Giros en redondo
la semana en bariloche
DANIEL MARZAL dmarzal@rionegro.com.ar
La sucesión de renuncias en el gabinete municipal es un síntoma revelador de los tropiezos repetidos que encuentra el gobierno para definir un plan de acción, dotarlo de espesor y llevarlo a la práctica. Hasta aquí, la apuesta máxima de la gestión Goye es salir del quebranto económico mediante su proyecto tributario, que sigue bajo análisis del Concejo Municipal, en medio de una maraña de remiendos y objeciones. La demora en su aprobación lo obligó ya a redefinir la política presupuestaria. Si bien le reconocen el mérito de proponer “un cambio de fondo”, concejales de todos los bloques admiten que en muchas de sus páginas cuesta identificar el pretendido “progresismo” del proyecto y otros siembran fundadas dudas sobre el verdadero “shock” recaudatorio que lograría su implementación. Fuera de esa iniciativa, el gobierno navega en la inacción y las contradicciones, características propias de un equipo gastado y a punto de irse antes que de uno que todavía no cumplió un año en el Centro Cívico. Hace algo más de 13 meses Goye ganó la última elección municipal con el apoyo del 30,4% de la población. A ese paquete de votos (modesto de por sí) aportaron dos partidos como el PVC y Todos por Bariloche, que hoy aparecen desentendidos del gobierno. La renuncia de tres secretarios, dos jefes de gabinete y un director de Defensa Civil en sólo diez meses, a los que se agregan varios funcionarios de segunda línea, es demasiado para cualquier gestión interesada en exhibir ideas claras y pulso firme. El último renunciante, Edgardo Romano, sólo duró tres meses y se fue con lamentos sobre los cambios que propuso y que no pudo instrumentar. Dijo también que para su gusto había privilegiar la búsqueda de acuerdos, ya que la administración municipal está condicionada por “un nivel de conflictividad que no ayuda”. A pesar de sus intentos por minimizar las deserciones, Goye no puede evitar la sensación ominosa de que el gobierno no hace más que girar en redondo, cercado por los errores y con escasas aptitudes para romper esa inercia. La meandrosa línea de trabajo que construyó hasta aquí llenó de confusión a propios y extraños. La identificación y el orgullo de “pertenecer” que exhibían algunos miembros de su equipo en la transición de la campaña exitosa a la conformación del gobierno entró en gradual letargo y hoy casi no existe. Cierto es que el volumen y la complejidad de la crisis heredada obligaba a ser muy cautos. Pero la euforia inaugural, la “primavera” (si es que la hubo), se diluyó muy pronto. La baja tasa de permanencia de los funcionarios municipales indican, desde otra mirada, un serio déficit de debate interno y de trabajo político. El PJ orgánico luce ajeno a todo el proceso y en el vínculo del Ejecutivo con el Concejo (donde no tiene mayoría) también hay una evidente falta de sincronía. Mientras el intendente cultiva un estilo de gestión ajeno a las sutilezas, poco flexible y de escasa autocrítica, salta a la vista la ausencia de un ladero político que equilibre ese perfil, que se anticipe a los conflictos y que tienda puentes, por ejemplo, con los ediles de la oposición. Cuando el bloque del Frente Grande votó a favor de algún proyecto clave para el Ejecutivo fue más por los temores a provocar enojos que compliquen al gobierno provincial que el resultado de un diálogo y una conciliación a nivel local. Frente a este cuadro, el vecino más atento al concepto, a los lineamientos ideológicos, a la épica del buen decir, no encuentra motivo alguno para sentirse satisfecho con la marcha del municipio. Pero aquel que reniega de las abstracciones y sólo espera solución a los problemas pedestres (buenos servicios, eficiencia operativa) claramente tampoco. Por si le faltara algo a Goye en esa carrera de obstáculos, el gobierno provincial lo ayuda poco. El gobernador Weretilneck expuso el lunes un plan de obras públicas para Bariloche con escasas novedades y plagado de anuncios reciclados (y promesas incumplidas). Quien recuerde su celebrado discurso del 3 de mayo, en el último cumpleaños de Bariloche, advertirá la anemia de originalidad. La misma dinámica de los hechos obliga a concentrarse en lo inmediato, sin embargo el cambio de año está ahí no más y también es bueno anticipar ese escenario. El 2013 espera al gobierno municipal con nuevos desafíos. La definición de un nuevo sistema de transporte (la licitación más importante que tendrá Bariloche en muchos años), la obligación de cerrar de una vez el déficit económico para sacarse la soga del descubierto bancario, avanzar en el planeamiento urbano, encontrar los recursos para asegurar un aumento de sueldos y pilotear la siempre difícil relación con el Soyem, serán algunas de las prioridades. Según la mirada, puede ser poco o demasiado.
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