Fuerte disputa por la tierra en Colipilli

Mapuches y puesteros, enfrentados con el dueño de un campo.

COLIPILLI (enviado especial, Rodolfo Chávez).- No hay sombra en Colipilli. Son las tres y media de la tarde y el polvo de la ruta 4 hierve a 36 grados. Hombres y caballos sudan.

Tampoco hay paz en este paraje del norte neuquino. Llama la atención el clima y la tensión en este lugar donde la mansedad y la cortesía parecen normatizadas.

Aquí, en apenas algunas semanas, la comunidad mapuche Huayquillán se levantó en lucha contra su vecino norteamericano, Ashley Kent Carrithers. Derribó alambradas y se apostó a un costado del casco de la estancia Colipilli, propiedad de Carrithers.

Apenas unos kilómetros más allá, don Miguel Mellado -un hombre de 73 años- tumbó un cerco y metió sus animales flacos al mejor rincón del que -dice- siempre fue su campo pero que hace algunos años Carrithers alambró sin derecho.

-¿Porqué no hizo nada entonces? , le preguntó este diario.

-Para no andar haciendo problemas, todo esto es fiscal, nunca fue de propiedad, fue la respuesta de Mellado.

Todos están enojados: las 500 almas de la comunidad Huayquillán, que exhibe títulos de 1904; los Mellado que desempolvan papeles de 1964 y Carrithers que presenta mensuras y documentos de 1910 y 1979, cuando -asegura- llegó de Estados Unidos y compró unas 12.000 hectáreas a un tal Nicolás Camps.

Carrithers le dijo a este diario que en total tiene 24.000 hectáreas, sumando una promocionada estancia junto al río Trocoman. En su página de Internet, Carrithers describe sus 100.000 acres de Patagonia, da tarifas por estadía y ofrece el traslado que incluye el uso de una pista de aterrizaje privada con una avioneta desde el aeropuerto de Neuquén hasta Colipilli. En la web, hay otro dato llamativo: se afirma que la estancia tiene un río privado.

«Amo a la Argentina, más que muchos argentinos que sueñan que vivir en Estados Unidos. Allá se atiende muy bien a los argentinos. Hace 30 años que vivo acá pero ahora las cosas están mal y nadie hace nada, están invadiendo mi propiedad y el gobernador toma mate en Neuquén», le dijo a este diario.

Por estos días, en Colipilli -a 40 kilómetros de Chos Malal- hay alambradas por el piso, amenazas a punta de arma, un caballo tajeado con un cuchillo, animales secuestrados, otros muertos, papeles que hablan de una historia o de otra según sea el portador, una justicia lenta o ausente y policías que intervienen en temas que nada tienen que ver con los que trataban hasta ahora. Ya no se trata de denuncias por cuatrerismo.

Contábamos del calor sobre la ruta de tierra. Por azar, «Río Negro» fue testigo hace unos días del tenso acto de devolución de 34 vacas y media docena de caballos a Miguel Mellado.

Las tenía Carrithers quien las había capturado pues estaban en el que entiende es su campo. La Policía de El Huecú controló el procedimiento junto a un cañadón rojo, color que traducido tiene que ver con Colipilli y su geografía.

Carrithers lleva 29 años entre Neuquén y California. Habla un español trabado y dice que la entrega de los animales es un aporte para que «haya paz». Miguel Mellado sonríe nervioso y afirma «son mis animales y me los tiene que devolver «.

-¿Porqué ha venido la prensa hasta aquí? , pregunta Carrithers desde su caballo mientras las espuelas color plata despiden brillos van a dar a la cara del periodista.

Desde hace un mes, los Huayquillán están instalados con rucas y banderas junto al casco de la estancia Colipilli, propiedad de Carrithers. Se ubican sobre tierras que ambos reivindican como propias. Los visitamos. Se muestran serios y desconfiados. Sólo al cabo de unos minutos nos ofrecen mate.

«Este señor nos quiere robar 3.600 hectáreas.», afirma Manuel Huayquillán, el segundo lonco de la comunidad y agrega que no van a mover del campamento. Fueron a la justicia y llevaron los documentos de principios del siglo pasado. Plantaron una bandera mapuche, armaron su rehue y aseguran que no se irán de allí.

Miguel Mellado hizo un mástil con una bandera argentina en el patio donde asoman los restos de la casa de piedra donde nacieron dos de sus hijos. Las ruinas están justo detrás de la alambrada que fue al piso para que pasen y pasten los animales que luego Carrithers encerró en sus corrales.

«Ese campo fue alambrado hace 40 años por Camps, puede que la casita haya estado de este lado, si me lo hubieran pedido se los dejaba pero no les voy a dar todo mi campo.

Fui a hablar y me apuntaron con un arma, me han matado a una perra que yo quería mucho y me quisieron lastimar con un cuchillo que cortó a mi caballo. Es muy grave lo que está pasando», dijo Carrithers.

«Acá el que tenía plata para alambres venía y cercaba todo; a mi me dejaron el pedrero, fíjese usted cuál es la parte buena y cuál es la parte mala. Está todo clarito señor», afirma Miguel Mellado.

Ya no hay paz en Colipilli.


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