¿Globalófobos o resistencia global?
Por Eduardo Basz
Después de los acontecimientos de Génova, el movimiento de resistencia global (estigmatizado como globolofobia) enfrenta el desafío de continuar extendiendo la desobediencia civil al proyecto neoliberal, sin caer en la violencia.
En vísperas del «asedio de Génova», Darío Fo (agitador cultural experto) escribió un artículo casi profético. El título lo dice todo: «Atentos al anarquismo de Estado».
«Y una vez más aquí estamos contemplando una escena que nos hiela el corazón. Ante el crecimiento del movimiento contestatario mundial, profundamente pacífico, el poder responde intentando arrastrarlo al juego de la violencia».
El pueblo de Seattle no es una reproducción del espíritu sesentaiochesco. Es algo más nuevo, heterogéneo, ambiguo, paradojal y creativo. Nadie intenta asaltar algún «palacio de invierno» sino descubrir las condiciones de intervención ciudadana en un mundo nuevo que ya existe. Otra diferencia significativa con los movimientos de los «60 y «70: no los obsesiona tanto el futuro como el presente. Es que al desvanecerse las ilusiones bolcheviques y optar por la no-violencia activa, el centro de gravedad del nuevo movimiento no le corresponde a un comité central omnisapiente sino a un tejido de ONGs que llevan adelante proyectos concretos. Algunos ejemplos: ayudar a que las cooperativas de los sin-tierra alcancen viabilidad económica, vender en Europa las artesanías hindúes o promover la alfabetización de Internet entre las clases subalternas de países fracturados.
Más prosaico que épico ( más epicúreo que abnegado) el anhelo del nuevo movimiento fue capturado por la palabra visionaria de Darío Fo.
«La épica de las barricadas tiene una fascinación enorme y purificadora. Regala emociones radiantes, banderas arremolinadas, himnos y sueños de mujeres bellísimas que curan las heridas de los héroes. A veces, sin embargo, si quieres combatir la desesperación y el hambre del mundo, labrar la tierra es la única posibilidad que tienes a tu alcance. Y después de labrarla, tendrás que abonar y te mancharás las manos de mierda. Y cuando apestes a estiércol te resultara más difícil oír cantar los himnos de gloria. Pero después, cuando las plantas crezcan, podrás comer y beber, si has tenido la sagacidad de plantar, también, la vida.» Gracias, maestro Fo. Gandhi y Luther King no lo hubieran dicho mejor.
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