«Fueron seis minutos que me parecieron una vida»

Se cumplieron dos años de uno de los casos de violencia policial más resonantes de Neuquén. José Alveal recibió 64 balazos de goma, y le vaciaron un ojo. La causa duerme en el Juzgado Nº 3.

NEUQUEN (AN).- José Alveal recuerda que ante el furioso avance de la policía corrió en busca de refugio. Lo seguían tres motos sobre las cuales se movían seis policías con escopetas que le tiraban al cuerpo y lo insultaban. La cacería duró seis minutos, le pegaron 64 balazos de gomas y varios garrotazos. Luego, sangrante y derrotado, se lo llevaron preso en vez de a un hospital.

«Fueron seis minutos, a mi pareció como una hora, no terminaban más; nunca me lo voy a olvidar», dice el muchacho que nació el 28 de marzo de1983, el año del retorno de la democracia, justo en un día en que los gremios desafiaban con un paro al último gobierno de la dictadura militar.

Una de las 64 perdigonadas le pegó de lleno en el ojo izquierdo, se lo voló. Otras tres le dieron en el brazo derecho, con el que protegió su rostro. A dos años del hecho, el muchacho exhibe sin querer esas tres cicatrices redondas, tres aureolas que evidencian el vigor de los impactos, y las huellas del fuego.

A dos años de la cacería, con los policías identificados, con una secuencia fotográfica completa y la imagen de video que muestra el ataque, la causa «duerme» en el juzgado de Instrucción 3 a cargo de Marcelo Muñoz.

Desde su juzgado tampoco se remiten las imágenes en un formato conveniente para que el gabinete criminalístico de la Corte Suprema de La Plata pueda determinar cuál de todas las balas fue la que impactó en el ojo de Alveal, entre otras cuestiones vitales para la causa.

En esta provincia que posee uno de los mayores índices de reclamos sociales, las balas de goma de la Policía de Neuquén han estado lejos de ser sólo disuasivas y más de una vez apuntaron por encima de la cintura. En julio de 1993, el joven Pablo Ramírez murió luego que un policía le disparara en el pecho un balazo de goma en el por entonces barrio Parque Industrial. Hubo muchos otros impactos y algunos tuvieron una particularidad, fueron a los ojos de un periodista, de un estudiante y de José Alveal, empleado de la cerámica Zanon.

En la planta cerámica, al muchacho de barba y pelo largo los saludan todos y todos le dicen «Pepe». Hasta antes de la represión, el muchacho trabajaba en la selección de azulejos y era en el encargado de decir qué material era de primera, cuál de segunda y cuál de tercera. «Raya amarilla a la derecha arriba, de tercera, como éste que tiene el borde roto por un burbuja que explotó cuando el material entró el horno», explica «Pepe» quien ya no pudo volver a su puesto de trabajo. «Raya amarilla a la izquierda abajo, material de segunda», sigue el joven.

«Esto me cambió pero no cambió lo que pienso, peleábamos para que no se implemente la tarjeta Confiable que al principio planteaba que todos los que tenían subsidio cobren con la tarjeta y que lo gasten en los lugares que diga el gobierno. Para mí nada de este gobierno es confiable, este gobierno es 'desconfiable', la justicia es 'desconfiable' y toda la provincia es 'desconfiable'. Por ahí no valió de nada lo que pasó, pero yo sigo pensando lo mismo y con lo que me pasó se demuestra que hay impunidad», sostiene.

Alveal recuerda que en el momento de la manifestación era estudiante, militantes de un partido de izquierda (MTD) y trabajador de Zanon. «Por ahí me buscaron por eso pero no creo que me hayan ido a buscar sabiendo quién era yo, fueron porque me vieron corriendo. La Policía es oportunista», agregó.

«Yo no fuí el único herido, hubo un muchacho que recibió una herida de plomo en el tobillo, y otro al que le pegaron con un plomo en el cuerpo. Si pienso en lo que pasó es 're feo' pero en el mundo están pasando muchas cosas grosas y hay gente que no tiene oportunidad de volver a hacer un reclamo».

¿Qué pensás de los policías que te dispararon?

– «Creo que alguna vez los voy a encontrar, espero tenerlos enfrente, y que haya justicia».

Balas que también matan

NEUQUEN (AN).- En julio de 1993, el suboficial de la policía neuquina Abraham Epulef, disparó su itaka contra el pecho de Pablo Ramírez y mató al chico de 19 años. La bala de goma a corta distancia es letal. El abogado Fernando Dalmazzo explica que durante la capacitación, los policías son entrenados para que las perdigonadas de disuasión piquen en el piso y recién después lleguen al cuerpo de los revoltosos. La experiencia indica que la mayoría de las veces van directo al cuerpo de los manifestantes.

El 19 de marzo de 1999, el periodista de la radio UNC-Calf, Bernardo Guerra, cubría una inauguración que se transformó en un batalla campal. Fue en los alrededores del hospital «Horacio Heller» donde pocos minutos antes se habían cortado las cintas. Una policía con el rostro cubierto le apuntó a la cara y casi le vuela el ojo: el perdigón pegó en el pómulo de Guerra. En abril de 2004, Víctor Guiñez de 17 años, esperaba el colectivo en el barrio Confluencia, muy cerca de su casa. De «golpe y porrazo», el chico que aspiraba con ser policía se encontró con un uniformado que le ordenó que corra. Como no lo hizo le disparó a la cara y le voló un ojo.

«Una señora me abrió la puerta y no me di cuenta»

NEUQUEN (AN).- Hay momentos en los que José Alveal parece evadirse de la realidad pero enseguida habla de la planta de Zanon, de las solidaridad de sus compañeros y de la carga que todo esta situación representa para su mamá Cristina, quien sufre por todo lo que pasó y teme por lo que pueda pasar.

«Pepe» recuerda que en 2003 trabajaba cuatro horas en la planta «porque así podíamos trabajar el doble de compañeros, ahora ya estamos ocho horas, así como estábamos antes costaba mucho que rinda y los nuevos demorábamos mucho en aprender».

«Acá lo que más rescato de todo esto es la solidaridad y el hecho de que a mi viejo le hayan dado trabajo a los 52 años. Acá somos todos iguales y se discute todo en asamblea pero sabemos que no hay que estar todo el tiempo en asambleas y que hay que laburar en la planta. Todo es trabajo, una cosa y otra pero hay que equilibrarlo», dice.

El día de la represión, luego de haber recibido los disparos, Alveal fue detenido y derivado a la comisaría 16 donde estuvo sin atención entre dos y tres horas.

Sólo el desesperado reclamo de otros demorados en su condición permitió la intervención del médico policial. Ya era demasiado tarde.

 

Golpes en la prótesis

 

A mediados de septiembre del año pasado, José fue demorado y recibió apremios ilegales. Le pegaron incluso en la prótesis que cubre su ojo izquierdo. «Me decían que me tendrían que haber matado», asegura. En sendos reconocimientos, Alveal identificó a sus presuntos agresores.

«Uno fue un oficial de apellido Reschini y el otro el cabo Javier Muñoz», afirmó Fernando Dalmazzo, uno de los cinco abogados de Alveal.

A dos años de la represión en el oeste, la imágenes de la insólita cacería recorren la mente y el cuerpo de «Pepe». Quizás así se expliquen algunos de sus silencios.

«En unas de las fotos vi que una señora me abría la puerta como para darme auxilio, no llegué a darme cuenta», dice el muchacho del barrio San Lorenzo.


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