y ganar dinero, no suena nada muy alejado de la realidad. Ni siquiera se podría decir que está «mal visto».

Pero si esa persona, que se llama Sam, deja todo y viaja a Marte para vender panchos y hacerse rico, mientras los restos de la civilización marciana son destruidos, mientras los marcianos en sus barcos fantasmas tratan de hablar con él, y Sam sólo quiere venderles panchos. Bueno, la situación tiene otro efecto. Golpea.

El truco de cambiar el contexto da resultado. A lo largo de su obra Bradbury demuestra que la ciencia ficción es una excelente excusa para reflexionar sobre nosotros, qué somos y en qué nos estamos convirtiendo.

Y si «Crónicas marcianas» es una serie de pensamientos sobre la civilización occidental y su mentirosa noción de progreso, sobre el hombre actual y su tendencia a la destrucción, «Fahrenheit 451» es un ensayo sobre la libertad, los poderes opresivos y homogeneizantes, sobre el derecho a ser diferentes sin temerlo; aunque la idea de un futuro en el que los libros estén prohibidos fue muy fuerte y fijó la mayoría de las interpretaciones en el tema de la censura.

Bradbury escribió las obras que le dieron fama en los años 40 y 50, pensando en la sociedad norteamericana de ese tiempo. Los hechos muestran que esas obra tiene más vigencia que nunca a pesar del paso de los años.

Los años también mostraron que la tendencia del hombre a agredir el espacio que lo rodea, a imponerle heridas a la naturaleza, no es privativa de Estados Unidos. Un rápido paseo por las costas de la región señala que acá también sobran los «Biggs» que arrojan sus botellas vacías a los ríos, sin saber muy bien por qué lo hacen ni qué raro placer les provoca hacerlo.

¿Por qué el hombre destruye lo que toca? ¿Qué lo lleva a intentar acumular más de lo que podrá gastar nunca, y creer que en eso consiste la vida? ¿Qué busca en la tecnología de la que se rodea, que no encuentra en sí mismo?

Estas son algunas de las preguntas que se hace, y responde, Ray Bradbury en sus libros, bajo la excusa de la ciencia ficción.

Lucio Boggio


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