Final sin el toque «Gilmore»

«Gilmore Girls», la serie que durante siete años contó la historia de una joven madre y su hija con un humor inteligente, sin estridencias y muy disfrutable se despidió de su público de manera tranquila y con un capítulo casi decepcionante.

En realidad, a toda la séptima temporada le faltó ese «toque» que la hacía especial y que se perdió poco a poco al alejarse del equipo creativo su creadora Amy Sherman Palladino y su marido y productor ejecutivo durante años Daniel Palladino. Sin ellos detrás de cámara y siguiendo los guiones, Lorelai Gilmore (Lauren Graham) y Rory (Alexis Bledel) pasaron los 22 capítulos de este año entre casamiento, divorcio, graduación y conflictos forzados.

Decisiones e indecisiones otra vez poblaron las vidas de estos personajes que comenzaron a resultar poco interesantes al repetirse en muchas situaciones y al perder la chispa que hacía brillar a sus protagonistas. Lo mismo ocurrió con el resto de los personajes que aportaban frescura con sus excentricidades. La falta de ideas que la revitalizaran fue bastante notoria.

Nadie esperaba el tradicional final feliz para las «Gilmore Girls», pero para no caer en él su historia se diluyó en un capítulo sin sorpresas. La repetición de la forma de inmiscuirse en la vida de Rory y Lorelai por parte del resto de los habitantes de Stars Hollow; Kirk metido en una caja de acrílico en la plaza del pueblo, la presión de la abuela Gilmore para saber si su nieta aceptaba o no la propuesta de casamiento de Logan y el histeriqueo eterno entre Lorelai y Luke perdieron frescura y resultaron un cóctel poco atractivo.

Un adiós insulso en el que faltó el espíritu de la chicas Gilmore. (S. F.)


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