Fumando con estilo en Nat Sherman

Redacción

Por Redacción

Se asegura que Billy «el niño» mató a veintiún hombres. Si fue así, uno por cada año de su corta vida de caballo y gatillo.

La última foto que se conoce de él fue obtenida contra su voluntad: Billy «el niño» esta frío. Un rato antes el hermético sheriff Pat Garret le había metido un balazo de Colt 45 en el pecho. Fue en la noche del 15 de julio de 1881. En Fort Sumner, Nuevo México.

Billy «el niño» terminó en el cajón con el sombrero puesto, un toque estético propio de los muertos a balazos en el desaforado Oeste. Y se fue con los ojos entreabiertos, más distantes de lo que la muerte manda.

Casi como soñando con el Nueva York en el que nació un día de 1859.

Porque Billy «el niño» murió muy lejos de esa ciudad en la que tanto pensaba entre muerto y muerto y galope y galope.

– Algún día volveré a comprar tabaco, que es el mejor – solía reflexionar Billy «el niño».

Vaya a saber cuál era el gusto de Billy «el niño» en materia de puros. Y también qué entendía por lo «mejor».

Pero de lo que no hay dudas es de que así como para los argentinos «la papa está en Balcarce», para el planeta «el tabaco está en Nueva York». No sólo porque está «todo el tabaco». Sino por el estilo y la elegancia con que se presenta y vende «todo el tabaco».

Tabaquerías pequeñas, espacios que parecen dosificar el ingreso de clientes. Y atenderlos, así sin ansiedad de apilar dólares, estableciendo entonces un vínculo íntimo y cálido entre demanda y oferta.

Porque en las tabaquerías de Nueva York hay paciencia, mucha paciencia.

Muebles de caoba. Vitrinas de vidrios biselados en años que se pierden en la historia. Cajones que se abren sin herir el silencio. Ese silencio indispensable para la reflexión sobre el puro a elegir o la pipa para llevar. Quizá el paradigma más elocuente de todo este estilo sea «Nat Sherman», en 5ta. Avenida y 42.

Toda una dinastía en cigarros y puros de propia marca destinados a «fumar con estilo», como reza el logo de «Nat Sherman».

Y en las vitrinas, descansando en superficies verdes o bordó, la seducción de las pipas: Stanwell, Brebbia, Calabresi, las de don Giancarlo Savinelli. Larsen. Dunhill, Peterson, Billard… Pipas perpetuas…

Tan perpetuas como es la atracción que genera Nueva York.

Carlos Torrengo


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