Frida Kahlo, el sufrimiento hecho arte
Apasionada, transgresora, Frida Kahlo superó todas las barreras y aunque convivió con el dolor, con los años se convirtió en una de las artistas más importantes del siglo XX.
CIUDAD DE MéXICO, (DPA).- Aquella noche de abril, Frida Kahlo llegó en ambulancia a la exposición. Estaba postrada por la enfermedad. Pusieron su cama en el centro del salón y ahí se quedó hasta la madrugada, recibiendo saludos y cantando rancheras.
Nunca antes había tenido una muestra individual en México. Tampoco hubo otra después. Kahlo murió al año siguiente, el 13 de julio de 1954, a los 47 años, sin saber la magnitud que iba a alcanzar su mito, hoy explotado en postales, perfumes y películas de Hollywood.
Medio siglo más tarde, la esposa del muralista Diego Rivera, que comenzó a pintar después de sufrir un accidente que le partió la columna vertebral, es la mujer mejor cotizada en los mercados de arte del mundo.
En una subasta de Sotheby's realizada en 2000, un cuadro de Frida titulado «Autorretrato» (1929) se vendió en más de cinco millones de dólares, un récord también para la pintura latinoamericana en general.
Frida fue una apasionada comunista, mujer de múltiples aventuras amorosas -con hombres y mujeres- y devota esposa de Rivera, pese a que los amoríos del muralista, entre otros con su hermana Cristina Kahlo, la deshacían de celos.
«En el fondo, tú y yo nos queremos harto», le escribió a Rivera en una carta en julio de 1953. «Y así pasemos aventuras sinnúmero, cuarteaduras de puertas, mentadas de madre y reclamaciones internacionales, siempre nos querremos».
La vida de Frida estuvo marcada por el dolor, reflejado en muchos de sus 200 cuadros, la mayoría autorretratos, como «La columna rota» (1944). «Me pinto a mí misma porque estoy a menudo sola y porque soy la persona a la que mejor conozco», decía la pintora.
«Frida es una figura deslumbrante dentro del surrealismo latinoamericano, distinto del europeo, más individualizado, menos sofisticado y más confesional», dijo la crítica de arte Raquel Tibol. «Nunca hizo una pintura de tipo comercial ni cayó en una pintura autoimitativa».
Una poliomelitis que sufrió de niña la dejó con una pierna más corta y más delgada que la otra. A los 18 años, el autobús en el que viajaba chocó con un tranvía. Se le fracturaron la columna y la pelvis. Una vara metálica le perforó el útero y los ovarios.
Los padecimientos le duraron toda la vida. Tuvo que usar corsets, soportó más de 30 operaciones, sufrió la amputación de una pierna el último año de su vida, nunca pudo tener hijos.
En vida, sólo tuvo dos exposiciones individuales: una en Nueva York en 1938 y la de México en 1953, además de habe deslumbrado en una muestra colectiva en París en 1939.
Su momento cumbre de producción fue la década del cuarenta.
Pero es 30 años tarde, cuando ya había muerto, que las feministas de origen mexicano radicadas en los Estados Unidos la convierten en un ícono, adoptado luego por las feministas estadounidenses.
Quienes la conocieron la recuerdan como una personalidad gigante, de risa contagiosa y pasión por la vida, a pesar de sus sufrimientos. Por su casa pasaron numerosas personalidades, entre ellas el revolucionario ruso León Trotski.
«Tenía tantos motivos para sentir debilidad e incapacidad, y por el contrario, se le volvían una fuerza enorme, una voluntad, una inteligencia y aun una energía física extraordinaria», dijo la fallecida fotógrafa Lola Alvarez Bravo hace una década.
El escritor Carlos Monsiváis recordó en un texto publicado en junio el impacto que le causó Frida cuando la conoció, en un acto de repudio al golpe de Estado contra Jacobo Arbenz en Guatemala, 11 días antes de la muerte de la pintora. «Al contemplarla (a Frida), sentí el pasmo más tarde clasificado como uno de los 'trances místicos' del laicismo. Nunca antes encontré una figura tan martirizada y altiva», relató. «Ya entonces, de verbalizar mi pasmo, me habría declarado en presencia de lo irrepetible».
De artista respetada a ícono pop: la «fridamanía» sigue en expansión
Cuando murió en 1954, Frida Kahlo era una artista respetada, cuya imagen generaba admiración y cuya personalidad atraía con un magnetismo especial. Pero no fue hasta más de veinte años después de su muerte que nació el fenómeno conocido como «fridamanía», que convertiría a la artista mexicana en un ícono de la cultura pop, con sus cuadros reproducidos hasta el hartazgo en almanaques, postales, llaveros e incluso ropa interior.
Ella misma contribuyó a gestar su propia marca, reflejando una y otra vez su imagen en sus numerosos autorretratos, con sus características cejas unidas y sus trajes mexicanos tradicionales.
Su vida marcada por el sufrimiento físico, su apasionada relación con su marido, el muralista Diego Rivera, su abierta bisexualidad, su reivindicación de lo mexicano, su compromiso con el Partido Comunista y sus romances con figuras clave del siglo XX como León Trotsky o André Breton completaron el panorama que hizo de ella una figura de culto. Frida Kahlo se consagró como heroína feminista de los 80, fue redescubierta como artista en los 90 y se convirtió en personaje de Hollywood en el comienzo del tercer milenio. Todo comenzó en los 80, cuando los chicanos en los Estados Unidos reivindicaron a la artista en busca de su identidad mexicana.
La primera biografía de la pintora, «Frida», de Hayden Herrera, publicada en 1983, la catapultó como símbolo de las feministas, que destacaron su dignificación de la mujer, su valentía y su rebeldía.
En 1984, el mexicano Paul Leduc rodó la primera película sobre la pintora, «Frida, naturaleza viva», con Ofelia Medina en el papel protagónico.
En la década siguiente, Kahlo se convirtió en la artista latinoamericana mejor cotizada del mercado. En 1995, se vendió un autorretato suyo por 3,2 millones de dólares. Cinco años después, otra obra suya cambió de dueño por cinco millones de dólares, un récord para un latinoamericano.
La publicación en versión facsímil de su diario en 1995, con prólogo de Carlos Fuentes, fue un paso lógico en el creciente interés por saber más de la artista que en sus cuadros exponía todo el dolor físico y psicológico que padecía. Luego vendrían incontables obras de teatro, un cómic y hasta un grupo de rock surcoreano llamado Frida Kahlo.
También la moda se nutrió del personal estilo de la Kahlo. La colección primavera/verano de Jean Paul Gaultier de 1998, por ejemplo, se inspiró en los trajes de tehuana y las joyas de la artista.
«Ella misma construyó el ícono. Tomó sus imperfecciones y las convirtió en el último grito. Exageró sus cejas y su bigote, enfatizó lo que consideraríamos las partes feas y las hizo bellas. Eso es lo que atrae a la gente, porque les dice que pueden hacer algo extraordinario de la fealdad», sostiene la directora de cine Julie Taymor.
En 2001, la actriz mexicana Salma Hayek se impuso a Madonna y a Jennifer Lopez en la carrera por interpretar a la artista en una producción de Hollywood. A las órdenes de Taymor protagonizó «Frida», una película recibida con sentimientos encontrados en México y relativamente aplaudida en el resto del mundo. El retrato edulcorado y estilizado de la revolucionaria pintora mexicana dio, por un lado, un nuevo impulso a la «fridamanía» en los Estados Unidos.
Volvo utilizó los autorretratos para vender coches a los hispanos y el correo estadounidense sacó una estampilla con la imagen de la pintora. En México, en tanto, aumentaron las visitas a los museos que albergan su obra y se disparó la venta de productos con su imagen. Pero también se reforzaron las críticas de los defensores de la «verdadera Frida», que piden que se acabe con la comercialización de su vida y se vuelva a centrar la atención en su obra. Y además se profundizó el debate sobre si la reproducción masiva de su imagen y su obra contribuyen a su difusión o no son más que un aprovechamiento de su figura con fines de lucro. (DPA).
CIUDAD DE MéXICO, (DPA).- Aquella noche de abril, Frida Kahlo llegó en ambulancia a la exposición. Estaba postrada por la enfermedad. Pusieron su cama en el centro del salón y ahí se quedó hasta la madrugada, recibiendo saludos y cantando rancheras.
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